viernes, septiembre 05, 2008
La inequidad fiscal en México
Dice un conocido adagio que sólo hay dos cosas inevitables en este mundo: la muerte y... el pago de impuestos.
Respecto a la primera, nada se puede decir. Pero en el caso de la segunda, resulta que en México no es tan cierta.
En el más reciente estudio que realizó la Secretaría de Hacienda sobre el impacto de los impuestos y del gasto público, hay una cifra que es para espantar.
Si se considera la presencia de la economía informal, resulta que el 20 por ciento de la población contribuye con el 90 por ciento de todos los impuestos.
Y, por lo menos en los estimados del Impuesto Sobre la Renta, se encuentra que el 50 por ciento de la población no paga ¡nada!
Este hecho es el que explica que a veces nos preguntemos por qué en México se recauda tan poco en comparación con otros lugares del mundo si sentimos que los impuestos que muchos sí pagamos son altos en comparación con los que se cobran en otras latitudes.
Y no piense usted que el 20 por ciento de la población está formado por ricos.
De acuerdo con el mismo estudio de Hacienda, esos 20 millones de personas, o poco más, tienen un ingreso mensual promedio por hogar de 20 mil 400 pesos aproximadamente, lo que claramente muestra que ese grupo está formado principalmente por la clase media del País.
Sobre los trabajadores del sector formal, que tienen ingresos mensuales individuales que van de los 10 mil a los 20 mil pesos mensuales, y que tienen un promedio de 1 a 2 por hogar, y sobre las empresas en las que laboran es que recae el grueso de los impuestos en México, por lo menos de los impuestos al ingreso.
Una parte de la explicación de las cosas radica en la propia concentración del ingreso y la riqueza que tenemos en el País. Pero no es toda la explicación.
Si los trabajadores inscritos al IMSS, al ISSSTE y a otros sistemas de seguridad social andan por los 20 millones y la población económicamente activa por los 44 millones, encontramos que más de la mitad de la fuerza laboral -y seguramente también sus unidades productivas- no paga impuestos directos.
Y, además, una parte de ellas también evade impuestos indirectos como el IVA o el IEPS.
Si todo el gasto público que se financia con esta recaudación tuviera efectos redistributivos, tal vez uno pensaría que los que están en la economía informal "se cobran a lo chino" lo que el sistema económico no les ha dado.
El problema es que hay una multitud de programas financiados con el gasto público que tienden a aumentar la inequidad.
Los que más acentúan la desigualdad son los programas de pensiones de los empleados del Estado y de los trabajadores del IMSS; también están en esa lista los gastos por concepto del servicio de salud del ISSSTE y de Pemex, así como el subsidio eléctrico y la gratuidad de la educación superior y el Procampo.
Como el análisis que hizo Hacienda con estos datos corresponde al 2006, el subsidio a los hidrocarburos no pesó tanto, pero ahora seguramente estaría entre los subsidios más inequitativos.
En el otro lado, algunos de los programas que más hacen por la equidad son Oportunidades, el Seguro Popular, así como la educación gratuita en los niveles desde básico hasta bachillerato.
Ahora que se están afinando los últimos detalles del presupuesto de egresos para el 2009, vale la pena que el equipo de Dionisio Pérez Jácome tenga este rasero para avanzar en la confección de una estructura de gasto público que intensifique los programas que contribuyen a la equidad y se reduzcan los recursos de los que no lo hacen.
Claro que es mucho pedir que la asignación de los dineros públicos realmente tome en cuenta su efecto sobre el ingreso de la gente en el contexto de un año electoral.
Más allá de lo que envíe la Secretaría de Hacienda al Congreso en los primeros días de septiembre, es un hecho que los partidos políticos van a buscar que las asignaciones que tenga el gasto puedan contribuir a crearles un ambiente favorable para las elecciones del año próximo.
Y en esa negociación de recursos, por cierto, nuevamente la sartén por el mango la tendrá el PRI.
Ya le habíamos comentado que de irse la negociación de la reforma petrolera hasta septiembre, habría de intercambiarse por tajadas presupuestales.
Y, desafortunadamente, creo que eso es lo que veremos en la discusión de los próximos meses, y no la racionalidad en la asignación de los dineros.
Petróleo
Dé por un hecho que el precio del crudo que enviará Hacienda en su Presupuesto en el mes de septiembre no va a ser el mismo que se apruebe en el Congreso.
La razón es muy simple: los cambios drásticos que está sufriendo. En el último mes, el WTI tuvo una caída de casi 20 por ciento. El lapso entre el envío de las iniciativas y su aprobación es de más de dos meses, así que el resultado final dependerá de lo que suceda en este lapso.
La carga tributaria
Aunque está concentrado el ingreso en México, la presencia de la economía informal contribuye a que la carga fiscal esté más concentrada aún, con el agravante de que no todo el gasto público que financia contribuye a la equidad en el País.
Enrique Quintana
enrique.quintana@reforma.com
Respecto a la primera, nada se puede decir. Pero en el caso de la segunda, resulta que en México no es tan cierta.
En el más reciente estudio que realizó la Secretaría de Hacienda sobre el impacto de los impuestos y del gasto público, hay una cifra que es para espantar.
Si se considera la presencia de la economía informal, resulta que el 20 por ciento de la población contribuye con el 90 por ciento de todos los impuestos.
Y, por lo menos en los estimados del Impuesto Sobre la Renta, se encuentra que el 50 por ciento de la población no paga ¡nada!
Este hecho es el que explica que a veces nos preguntemos por qué en México se recauda tan poco en comparación con otros lugares del mundo si sentimos que los impuestos que muchos sí pagamos son altos en comparación con los que se cobran en otras latitudes.
Y no piense usted que el 20 por ciento de la población está formado por ricos.
De acuerdo con el mismo estudio de Hacienda, esos 20 millones de personas, o poco más, tienen un ingreso mensual promedio por hogar de 20 mil 400 pesos aproximadamente, lo que claramente muestra que ese grupo está formado principalmente por la clase media del País.
Sobre los trabajadores del sector formal, que tienen ingresos mensuales individuales que van de los 10 mil a los 20 mil pesos mensuales, y que tienen un promedio de 1 a 2 por hogar, y sobre las empresas en las que laboran es que recae el grueso de los impuestos en México, por lo menos de los impuestos al ingreso.
Una parte de la explicación de las cosas radica en la propia concentración del ingreso y la riqueza que tenemos en el País. Pero no es toda la explicación.
Si los trabajadores inscritos al IMSS, al ISSSTE y a otros sistemas de seguridad social andan por los 20 millones y la población económicamente activa por los 44 millones, encontramos que más de la mitad de la fuerza laboral -y seguramente también sus unidades productivas- no paga impuestos directos.
Y, además, una parte de ellas también evade impuestos indirectos como el IVA o el IEPS.
Si todo el gasto público que se financia con esta recaudación tuviera efectos redistributivos, tal vez uno pensaría que los que están en la economía informal "se cobran a lo chino" lo que el sistema económico no les ha dado.
El problema es que hay una multitud de programas financiados con el gasto público que tienden a aumentar la inequidad.
Los que más acentúan la desigualdad son los programas de pensiones de los empleados del Estado y de los trabajadores del IMSS; también están en esa lista los gastos por concepto del servicio de salud del ISSSTE y de Pemex, así como el subsidio eléctrico y la gratuidad de la educación superior y el Procampo.
Como el análisis que hizo Hacienda con estos datos corresponde al 2006, el subsidio a los hidrocarburos no pesó tanto, pero ahora seguramente estaría entre los subsidios más inequitativos.
En el otro lado, algunos de los programas que más hacen por la equidad son Oportunidades, el Seguro Popular, así como la educación gratuita en los niveles desde básico hasta bachillerato.
Ahora que se están afinando los últimos detalles del presupuesto de egresos para el 2009, vale la pena que el equipo de Dionisio Pérez Jácome tenga este rasero para avanzar en la confección de una estructura de gasto público que intensifique los programas que contribuyen a la equidad y se reduzcan los recursos de los que no lo hacen.
Claro que es mucho pedir que la asignación de los dineros públicos realmente tome en cuenta su efecto sobre el ingreso de la gente en el contexto de un año electoral.
Más allá de lo que envíe la Secretaría de Hacienda al Congreso en los primeros días de septiembre, es un hecho que los partidos políticos van a buscar que las asignaciones que tenga el gasto puedan contribuir a crearles un ambiente favorable para las elecciones del año próximo.
Y en esa negociación de recursos, por cierto, nuevamente la sartén por el mango la tendrá el PRI.
Ya le habíamos comentado que de irse la negociación de la reforma petrolera hasta septiembre, habría de intercambiarse por tajadas presupuestales.
Y, desafortunadamente, creo que eso es lo que veremos en la discusión de los próximos meses, y no la racionalidad en la asignación de los dineros.
Petróleo
Dé por un hecho que el precio del crudo que enviará Hacienda en su Presupuesto en el mes de septiembre no va a ser el mismo que se apruebe en el Congreso.
La razón es muy simple: los cambios drásticos que está sufriendo. En el último mes, el WTI tuvo una caída de casi 20 por ciento. El lapso entre el envío de las iniciativas y su aprobación es de más de dos meses, así que el resultado final dependerá de lo que suceda en este lapso.
La carga tributaria
Aunque está concentrado el ingreso en México, la presencia de la economía informal contribuye a que la carga fiscal esté más concentrada aún, con el agravante de que no todo el gasto público que financia contribuye a la equidad en el País.
Enrique Quintana
enrique.quintana@reforma.com
Etiquetas: crecimiento, demagogia, economia, empleo, impuestos, pobreza, populismo, reforma fiscal, reformas, riqueza