miércoles, septiembre 06, 2006
Sueño Mexicano
Andrés Manuel López Obrador se comparó con Martin Luther King Jr. en el artículo que el periódico The New York Times publicó el 11 de agosto. El lunes volvió a compararse, tácitamente, con la siguiente declaración: "Lo que estamos planteando ahora puede ser un sueño, puede ser que no tenga fruto, que fracasemos, pero tenemos la confianza y la responsabilidad de hacerlo; si va adelante nuestro movimiento y transformamos al País, va a ser un servicio a la Patria de gran valía" (EL NORTE, 5/09/06).
Pero también tenemos el incendiario grito de "¡Al diablo con sus instituciones" y las múltiples referencias a una nueva revolución y la idea de un gobierno paralelo. Sin olvidar que AMLO suele compararse con Benito Juárez, Miguel Hidalgo y los héroes de estampita -con la versión de la historia mexicana de las estampitas-, que no es que no tengan méritos, sino que muchas de los hechos que damos por ciertos en realidad no ocurrieron así y para muestra de ello está el grito del padre Miguel Hidalgo el 15 de septiembre de 1810.
AMLO, usted y yo, todos, tenemos una idea de cómo queremos este país. Pero llevar a la realidad esa imagen es una tarea complicada y más aún si no tenemos la disposición al diálogo y si no estamos dispuestos a ceder algo a cambio. Por mi parte, no concibo ese proyecto sin instituciones democráticas sólidas a prueba de partidos, de caudillos y de caprichos de quienes están en el poder o cerca de él.
Coincido con AMLO en que hay problemas urgentes en este país que atañen a las condiciones de vida de un gran sector de la población que no se ha visto favorecido ni por el TLCAN, ni por las políticas gubernamentales y creo que Calderón, si quiere reconciliar al país, debe empezar por atender las necesidades de este sector.
Pero discrepo en la idea de que hay que mandar al diablo las instituciones. Basta con reformarlas. Y ahí es donde su partido -todos los partidos- tienen que hacer un "mea culpa" y reconocer que cada quien en su momento obstaculizó estas reformas. Todos saben que deben llevarse a cabo, pero todos esperan a que sean ellos los que se lleven los laureles cuando sean la mayoría del Congreso y ocupen la Presidencia.
Así, palabras más, palabras menos, lo expresó Roberto Madrazo en una reunión que tuvimos en el marco del arranque de su campaña presidencial en Nuevo León en marzo pasado. Ésa era la razón para votar por él: porque ahora sí se aprobarían las reformas energéticas, fiscales y de Estado que tanta falta hacen. Su postura no es distinta a la de otros políticos que anteponen sus propios intereses a los de la nación. Al fin y al cabo saltan de puesto en puesto y siempre están dentro de la jugada política.
En la transición a la democracia en que nos encontramos debemos vencer la tentación de mandar todo al diablo, como sugiere AMLO. Si algo nos queda claro es que debe haber un mayor control de las partidas destinadas a las campañas, los anuncios negativos, la intervención del Ejecutivo -incluyendo los programas de ayuda social-, entre otros.
El IFE no se salva. Es indudable que ha realizado una labor valiosísima que garantiza elecciones limpias y transparentes y es un logro de todos que sea un órgano ciudadano independiente (¿ya se le olvidó a Bartlett de qué lado estaba la noche que "se cayó el sistema" en 1988?). Por lo tanto, deberá poner atención al fallo del Trife y corregir lo que le corresponde para perfeccionar nuestros comicios y hacerlos a prueba de berrinches.
Gabriela de la Paz
gdelapaz@itesm.mx
Pero también tenemos el incendiario grito de "¡Al diablo con sus instituciones" y las múltiples referencias a una nueva revolución y la idea de un gobierno paralelo. Sin olvidar que AMLO suele compararse con Benito Juárez, Miguel Hidalgo y los héroes de estampita -con la versión de la historia mexicana de las estampitas-, que no es que no tengan méritos, sino que muchas de los hechos que damos por ciertos en realidad no ocurrieron así y para muestra de ello está el grito del padre Miguel Hidalgo el 15 de septiembre de 1810.
AMLO, usted y yo, todos, tenemos una idea de cómo queremos este país. Pero llevar a la realidad esa imagen es una tarea complicada y más aún si no tenemos la disposición al diálogo y si no estamos dispuestos a ceder algo a cambio. Por mi parte, no concibo ese proyecto sin instituciones democráticas sólidas a prueba de partidos, de caudillos y de caprichos de quienes están en el poder o cerca de él.
Coincido con AMLO en que hay problemas urgentes en este país que atañen a las condiciones de vida de un gran sector de la población que no se ha visto favorecido ni por el TLCAN, ni por las políticas gubernamentales y creo que Calderón, si quiere reconciliar al país, debe empezar por atender las necesidades de este sector.
Pero discrepo en la idea de que hay que mandar al diablo las instituciones. Basta con reformarlas. Y ahí es donde su partido -todos los partidos- tienen que hacer un "mea culpa" y reconocer que cada quien en su momento obstaculizó estas reformas. Todos saben que deben llevarse a cabo, pero todos esperan a que sean ellos los que se lleven los laureles cuando sean la mayoría del Congreso y ocupen la Presidencia.
Así, palabras más, palabras menos, lo expresó Roberto Madrazo en una reunión que tuvimos en el marco del arranque de su campaña presidencial en Nuevo León en marzo pasado. Ésa era la razón para votar por él: porque ahora sí se aprobarían las reformas energéticas, fiscales y de Estado que tanta falta hacen. Su postura no es distinta a la de otros políticos que anteponen sus propios intereses a los de la nación. Al fin y al cabo saltan de puesto en puesto y siempre están dentro de la jugada política.
En la transición a la democracia en que nos encontramos debemos vencer la tentación de mandar todo al diablo, como sugiere AMLO. Si algo nos queda claro es que debe haber un mayor control de las partidas destinadas a las campañas, los anuncios negativos, la intervención del Ejecutivo -incluyendo los programas de ayuda social-, entre otros.
El IFE no se salva. Es indudable que ha realizado una labor valiosísima que garantiza elecciones limpias y transparentes y es un logro de todos que sea un órgano ciudadano independiente (¿ya se le olvidó a Bartlett de qué lado estaba la noche que "se cayó el sistema" en 1988?). Por lo tanto, deberá poner atención al fallo del Trife y corregir lo que le corresponde para perfeccionar nuestros comicios y hacerlos a prueba de berrinches.
Gabriela de la Paz
gdelapaz@itesm.mx