sábado, marzo 04, 2006
Siete Ingenuidades
Jaime Sánchez Susarrey, El Norte
1. Ésta es una elección como las otras. El País no se hace y se deshace cada seis años. Así que no importa quién gane. México seguirá avanzando.
Falso. Ésta no es una elección como las otras. Lo que está en juego es todo el proceso de modernización y, con ello, el futuro de México. La victoria de AMLO (o de MALO, según su acta de nacimiento) implicaría un giro de 180 grados. Equivaldría al regreso del viejo PRI, el de Echeverría y López Portillo. Con un agravante adicional: López Obrador es un líder popular que no se detendrá ante nada ni ante nadie.
2. AMLO no come lumbre. Una vez en la Presidencia de la República moderará sus posiciones. Sabe que hay que ser prudentes con la política económica. Al final terminará aceptando las coordenadas de los organismos internacionales y negociará con ellos.
Falso. Para entender a López Obrador hay que recordar una frase de Mao: la política debe estar al mando del fusil; y otra de Lenin: la política es economía concentrada. AMLO regirá sus decisiones económicas por objetivos políticos. Su prioridad será distanciarse del "modelo neoliberal" y hacer que la población sienta una mejoría tangible e inmediata. Para hacerlo utilizará todos los recursos del Estado. El incremento del gasto y del déficit fiscal se puede dar por descontado.
3. No importa que AMLO gane la Presidencia. Él, como cualquier otro, se enfrentará a un Congreso dividido en tercios. El PRD no será la fuerza mayoritaria y el Presidente se verá obligado a negociar.
Falso. López Obrador no tendría el 2 de julio mayoría en el Congreso, pero podría forjarla fácilmente en los meses posteriores. La victoria de AMLO y el fin del PRI son la misma cosa. Los priistas no tienen empacho ni complicaciones para sumarse a la causa de Andrés Manuel. Además de que desde la Presidencia se trabajaría a marchas forzadas para forjar con ellos ese bloque mayoritario.
4. México es un país de instituciones fuertes. La separación de poderes es un hecho. Frente al Poder Ejecutivo está el Poder Judicial. AMLO no podrá ni querrá enfrentarse a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ya en la Presidencia se moderará y dejará atrás los arrebatos.
Falso. Una de las convicciones más profundas de AMLO es que cuando hay contradicción entre la justicia y la ley hay que optar por la primera y reformar la segunda. Ése fue el principio que utilizó en el caso de El Encino y del Paraje San Juan. Además, está convencido de otras dos cosas fundamentales: a) Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte, fue parte del complot en su contra; b) la reforma del Poder Judicial es inaplazable. Así que el choque es más que previsible. Usaría todo el poder de la Presidencia para forzar la renuncia de Mariano Azuela y, posteriormente, para "reformar" al Poder Judicial.
5. En el punto 45 de los 50 compromisos de Gobierno, AMLO se compromete explícita y formalmente a respetar la autonomía del Banco de México. Este compromiso es una garantía más de que respetará las instituciones y no impulsará políticas económicas populistas.
Falso. Las descalificaciones constantes y abiertas que ha hecho de Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, no han sido ninguna ocurrencia. Anuncian que una de sus prioridades como Presidente será forzar la renuncia de Guillermo Ortiz y luego presionar a la junta de Gobierno del Banco de México para que no choque con los lineamientos de Hacienda. Todo eso se hará bajo una consigna: eliminar los reductos y los candados que los neoliberales le quieren imponer al Proyecto Alternativo de Nación del Presidente.
6. Existen otros contrapesos reales que no hay que subestimar. AMLO ya negoció con las corrientes perredistas. La mejor demostración de ello es que nombró a Jesús Ortega como su coordinador de campaña. Pero, además, está la presencia y la autoridad de Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD. Nada de eso desaparecerá el 2 de julio. Así que, como Presidente, López Obrador se verá obligado a entenderse con ellos.
Falso. AMLO conoce bien el funcionamiento interno del PRD. No tiene respeto por las corrientes internas, que él y otros definen como "las tribus". La tregua que pactó con Ortega es coyuntural. Finalmente, López Obrador sabe y está convencido de que con la sola estructura perredista no puede ganar la elección. Su apuesta fuerte es a las redes ciudadanas que están coordinando Ricardo Monreal y Manuel Camacho. Así que, de ganar la Presidencia, uno de sus primeros objetivos será reestructurar al PRD para acabar de apoderarse de lo que queda del partido. En esa ecuación, Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas no tienen cabida. Son el tumor que hay que acabar de extirpar. Porque, además, en una estrategia de largo plazo, el Presidente López Obrador se fijará como objetivo la creación de un partido que esté en movimiento permanente, tal como hizo en Tabasco cuando fue presidente del PRI en 1983.
7. No hay que ser tremendistas. La alternancia en el poder es un hecho. La gente ya votó por el PAN y se desilusionó. El giro hacia el PRD cierra un ciclo. Podría incluso ocurrir que los peores pronósticos se cumplieran, pero aun así no hay mal que dure 100 años; es decir, a mediados del sexenio la gente tendría la oportunidad de sancionar al Gobierno y al cabo de seis años AMLO tendría que irse a su casa.
Falso. En sus 50 compromisos de Gobierno, AMLO se ha comprometido a efectuar un plebiscito para que su mandato sea (o no) ratificado. Pero dice el dicho, y dice bien, que cuando alguien se despide muchas veces es que no quiere irse. Y eso aplicado al referéndum se traduce en algo muy sencillo: quien le pregunta al pueblo si debe continuar a la mitad de su mandato, igual le puede interrogar si debe continuar al final del mismo y, consecuentemente, reelegirse. Perogrullo: López Obrador en la Presidencia tendrá el poder de hacer y deshacer un sinfín de cosas; amén de que está convencido de que él y sólo él encarna la oportunidad y la posibilidad de restaurar la República. Así que quienes creen que al cabo de seis años se irá tranquilamente a su casa, bien se podrían llevar una sorpresa. O para decirlo con palabras de Ricardo Pascoe, quien conoce muy bien al candidato de la Alianza por el Bien de Todos: el problema no es que AMLO/MALO llegue al poder, el problema es que no se va a ir.
1. Ésta es una elección como las otras. El País no se hace y se deshace cada seis años. Así que no importa quién gane. México seguirá avanzando.
Falso. Ésta no es una elección como las otras. Lo que está en juego es todo el proceso de modernización y, con ello, el futuro de México. La victoria de AMLO (o de MALO, según su acta de nacimiento) implicaría un giro de 180 grados. Equivaldría al regreso del viejo PRI, el de Echeverría y López Portillo. Con un agravante adicional: López Obrador es un líder popular que no se detendrá ante nada ni ante nadie.
2. AMLO no come lumbre. Una vez en la Presidencia de la República moderará sus posiciones. Sabe que hay que ser prudentes con la política económica. Al final terminará aceptando las coordenadas de los organismos internacionales y negociará con ellos.
Falso. Para entender a López Obrador hay que recordar una frase de Mao: la política debe estar al mando del fusil; y otra de Lenin: la política es economía concentrada. AMLO regirá sus decisiones económicas por objetivos políticos. Su prioridad será distanciarse del "modelo neoliberal" y hacer que la población sienta una mejoría tangible e inmediata. Para hacerlo utilizará todos los recursos del Estado. El incremento del gasto y del déficit fiscal se puede dar por descontado.
3. No importa que AMLO gane la Presidencia. Él, como cualquier otro, se enfrentará a un Congreso dividido en tercios. El PRD no será la fuerza mayoritaria y el Presidente se verá obligado a negociar.
Falso. López Obrador no tendría el 2 de julio mayoría en el Congreso, pero podría forjarla fácilmente en los meses posteriores. La victoria de AMLO y el fin del PRI son la misma cosa. Los priistas no tienen empacho ni complicaciones para sumarse a la causa de Andrés Manuel. Además de que desde la Presidencia se trabajaría a marchas forzadas para forjar con ellos ese bloque mayoritario.
4. México es un país de instituciones fuertes. La separación de poderes es un hecho. Frente al Poder Ejecutivo está el Poder Judicial. AMLO no podrá ni querrá enfrentarse a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ya en la Presidencia se moderará y dejará atrás los arrebatos.
Falso. Una de las convicciones más profundas de AMLO es que cuando hay contradicción entre la justicia y la ley hay que optar por la primera y reformar la segunda. Ése fue el principio que utilizó en el caso de El Encino y del Paraje San Juan. Además, está convencido de otras dos cosas fundamentales: a) Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte, fue parte del complot en su contra; b) la reforma del Poder Judicial es inaplazable. Así que el choque es más que previsible. Usaría todo el poder de la Presidencia para forzar la renuncia de Mariano Azuela y, posteriormente, para "reformar" al Poder Judicial.
5. En el punto 45 de los 50 compromisos de Gobierno, AMLO se compromete explícita y formalmente a respetar la autonomía del Banco de México. Este compromiso es una garantía más de que respetará las instituciones y no impulsará políticas económicas populistas.
Falso. Las descalificaciones constantes y abiertas que ha hecho de Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, no han sido ninguna ocurrencia. Anuncian que una de sus prioridades como Presidente será forzar la renuncia de Guillermo Ortiz y luego presionar a la junta de Gobierno del Banco de México para que no choque con los lineamientos de Hacienda. Todo eso se hará bajo una consigna: eliminar los reductos y los candados que los neoliberales le quieren imponer al Proyecto Alternativo de Nación del Presidente.
6. Existen otros contrapesos reales que no hay que subestimar. AMLO ya negoció con las corrientes perredistas. La mejor demostración de ello es que nombró a Jesús Ortega como su coordinador de campaña. Pero, además, está la presencia y la autoridad de Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD. Nada de eso desaparecerá el 2 de julio. Así que, como Presidente, López Obrador se verá obligado a entenderse con ellos.
Falso. AMLO conoce bien el funcionamiento interno del PRD. No tiene respeto por las corrientes internas, que él y otros definen como "las tribus". La tregua que pactó con Ortega es coyuntural. Finalmente, López Obrador sabe y está convencido de que con la sola estructura perredista no puede ganar la elección. Su apuesta fuerte es a las redes ciudadanas que están coordinando Ricardo Monreal y Manuel Camacho. Así que, de ganar la Presidencia, uno de sus primeros objetivos será reestructurar al PRD para acabar de apoderarse de lo que queda del partido. En esa ecuación, Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas no tienen cabida. Son el tumor que hay que acabar de extirpar. Porque, además, en una estrategia de largo plazo, el Presidente López Obrador se fijará como objetivo la creación de un partido que esté en movimiento permanente, tal como hizo en Tabasco cuando fue presidente del PRI en 1983.
7. No hay que ser tremendistas. La alternancia en el poder es un hecho. La gente ya votó por el PAN y se desilusionó. El giro hacia el PRD cierra un ciclo. Podría incluso ocurrir que los peores pronósticos se cumplieran, pero aun así no hay mal que dure 100 años; es decir, a mediados del sexenio la gente tendría la oportunidad de sancionar al Gobierno y al cabo de seis años AMLO tendría que irse a su casa.
Falso. En sus 50 compromisos de Gobierno, AMLO se ha comprometido a efectuar un plebiscito para que su mandato sea (o no) ratificado. Pero dice el dicho, y dice bien, que cuando alguien se despide muchas veces es que no quiere irse. Y eso aplicado al referéndum se traduce en algo muy sencillo: quien le pregunta al pueblo si debe continuar a la mitad de su mandato, igual le puede interrogar si debe continuar al final del mismo y, consecuentemente, reelegirse. Perogrullo: López Obrador en la Presidencia tendrá el poder de hacer y deshacer un sinfín de cosas; amén de que está convencido de que él y sólo él encarna la oportunidad y la posibilidad de restaurar la República. Así que quienes creen que al cabo de seis años se irá tranquilamente a su casa, bien se podrían llevar una sorpresa. O para decirlo con palabras de Ricardo Pascoe, quien conoce muy bien al candidato de la Alianza por el Bien de Todos: el problema no es que AMLO/MALO llegue al poder, el problema es que no se va a ir.