jueves, septiembre 07, 2006

 

El PRD y López Obrador muestran mentalidad de secuestradores

3 de septiembre del 2006
 
Salinas en 1988;AMLO en 2006

El PRD y López Obrador muestran mentalidad de secuestradores

En San Lázaro, la venganza del peleador callejero

N o es ninguna novedad lo que presenciamos el pasado viernes en el recinto parlamentario de San Lázaro -cuando diputados y senadores del PRD reventaron la sesión de Congreso General en la que Vicente Fox debía rendir su sexto Informe de Gobierno-, sobre todo si se recuerda que en la historia del Congreso mexicano ya se había empleado el recurso de asaltar la tribuna parlamentaria para imponer por la fuerza lo que no se puede imponer con las ideas y las palabras.

Lo novedoso, en todo caso, es que sea precisamente la llamada izquierda mexicana -esa que por décadas se quejó de los recursos pedestres empleados por el viejo PRI para imponer su voluntad- la que hoy, en los tiempos de la democracia electoral, recurra al uso de la fuerza, por sobre el empleo de las ideas y las palabras, para imponer su voluntad. Pero lo más curioso es que en esa izquierda, que ha sido asaltada por el viejo PRI, aparezcan los mismos personajes y los mismos métodos que antaño utilizaron, por ejemplo, políticos como Manuel Camacho Solís, para imponer en el Congreso a Carlos Salinas como presidente de los mexicanos.

Y es que resulta que en otro mes de septiembre, pero de 1988, en el mismo recinto parlamentario de San Lázaro -entonces habilitado como Colegio Electoral para calificar la elección presidencial de Carlos Salinas-, los diputados del PRI a la 54 Legislatura hicieron lo mismo que hoy llevó a cabo el PRD. En aquel septiembre de 1988, los diputados del PRI ocuparon la tribuna -igual que hoy el PRD lo hizo para impedir el Informe de Vicente Fox-, para declarar por la fuerza, no por la razón ni la legalidad, presidente electo a Carlos Salinas. Y por supuesto que hace 18 años la naciente izquierda parlamentaria, los diputados del entonces Frente Democrático Nacional, pusieron el grito en el cielo, cuestionaron con toda severidad el uso de la fuerza empleada por el PRI, y acusaron al viejo partido de negar la esencia del Parlamento: precisamente el uso de las palabras para expresar las ideas.

Y no es casualidad que reconocidos priístas de entonces, hoy no sólo sean diputados, senadores y operadores políticos del PRD, sino artífices del asalto a la tribuna parlamentaria para impedir que Vicente Fox -quien por cierto se encontraba en aquel Colegio Electoral, igual que Carlos Navarrete, el hoy jefe de los senadores del PRD, entre muchos otros-, diera lectura a su último Informe. Asistimos no sólo a una suerte de venganza política -que va contra la historia-, no sólo al cobro de facturas políticas, sino al mundo político mexicano, al revés. Ayer los priístas usaron la fuerza para imponer en el Congreso a Salinas, y hoy usan la misma fuerza para que Andrés Manuel López Obrador lleve a cabo su venganza personal contra Fox.

El fajador callejero

Y es que en el fondo, el grotesco espectáculo que presenciamos el viernes va mucho más allá del supuesto rescate de la dignidad lastimada del Congreso mexicano. En realidad asistimos a una vulgar venganza política enderezada por un peleador callejero que fue derrotado, en una contienda pública, por el tonto del pueblo. Antaño en los barrios de la ciudad de México las rencillas de callejón nunca se quedaban sin el respectivo cobro de facturas, sobre todo cuando luego de una pelea callejera el perdedor era el fanfarrón del barrio.

Resulta que la más codiciada del barrio tenía dos pretensos: Andrés y Vicente. El primero estaba seguro de que era el preferido, alardeaba ante todo el barrio que se quedaría con la muchacha, quien según decía, no aceptaría al segundo, porque era un limitado en las artes del cortejo. Pero un buen día, Andrés y Vicente se enfrascaron en una refriega para decidir quién se quedaba con la joven. El ganador resultó ser el tonto del barrio. "Ya pasarás por mi cuadra", sentenció el derrotado. Y otro buen día, en efecto el vencedor de la pelea pasó por la cuadra y se consumó la venganza. Le echaron montón.

Todos saben que Andrés Manuel López Obrador es un hombre de rencores enfermizos y de profundas venganzas. Todos saben que no olvida, no perdona y que no deja factura sin cobro. Y todos saben que cuando los dos nuevos coordinadores parlamentarios lo visitaron luego de ganar sus respectivos cargos, sólo les pidió una cosa: "Impedir que Vicente Fox rinda su sexto Informe". En pocas palabras, cobrar venganza por la derrota electoral. El argumento para alcanzar ese objetivo era lo de menos. Lo importante era cobrar venganza. Y es que AMLO no digiere que el presidente Fox, al que concibe casi como un autista, al final de cuentas se haya convertido en el vencedor de la contienda presidencial. El tamaño de la derrota -luego de las elevadas expectativas de triunfo que abrazó AMLO- es del tamaño de la venganza.

Pero no dejan de ser curiosas las formas. Primero un grupo de fieles a AMLO, entre ellos diputados y senadores, intentaron extender a San Lázaro sus plantones. La provocación se la comieron completa los estrategas del gobierno federal, que con el auxilio torpe de los diputados salientes del PAN pidieron la fuerza pública para resguardar San Lázaro. El recinto parlamentario y sus alrededores fue convertido, por esa razón, en un grosero cerco policiaco y militar. Ya convertido el recinto parlamentario en una fortaleza, los nuevos legisladores del PRD se llamaron sorprendidos y decidieron protestar contra ese cerco policiaco. El asalto al recinto parlamentario y la negativa a que Fox rindiera su Informe, fue el cerco policiaco y militar, el mismo que habían provocado los perredistas con su intento de asaltar San Lázaro para colocar sus plantones.

Mentalidad de secuestradores

Y de no ser una perversidad mayor contra las instituciones del Estado nacional, resultaría de risa la mentalidad que se esconde detrás de los más recientes acontecimientos políticos, porque en el fondo lo que vemos es que López Obrador y sus leales en realidad actúan con la misma lógica de los secuestradores -como bien lo dijo Soledad Loaeza en un programa televisivo-, cuando amagan con matar a su víctima si no se les entrega el dinero que piden. Es decir, que la estrategia de AMLO y del PRD es idéntica a la de aquellos delincuentes que primero secuestran a una persona, luego se comunican con la familia para advertirle: "Si no me entregas mi dinero, me vas a obligar a matar a tu pariente".

López Obrador secuestra el corredor zócalo-Reforma, intenta secuestrar el Congreso, y luego impide que Fox rinda su Informe, con el argumento de que se creó un cerco policiaco y militar que ofende al Congreso. Pero el asalto a la tribuna de San Lázaro fue apenas una pequeña muestra de toda una estratagema perversa. Desde el tiempo del desafuero, durante la campaña electoral, pero sobre todo en la etapa postelectoral, López Obrador ha caminado a partir de reiteradas provocaciones a la institucionalidad. Ha buscado que lo conviertan en mártir, que intervenga la policía federal para detener sus despropósitos políticos, porque lo que busca es eso, que lo conviertan en víctima, o que se dé forma a un supuesto mártir de la democracia. Hasta antes del pasado viernes, ni en Oaxaca ni el corredor zócalo-Reforma el gobierno federal había caído en la provocación.

Fox, el mártir

Pero si bien en la escaramuza del Informe se puede decir que AMLO resultó ganancioso -porque López Obrador logró su venganza al impedir el Informe-, lo cierto es que la gran derrota es para el propio candidato perdedor y para su partido. ¿Por qué? Porque a la vista de amplios sectores sociales AMLO y el PRD mostraron su verdadero rostro: el de su origen vengativo, intolerante, violento y nada democrático. Pero vamos por partes. Primero el PRD y AMLO intentan asaltar el Congreso y llevar hasta el salón plenario su protesta por el supuesto fraude electoral. Eso motiva un excesivo cerco de policías y militares -cuestionable por donde se le quiera ver, pero entendible por la amenaza de que AMLO y el PRD tomarían por asalto el recinto-, y luego el PRD usa la violencia física para impedir el Informe, con el argumento de que es indigno el cerco de policías y militares en San Lázaro. ¿De qué lado está la violencia, la irracionalidad? ¿Dónde está la tolerancia, la política?

En el fondo el PRD y AMLO convirtieron a Vicente Fox en un mártir, y salvo los enamorados del caudillo, por lo menos dos tercios de los votantes confirmaron la cultura rijosa, vengativa y nada democrática del PRD y del aún candidato presidencial. Y lo más curioso es que queda claro para todos -claro, para aquellos que no cierren los ojos a la realidad- que AMLO y el PRD juegan con una doble moral y con una doble careta. Va un ejemplo. Por un lado declaran fraudulentas las elecciones presidenciales, pero no las de Congreso, a pesar de que en los dos casos fueron los mismos ciudadanos las que contaron una y otra elección. Pero además, AMLO se propone crear un nuevo gobierno patito -como lo bautizó Carlos Marín-, porque no sirven las instituciones actuales, pero desde la institución del Congreso, de la que forman parte las bancadas de diputados y senadores del PRD, se reclama respeto a la institución del Poder Legislativo. ¿En qué quedamos? ¿No es esa una actitud esquizofrénica?, por decir lo menos.

Responsabilidad compartida

La protesta de fondo es, en efecto, que el presidente Fox metió las manos en el proceso electoral de 2006. Y queda claro a los ojos de todos que así ocurrió, que en mayor o menor medida Fox metió su cuchara a favor de Felipe Calderón. También es cierto que es válida la protesta por esa grosera intromisión. Pero es igualmente cierto que le corresponderá al Tribunal Electoral valorar la calidad de la elección, determinar si la intromisión de Fox resultó determinante para el resultado electoral y, a partir de ese análisis, declarar o no válida la elección.

Pero AMLO no cree en instituciones como el Tribunal Electoral, como el IFE, y en realidad no cree en ninguna institución, a las que por cierto "mandó al diablo". Y si en efecto, como dice AMLO, no sirven esas instituciones, vale un par de preguntas elementales: ¿de quién es la responsabilidad de que esas instituciones no sirvan? Y si sabían que no servían, ¿por qué aceptaron jugar con esas reglas del juego?

En efecto, Fox metió la mano en el proceso electoral, como también la metió AMLO desde el GDF, como también lo hizo Alejandro Encinas. Los empresarios se metieron a la elección, de manera cuestionable, pero también sindicatos corporativos se metieron, con spots a favor de AMLO. Se metió la Iglesia, pero AMLO trató de comprar a la jerarquía de la Iglesia. Y es cierto, no se justifican ni una ni la otra intromisiones. Pero el problema no es ese, el problema es que si Fox y AMLO metieron la mano sucia en las pasadas elecciones, todos los partidos políticos, todos sus líderes, todos sus legisladores sacaron las manos de las reformas que a gritos reclamaba la sociedad.

¿Por qué razón el PRD, el PAN y el PRI no quisieron hacer las reformas electorales urgentes?, sobre todo luego de que en 2000 la elección presidencial resultó altamente manchada por escándalos como Amigos de Fox y Pemexgate. ¿Por que AMLO, en tanto presidente del PRD durante la creación de las actuales reglas electorales, no insistió en perfeccionar esas reglas? La respuesta es muy sencilla y habla del cinismo, la doble moral, el oportunismo y la capacidad de mentir tanto de AMLO, como del PRD y del resto de actores y fuerzas políticas. Nadie quiso perfeccionar la democracia electoral porque todos, incluido AMLO, creyeron que esas reglas les permitirían llegar al poder.

AMLO, igual que Fox, se valieron de los "hoyos negros" de la legislación electoral para llevar agua a su molino, para ganar la elección presidencial. Pero resulta que Fox, con todo el poder presidencial, le ganó la partida a AMLO, quien detrás de sí tenía todo el poder del GDF. Ese es el corazón del problema. Que un aparentemente limitado Fox le ganó la muchacha al galán del barrio al fanfarrón que ya se imaginaba dueño de la muchacha, antes de que ésta le diera el sí. Por eso la rabia enfermiza de AMLO, por eso su cinismo al mandar al diablo las instituciones, entre ellas las electorales, que él mismo ayudó a crear y con la que todavía hace un par de meses se imaginó ganar. Y es que en realidad la responsabilidad por las buenas o malas reglas electorales vigentes es de todos los partidos, de todos los líderes y del sistema político en general.

La venganza de Fox

Y como están las cosas, nadie puede descartar que muy pronto aparezca la respuesta del bando foxista. Ya se especula entre los círculos políticos que el nuevo Congreso, en donde el PRI y el PAN, junto con otros aliados menores, podrían aprobar un paquete de reformas trascendentales y que serían no sólo la despedida de Vicente Fox, sino su cobro de facturas al PRD y a su peor enemigo. Al tiempo.

Ricardo Alemán

aleman2@prodigy.net.mx


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