lunes, diciembre 18, 2006

 

Populismo Presupuestal

La justicia en los bueyes de mi compadre

Se aprobó en comisiones la ley de ingresos y la miscelánea fiscal para el año próximo y si algo demostró ese ejercicio fue que, efectivamente, los partidos pueden ponerse de acuerdo, siempre y cuando sea en su propio beneficio, lo demás termina siendo secundario.

Hemos escuchado los discursos de siempre cuando se discute el presupuesto y los ingresos que pueden o deben sustentarlo. Vimos a los rectores pidiendo mayores recursos para la educación superior; se demandó mayor presupuesto para ciencia y tecnología; los creadores del mundo cultural piden que continúe el apoyo. Todos los estados piden que se incremente el fondo de participaciones federales. La demanda de obras, de seguridad, de programas sociales es, como siempre, muy alta, al tiempo que los distintos grupos de poder luchan ya sea por recibir mayores recursos o pagar menores impuestos, porque su actividad sea desgravada o porque pueda recibir un estímulo o subsidio mayor. En algunos casos son reclamos lógicos, en otros no. Pero eso no importa: lo cierto es que mientras mantengamos una estructura fiscal como la actual, mientras no tengamos presupuestos multianuales con mucha mayor claridad respecto a qué se recauda y cómo y de qué manera y dónde se gasta, cada año estaremos reinventando el país o, peor aún, parchando los huecos que dejó el paquete económico del año anterior.

Hubo muchas quejas, por ejemplo, por las reducciones establecidas en esta iniciativa de ley presupuestal, pero también es verdad que en muchos de esos sectores hubo subejercicios importantes, porque se aprobaron partidas u obras que no podían realizarse. En seguridad se requiere mayor presupuesto, no cabe duda, pero también es verdad que hay estados que tienen recursos disponibles en el sistema nacional de seguridad pública y no los han utilizado, en parte porque no quieren cumplir con las normas básicas para recibirlos. En la educación superior nadie duda que se podría invertir más, pero tampoco se ve demasiado esfuerzo de muchas universidades públicas por incrementar sus ingresos propios y cuando ello ocurre las diferencias son enormes: ¿por qué en la Universidad Autónoma de Nuevo León se pueden pagar cuotas de 5 a 8 mil pesos por semestre de acuerdo a las carreras y en la Universidad Nacional no se puede pagar más de 20 centavos?¿por qué en muchas universidad privadas se establecen sistemas de becas-préstamo (si no me equivoco más del 40 por ciento de los alumnos del TEC estudian bajo ese sistema) y en la mayoría de las públicas no?. En el ámbito cultural se demandan mayores recursos y es justo que sea así, pero casi nadie nos muestra lo que se ha hecho con los recursos actuales: ¿cuántos de los becados por el FONCA, por ejemplo, han exhibido una obra que justifique el apoyo, mucho o poco, que reciben?. En educación y cultura, como en seguridad, no tenemos un problema de recursos, tenemos un mal diseño institucional que hace que se pierdan muchos de esos recursos y la eficiencia sea mínima. La lista podría continuar y seguir sector por sector, y los resultados serían los mismos.

Cuando se habla de volver a poner orden, deberíamos entenderlo no sólo como un elemento de seguridad pública o de ejercicio de poder. El orden que se reclama es para volver a hacer racional un sistema que ha tenido tantas distorsiones, tantos parches desde la crisis del 82, que resulta casi imposible de operar. Después de aquella crisis terrible que generó el gobierno de López Portillo, se cambiaron políticas y estructuras, se abrieron los mercados, se han realizado reformas estructurales, pero éstas siempre han quedado incompletas, se tomaron medidas básicas que iban en consonancia con el nuevo modelo pero otras quedaron para mejor época, por razones ineludiblemente políticas. Y esas épocas nunca llegaron. En los hechos, la crisis del 94-95, frenó la ola de reformas y desde entonces el sistema ha ido evolucionando por su propia dinámica mientras no se tomó casi ninguna de las acciones públicas que esa evolución demandaba.

El sistema fiscal y el presupuesto son una demostración de ello. Existe desde hace ya varios años, casi una década, una estabilidad económica evidente, pero seguimos aprobando presupuestos y misceláneas fiscales exactamente igual que cuando se vivía en una suerte de crisis permanente y cada año había que volver a establecer todos los parámetros económicos. Todos los sectores e instituciones se han hecho cada vez más dependientes de los recursos públicos federales y cada vez menos vemos interés en generar recursos propios: y ello va desde los estados y municipios que estando facultados para establecer y recaudar sus propios impuestos pero prefieren que de eso se encargue la federación para luego pedir partidas mayores, hasta la industria cultural o la educación. Se llega al ridículo, como ha ocurrido ahora, de quitar recursos del fondo de reserva del IMSS para gastarlos en el corto plazo, al tiempo que no se hace propuesta alguna para resolver el tema del sistema de pensiones. El año próximo u el otro, habrá que hacer un nuevo parche en el fondo de reserva, pero para entonces ya se verá de dónde salen los recursos.

El secreto está en la desregulación de la economía y de muchos otros ámbitos de la vida nacional, en crear un nuevo presupuesto multianual partiendo de base cero, en establecer un sistema fiscal más sencillo y amplio, con menos excepciones y mucho más dirigido a ampliar la recaudación vía el crecimiento de la base de causantes.

Este año, una vez más, los acuerdos no alcanzaron para ello. Para algo sí fueron suficientes: para que el congreso se incremente a sí mismo el presupuesto y para que los partidos acepten gustosos que los recursos que reciben del Estado crezcan un 30 por ciento. Que la justicia se siga haciendo en los bueyes del compadre. Los partidos y el congreso no están dispuestos a sacrificar ni un peso de “su” presupuesto.

Por: Jorge Fernández Menéndez
Publicado en: Periódico Excelsior Fecha: Lunes, 18 de Diciembre de 2006


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