martes, agosto 14, 2007
Envidias y Odios
El gran fracaso del comunismo se debió a una falla en la educación "proletaria" que debía lograr la creación de la sociedad justa donde todos cooperaran de acuerdo con su capacidad y recibieran de acuerdo con su necesidad.
Nomás que al buenazo de Marx le pasó de noche que los hombres no somos justos, que nadie en su sano juicio está dispuesto a conformarse con lo que le corresponde. Todos queremos mucho más de lo que nuestros esfuerzos merecen: queremos lo que nuestros sueños prometen. Y la realidad onírica -ya lo sabía Freud- suele ser mucho más generosa que la real.
Por eso, cuando no obtenemos lo que creemos merecer, sentimos rencor y envidia contra los que, por la buena o la mala, tienen lo que nosotros anhelamos.
Aclaro que esto no me lo saqué de la manga. Lo dice Marx mismo, pues justo para "reeducar" a la raza creó esa etapa intermedia entre capitalismo y comunismo llamada la dictadura del proletariado, donde la sangre iba a correr para purificarnos de nuestro capital pecado (¡wow, Das Kapital en verso!).
Es durante esta etapa que ricos y pobres por igual debían aprender a ser generosos en su esfuerzo y parcos en su consumo. Nomás que al pobre de Carlitos también le pasó de noche que la justicia y generosidad no se inculcan a golpe y porrazo, pues pertenecen al dominio del corazón y, como todo lo que ahí arraiga (odio incluido), lo suyo es el lento e imperceptible desarrollo de lo orgánico.
De este fracaso reeducativo nace la virulencia verbal e injusticia racional de muchos dirigentes de la izquierda tradicional que, sin hacer siquiera un somero análisis para distinguir a quienes obtuvieron lo que tienen por vía del trabajo honesto y quienes se beneficiaron de la transa o el cuatachismo, suelen meterlos a todos en la misma envidiosa bolsa de "enemigos del clase" -tachándolos de "burgueses", "ricos", "liberales avispados"- y demás banalidades mentales que caracterizan a los líderes de la izquierda radical (y sus voceros).
Más allá de lo tropical y folclórico de estas expresiones, la generalización no es gratuita: esas "etiquetas morales" que, una vez puestas en curso por algún caudillo, tan felizmente regurgitan los intelectuales de izquierda (contra su deber de desmenuzar y distinguir la verdad de la propaganda) tienen un fin preciso: convertir la envidia natural en odio irracional.
No por nada el primer líder de la izquierda radical que se dio cuenta del fracaso de la reeducación comunista, Vladimir Illych Lenin, solía decir: "contra los cuerpos, la violencia. Contra las conciencias, la mentira".
Porque me van a perdonar mis colegas zurdos, pero no protestar este tipo de generalizaciones que exponen a toda creación de riqueza y a toda diferencia intelectual al desprecio popular es, ni Marx ni menos, una mentira.
De hecho, es la peor de todas las mentiras, puesto que conduce -tarde o temprano- a la intolerancia, la violencia y los crímenes de odio. El siglo 20 -ya lo deberíamos saber- es la historia de las funestas consecuencias que sufren millones de inocentes (burgueses, judíos, bosnios) cuando a los intelectuales les da por hacerse de la vista gorda ante los arrebatos verbales de sus ídolos.
Auschwitz, el Gulag y las fosas comunes de Sbrenica fueron posibles gracias a la cobardía de quienes, teniendo el deber moral de denunciar la irresponsabilidad verbal de líderes y caudillos, prefirieron aplaudirles o hacer mutis por simpatía.
Que quede claro: ni abogo por una prensa monolítica que aplauda al Gobierno, ni niego que exista la libertad de expresión. Pero de la misma forma que quienes vivimos de las ideas no podemos ser acríticos con el status quo, tampoco podemos ser paleros de quienes proponen su destrucción.
Lo nuestro nunca debe ser romper la concordia haciendo eco de la demagogia (irresponsabilidad intelectual) e insultos de los líderes políticos del partido que sea; lo nuestro debe ser el largo, respetuoso e imperfecto intercambio de razones que los griegos llamaron diálogo (de dias/dividir y logos/razón). Porque como bien dijo Primo Levi: "si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Y si no es ahora, ¿cuándo?".
Claudia Ruiz Arriola
sherpa01@gmail.com
Nomás que al buenazo de Marx le pasó de noche que los hombres no somos justos, que nadie en su sano juicio está dispuesto a conformarse con lo que le corresponde. Todos queremos mucho más de lo que nuestros esfuerzos merecen: queremos lo que nuestros sueños prometen. Y la realidad onírica -ya lo sabía Freud- suele ser mucho más generosa que la real.
Por eso, cuando no obtenemos lo que creemos merecer, sentimos rencor y envidia contra los que, por la buena o la mala, tienen lo que nosotros anhelamos.
Aclaro que esto no me lo saqué de la manga. Lo dice Marx mismo, pues justo para "reeducar" a la raza creó esa etapa intermedia entre capitalismo y comunismo llamada la dictadura del proletariado, donde la sangre iba a correr para purificarnos de nuestro capital pecado (¡wow, Das Kapital en verso!).
Es durante esta etapa que ricos y pobres por igual debían aprender a ser generosos en su esfuerzo y parcos en su consumo. Nomás que al pobre de Carlitos también le pasó de noche que la justicia y generosidad no se inculcan a golpe y porrazo, pues pertenecen al dominio del corazón y, como todo lo que ahí arraiga (odio incluido), lo suyo es el lento e imperceptible desarrollo de lo orgánico.
De este fracaso reeducativo nace la virulencia verbal e injusticia racional de muchos dirigentes de la izquierda tradicional que, sin hacer siquiera un somero análisis para distinguir a quienes obtuvieron lo que tienen por vía del trabajo honesto y quienes se beneficiaron de la transa o el cuatachismo, suelen meterlos a todos en la misma envidiosa bolsa de "enemigos del clase" -tachándolos de "burgueses", "ricos", "liberales avispados"- y demás banalidades mentales que caracterizan a los líderes de la izquierda radical (y sus voceros).
Más allá de lo tropical y folclórico de estas expresiones, la generalización no es gratuita: esas "etiquetas morales" que, una vez puestas en curso por algún caudillo, tan felizmente regurgitan los intelectuales de izquierda (contra su deber de desmenuzar y distinguir la verdad de la propaganda) tienen un fin preciso: convertir la envidia natural en odio irracional.
No por nada el primer líder de la izquierda radical que se dio cuenta del fracaso de la reeducación comunista, Vladimir Illych Lenin, solía decir: "contra los cuerpos, la violencia. Contra las conciencias, la mentira".
Porque me van a perdonar mis colegas zurdos, pero no protestar este tipo de generalizaciones que exponen a toda creación de riqueza y a toda diferencia intelectual al desprecio popular es, ni Marx ni menos, una mentira.
De hecho, es la peor de todas las mentiras, puesto que conduce -tarde o temprano- a la intolerancia, la violencia y los crímenes de odio. El siglo 20 -ya lo deberíamos saber- es la historia de las funestas consecuencias que sufren millones de inocentes (burgueses, judíos, bosnios) cuando a los intelectuales les da por hacerse de la vista gorda ante los arrebatos verbales de sus ídolos.
Auschwitz, el Gulag y las fosas comunes de Sbrenica fueron posibles gracias a la cobardía de quienes, teniendo el deber moral de denunciar la irresponsabilidad verbal de líderes y caudillos, prefirieron aplaudirles o hacer mutis por simpatía.
Que quede claro: ni abogo por una prensa monolítica que aplauda al Gobierno, ni niego que exista la libertad de expresión. Pero de la misma forma que quienes vivimos de las ideas no podemos ser acríticos con el status quo, tampoco podemos ser paleros de quienes proponen su destrucción.
Lo nuestro nunca debe ser romper la concordia haciendo eco de la demagogia (irresponsabilidad intelectual) e insultos de los líderes políticos del partido que sea; lo nuestro debe ser el largo, respetuoso e imperfecto intercambio de razones que los griegos llamaron diálogo (de dias/dividir y logos/razón). Porque como bien dijo Primo Levi: "si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Y si no es ahora, ¿cuándo?".
Claudia Ruiz Arriola
sherpa01@gmail.com
Etiquetas: demagogia, educación, individualismo, intelectual, intolerancia, izquierda, pobreza, populismo, reaccionario
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Ah, y por cierto…
En este blog hay un vínculo a un video que define al “Populismo”. (http://youtube.com/watch?v=1Iapq3N-8ok). Con respecto al mismo, digo tres cosas:
1- Tienen razón, AMLO era populista, pero perdió las elecciones.
2- Fox se apega completamente a la definición que el video da sobre gobernante populista, aunque se quejaba de los populistas. Y ojo: ¡Nos gobernó 6 años!
3. Calderón, según la misma definición, es un populista. No me cabe la menor duda. ¿Y qué creen? ¡¡Nos va a gobernar otros cinco años!!
Conclusión: qué bueno que nos libramos de AMLO. Lástima que del populismo, no nos pudimos librar.
En este blog hay un vínculo a un video que define al “Populismo”. (http://youtube.com/watch?v=1Iapq3N-8ok). Con respecto al mismo, digo tres cosas:
1- Tienen razón, AMLO era populista, pero perdió las elecciones.
2- Fox se apega completamente a la definición que el video da sobre gobernante populista, aunque se quejaba de los populistas. Y ojo: ¡Nos gobernó 6 años!
3. Calderón, según la misma definición, es un populista. No me cabe la menor duda. ¿Y qué creen? ¡¡Nos va a gobernar otros cinco años!!
Conclusión: qué bueno que nos libramos de AMLO. Lástima que del populismo, no nos pudimos librar.
DIGAN LO QUE DIGAN, SU PRESIDENTE ES UN USURPADOR, UN VERDADERO DELINCUENTE, QUE TIENE QUE SALIR RODEADO DE TODA LA TROPA PARA CUIDARLE EL TRASERO, SEPANLO BIEN ES ESPURIO Y LO SERA PARA TODA LA VIDA. NI CON ESTE BLOGCITO PODRAN LEGITIMARLO.
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