martes, septiembre 05, 2006
Mecanica Nacional
A decir de un autor hoy en desuso, Carlos Marx, ser radical es ir a la raíz de los asuntos. Tomaron la tribuna, impidieron que el Presidente leyera el mensaje. Resultado: 70 por ciento de los mexicanos condena la acción, 60 por ciento no lo considera una derrota de Fox y uno de cada tres piensa que el gran perjudicado es el PRD. ¡Vaya victoria! Esclavos de la rabia pierden el rumbo. ¿Es México hoy más justo? No, peor aún el prestigio de la izquierda naufraga.
Así mientras Castro impone su linaje dictatorial, como en la mejor de las monarquías, Chávez anuncia un referendo para perpetuarse en el poder y Evo Morales crea su propia asamblea constituyente, en México AMLO se lanza por la abolición de las instituciones y la "refundación" de la República. ¡Descubrió el Artículo 39 constitucional, le falta llegar al 135 y al 136! El nuevo constituyente lo conforman los "Panchos Villas", los taxistas piratas, los "atencos" y un grupo de ciudadanos portadores de la verdad. Falso que AMLO cambiara con la elección. Hay cientos de testimonios de cómo la tentación de rompimiento siempre estuvo presente. (Ver el libro de A. Lajous, "AMLO: Entre la Atracción y el Temor").
¿Cómo llegamos aquí?, ¿cuándo la irreverencia se convirtió en la mejor estrategia de lucha? ¿Cuándo se suplantó al contenido por el espectáculo? ¿Cuándo fue que la farsantería se apoderó de la izquierda? ¿Quién elaboró la teoría del delirio como signo de ser progresista? ¿Dónde quedaron los lectores de Lukács, de Gramsci, de los Ensayos Fabianos y de la tradición del laborismo británico, de la New Left Review o de Perry Anderson, dónde la escuela italiana, o la francesa con Poulantzas o Furet, dónde están todos los grandes críticos de izquierda que reivindican a la política como un arte del pensamiento progresista? ¿Dónde están las enseñanzas de los grandes éxitos de la izquierda moderna, comenzando por el PSOE con González a la cabeza o Lagos y Bachelet? ¿Dónde está la tradición socialdemócrata de la Suecia de Olof Palme o de Alemania? ¿Cuándo la estridencia sustituyó a la propuesta de reivindicación social? ¿Cómo caer en el peligroso juego de la "refundación" de las instituciones que igual usaron Mussolini que Pol Pot?
¿Cuáles son las instituciones de beneficio social creadas por esa izquierda? No vaya a ser que Ávila Camacho salga más progresista. La izquierda lleva tres décadas -ya no es poco tiempo- de participar en la ruta institucional, en la toma de decisiones, de ejercer el poder. Se acabó la historia de la cerrazón autoritaria, de los caminos cerrados y la mejor prueba es su gran avance en la elección del 2006. Pero de pronto: "al diablo con...", nada vale, la República es una farsa, todo porque quizá perdieron una elección. Eso sí, las dietas son cobradas regularmente. ¡Viva el caudillo! Cuando son de izquierda sí se valen los caudillos. La doctrina es el hombre, ésa es la nueva ideología de la izquierda mexicana que aplaude detrás del iracundo líder que no conoce otra verdad que la suya. Suena a autoritarismo, es autoritarismo. ¿Dónde quedó la capacidad de autocrítica? Dónde el fundamento liberal de toda izquierda moderna. De verdad no entendieron a Bobbio y se quedaron con la toma del Palacio de Invierno. La izquierda hoy es vista, pero no escuchada.
Estamos ante un drama mayor. Que Fox no haya podido leer su informe es un agravio a la convivencia democrática. Como bien lo dijo "Chucho" Silva-Herzog M., Fox cosecha el encono que sembró durante años. Creyó que su investidura presidencial le permitía ofender. Pero quizá lo más grave es el sustrato de cultura autoritaria que ha aflorado. Pareciera que a una porción de los mexicanos les gusta el estilo pendenciero, aunque los resultados sean atroces. Si no cómo explicar el grado de aprobación del Presidente, 71 por ciento. Así, por un lado se aplaude la canonización de la afrenta foxista y por el otro se vitorea a quienes quieren una nueva revolución. El único problema es que por esa vía difícilmente generaremos más progreso. ¿Quiénes pagarán esta mecánica nacional? Por supuesto los más pobres. Los pacifistas mexicanos, orgullosos impulsores del Tratado de Tlatelolco, somos incapaces de respetarnos a nosotros mismos. La política como vocación de camorra. La diatriba y el insulto como las grandes expresiones de nuestro ser. Sin ideas rectoras, sin principios sólidos la política mexicana está convertida en una pasarela de pequeñeces que nos ahogan.
Frente al espejo de la democracia nos damos cuenta de que el traje nos queda grande, enorme. Nuestra cultura democrática está por los suelos. No respetamos al adversario, no podemos aceptar la derrota y se niega el diálogo con violencia. Tal para cual: Fox con su inútil popularidad agresiva y AMLO con su república particular. Se desnuda la ignorancia que impide encontrar alternativas para enterrar la pobreza. Nos avasallan esas vergüenzas colectivas que no sirven para nada, pero que exhiben nuestra contrahecha idiosincrasia: ni siquiera la prosperidad es un acuerdo. Mitote decían los antiguos mexicanos para hablar de esa fiesta alcoholizada que terminaba en una autodestrucción lenta pero sistemática. El mitote nos gobierna.
Fox apoyó el mitote desde su curul. Ahora lo padeció. Sembró la diatriba como tónica de trabajo. Ahora la recibe en el rostro. Regó orgullosamente el desprecio por la palabra. La suya ya no cuenta. Recibió la banda presidencial en orden. La entregará huyendo de la realidad que lo acosa. La vanidad de AMLO le impide leer la victoria. Su "República" puede ser la tumba de la izquierda.
Llegó la hora del Tribunal, llegó la hora de acatar.
Así mientras Castro impone su linaje dictatorial, como en la mejor de las monarquías, Chávez anuncia un referendo para perpetuarse en el poder y Evo Morales crea su propia asamblea constituyente, en México AMLO se lanza por la abolición de las instituciones y la "refundación" de la República. ¡Descubrió el Artículo 39 constitucional, le falta llegar al 135 y al 136! El nuevo constituyente lo conforman los "Panchos Villas", los taxistas piratas, los "atencos" y un grupo de ciudadanos portadores de la verdad. Falso que AMLO cambiara con la elección. Hay cientos de testimonios de cómo la tentación de rompimiento siempre estuvo presente. (Ver el libro de A. Lajous, "AMLO: Entre la Atracción y el Temor").
¿Cómo llegamos aquí?, ¿cuándo la irreverencia se convirtió en la mejor estrategia de lucha? ¿Cuándo se suplantó al contenido por el espectáculo? ¿Cuándo fue que la farsantería se apoderó de la izquierda? ¿Quién elaboró la teoría del delirio como signo de ser progresista? ¿Dónde quedaron los lectores de Lukács, de Gramsci, de los Ensayos Fabianos y de la tradición del laborismo británico, de la New Left Review o de Perry Anderson, dónde la escuela italiana, o la francesa con Poulantzas o Furet, dónde están todos los grandes críticos de izquierda que reivindican a la política como un arte del pensamiento progresista? ¿Dónde están las enseñanzas de los grandes éxitos de la izquierda moderna, comenzando por el PSOE con González a la cabeza o Lagos y Bachelet? ¿Dónde está la tradición socialdemócrata de la Suecia de Olof Palme o de Alemania? ¿Cuándo la estridencia sustituyó a la propuesta de reivindicación social? ¿Cómo caer en el peligroso juego de la "refundación" de las instituciones que igual usaron Mussolini que Pol Pot?
¿Cuáles son las instituciones de beneficio social creadas por esa izquierda? No vaya a ser que Ávila Camacho salga más progresista. La izquierda lleva tres décadas -ya no es poco tiempo- de participar en la ruta institucional, en la toma de decisiones, de ejercer el poder. Se acabó la historia de la cerrazón autoritaria, de los caminos cerrados y la mejor prueba es su gran avance en la elección del 2006. Pero de pronto: "al diablo con...", nada vale, la República es una farsa, todo porque quizá perdieron una elección. Eso sí, las dietas son cobradas regularmente. ¡Viva el caudillo! Cuando son de izquierda sí se valen los caudillos. La doctrina es el hombre, ésa es la nueva ideología de la izquierda mexicana que aplaude detrás del iracundo líder que no conoce otra verdad que la suya. Suena a autoritarismo, es autoritarismo. ¿Dónde quedó la capacidad de autocrítica? Dónde el fundamento liberal de toda izquierda moderna. De verdad no entendieron a Bobbio y se quedaron con la toma del Palacio de Invierno. La izquierda hoy es vista, pero no escuchada.
Estamos ante un drama mayor. Que Fox no haya podido leer su informe es un agravio a la convivencia democrática. Como bien lo dijo "Chucho" Silva-Herzog M., Fox cosecha el encono que sembró durante años. Creyó que su investidura presidencial le permitía ofender. Pero quizá lo más grave es el sustrato de cultura autoritaria que ha aflorado. Pareciera que a una porción de los mexicanos les gusta el estilo pendenciero, aunque los resultados sean atroces. Si no cómo explicar el grado de aprobación del Presidente, 71 por ciento. Así, por un lado se aplaude la canonización de la afrenta foxista y por el otro se vitorea a quienes quieren una nueva revolución. El único problema es que por esa vía difícilmente generaremos más progreso. ¿Quiénes pagarán esta mecánica nacional? Por supuesto los más pobres. Los pacifistas mexicanos, orgullosos impulsores del Tratado de Tlatelolco, somos incapaces de respetarnos a nosotros mismos. La política como vocación de camorra. La diatriba y el insulto como las grandes expresiones de nuestro ser. Sin ideas rectoras, sin principios sólidos la política mexicana está convertida en una pasarela de pequeñeces que nos ahogan.
Frente al espejo de la democracia nos damos cuenta de que el traje nos queda grande, enorme. Nuestra cultura democrática está por los suelos. No respetamos al adversario, no podemos aceptar la derrota y se niega el diálogo con violencia. Tal para cual: Fox con su inútil popularidad agresiva y AMLO con su república particular. Se desnuda la ignorancia que impide encontrar alternativas para enterrar la pobreza. Nos avasallan esas vergüenzas colectivas que no sirven para nada, pero que exhiben nuestra contrahecha idiosincrasia: ni siquiera la prosperidad es un acuerdo. Mitote decían los antiguos mexicanos para hablar de esa fiesta alcoholizada que terminaba en una autodestrucción lenta pero sistemática. El mitote nos gobierna.
Fox apoyó el mitote desde su curul. Ahora lo padeció. Sembró la diatriba como tónica de trabajo. Ahora la recibe en el rostro. Regó orgullosamente el desprecio por la palabra. La suya ya no cuenta. Recibió la banda presidencial en orden. La entregará huyendo de la realidad que lo acosa. La vanidad de AMLO le impide leer la victoria. Su "República" puede ser la tumba de la izquierda.
Llegó la hora del Tribunal, llegó la hora de acatar.
Federico Reyes Heroles