miércoles, noviembre 19, 2008

 

El precio de la gasolina

La depreciación del peso no ha sido suficiente, aunque quizá en algún momento lo sea de manera temporal, para esconder uno de los ejemplos más claros de las distorsiones innecesarias que crea la intervención gubernamental.

Me refiero al precio de la gasolina, que en nuestro país no sigue las tendencias del mercado sino los humores y percepciones políticas de los funcionarios públicos.

La historia se repite cada vez que existe una fuerte volatilidad en el precio internacional del crudo, ya que por temores políticos o no sé qué otros fantasmas, nuestras autoridades no reaccionan con oportunidad, no sólo para que los precios de los combustibles sigan las tendencias del mercado, sino para que con ello los consumidores hagamos el mejor uso de los recursos energéticos.

El llegar tarde y actuar mal es ya una característica propia de los Gobiernos mexicanos. En este caso, el alza del precio del petróleo durante 2007 y hasta el verano de este año propició un alza considerable en el precio de la gasolina en muchos países, pero no en el nuestro.

Aquí nuestras autoridades decidieron en un principio no pagar el costo político de permitir que las condiciones del mercado de hidrocarburos se reflejaran en la cotización del combustible.

Optaron, en su lugar, por continuar con los aumentos previstos en el presupuesto lo que, dado el precio internacional, implicaba un subsidio considerable para los automovilistas.

Los subsidios en general son uno de los aspectos más nefastos del paternalismo gubernamental, ya que no sólo propician una ineficiente asignación de recursos, sino que llevan al público a la complacencia.

Lo paradójico del caso es que cuando finalmente se decidieron a corregir la gran diferencia de precios de la gasolina entre el mercado mexicano y el internacional, los precios del petróleo comenzaron a descender, y lo han hecho en fechas recientes con tal fuerza, que ahora el precio del combustible en México es superior al que existe en Estados Unidos (EU).

El subsidio a la gasolina, sobre el que tanto insistieron las autoridades de la Secretaría de Hacienda, existió mientras el precio internacional fue superior al vigente en México, porque en ese entonces el combustible importado se vendía por menos de su costo, así como porque existía un costo de oportunidad: el precio al que Pemex podría vender su gasolina en el mercado internacional, que era superior al precio doméstico.

En la actualidad la situación es muy distinta, pero las autoridades son muy lentas en reconocer que ese subsidio desapareció por completo en el momento que la magia del mercado revirtió la tendencia de los precios internacionales del crudo.

Por ejemplo, la Secretaria de Energía, Georgina Kessel, consideró el lunes 10 de noviembre que aún no existen las condiciones para reducir el precio de la gasolina y el diesel, dada la volatilidad del precio internacional del crudo.

No obstante, la funcionaria dijo que la política de precios de los combustibles del Gobierno federal está acorde con la tendencia internacional, pero que no se pueden tomar decisiones de un momento a otro ante las circunstancias.

Un comentario curioso, considerando que los precios de la gasolina cambian de "un momento a otro" en EU y muchos otros países, según los movimientos del precio del crudo, sin necesidad de intervenciones innecesarias de sus autoridades.

En nuestro caso, sin embargo, no debe extrañarnos que la burocracia mexicana cree distorsiones al reaccionar más lentamente que las fuerzas del mercado, como lo hace prácticamente con todas las actividades donde mete su cuchara.

La reacción tardía quizá explique porqué el martes 11 de noviembre el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, dijo que mantendrá la política de precios de las gasolinas hasta que éstas se igualen a lo que pagan los estadounidenses, cuando en principio puede decirse que eso ya pasó.

El Secretario señaló que cuando eso ocurriera se establecerían "algunas políticas para que... la brecha entre ambos precios no se abra como se abrió en fechas recientes". Unos días después, reconoció que el precio ya era superior en relación a algunas regiones de EU, pero que todavía esperarían unas semanas antes de actuar.

Evitar la aparición de brechas es sensato, mientras sea simétrico. Esto es, aceptar que la brecha se puede abrir no sólo porque el precio es más alto en EU, sino también porque es mayor en nuestro país, lo que es el caso en la actualidad.

No es obligado, sin embargo, que sea el Gobierno quién establezca los precios de cualquier cosa, incluida la gasolina y otros energéticos, porque siempre acaba por distorsionar los mercados.

Lo ideal sería que en México se pudiera vender gasolina de cualquier marca, nacional o extranjera, sin interferencia gubernamental en el precio del combustible, salvo en lo que toca a los impuestos sobre el producto, para que los precios de la gasolina reflejen las condiciones del mercado, como lo hacen en muchos otros países.

Eso, lamentablemente, no es posible. Nuestros políticos se oponen ciegamente a ello porque padecen de un dogmatismo enfermizo, caracterizado por un falso sentido de soberanía nacional, que sólo ve al pasado, en vez de un pragmatismo como el de los países asiáticos, orientado decididamente hacia el futuro.

En este contexto, pronto veremos lo que finalmente deciden nuestras autoridades al respecto, pero una opción sería que dejaran de manipular el precio de la gasolina a su discreción y lo vinculen a una referencia en EU, como se hace con el gas natural, con las adecuaciones correspondientes por las diferencias de calidad del combustible. Esto, sin embargo, quizá sea mucho pedir.


Salvador Kalifa
doctor en economía y consultor económico y financiero
salvadorkalifa@prodigy.net.mx

 

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