lunes, marzo 13, 2006
Tácticas de Guerra
Madrazo y Calderón, al parecer, comienzan a despertar. Después de tanto tiempo desperdiciado en conflictos internos y en propaganda insulsa, hay señales de que ya se dieron cuenta de cómo vienen las cosas. Las elecciones son el 2 de julio, pero esto se acaba casi un mes antes, con el inicio del mundial de futbol. Enfrente tienen a un candidato, López Obrador, y a un partido, el PRD, que no están en una elección, sino en una guerra. Hay que reconocerlo, porque así lo han manifestado sus más conspicuos aliados: ellos están en guerra.
Para el PRD y sobre todo para su candidato a la Presidencia, es ahora o nunca para lanzarse sobre Palacio Nacional. De preferencia con base en votos, pero si no, igual van a ir adelante. Las señales son abundantes de que se preparan en dos frentes: en el legal de los comicios, y en el de la calle y las movilizaciones desestabilizadoras. Para el PRI y para el PAN tampoco hay mañana, porque así se lo han planteado el PRD y su candidato.
Les han declarado la guerra. Y en las guerras hay triunfadores y perdedores. Un triunfo de López Obrador es el fin de la alternancia. La instauración del “referéndum revocatorio” del mandato también sirve para ratificarlo y prolongarlo, como Chávez en Venezuela. El PRI no aguanta una persecución en forma como es la que se viene con López Obrador, acompañada de coptación de cuadros que se quieran purificar pasándose a las filas del lopezobradorismo. Madrazo tiene razón, un triunfo de López Obrador es el fin del PRI. No debió decirlo el candidato, pero eso es otra cosa. Y el PAN tampoco resiste una embestida desde el poder a la manera en que lo insinúa López Obrador contra los banqueros y “los de arriba”. Para los panistas un triunfo de López es volver a vivir arrinconado, con votaciones marginales como las que tenían hasta el gobierno de Miguel de la Madrid.
Un triunfo de López Obrador es el fin de la división de poderes como la que de manera incipiente e imperfecta tenemos. ¿Cómo trató López Obrador al Poder Legislativo durante su gobierno en el DF? A la Asamblea capitalina la sometió con su partido. Ahí los “representantes populares” hacían la voluntad de López Obrador y ninguna otra. A su partido, el PRD, le hizo pasar la vergüenza de echar para atrás leyes que sus asambleístas habían promovido y aprobado.
Al Congreso federal lo trajo a patadas. Cada vez que la Comisión Permanente aprobó por mayoría un punto de acuerdo que lo exhortaba a apegarse a las leyes, contestó desafiante: “A mí esos puntos de acuerdo me hacen lo que el viento a Juárez”. Y cuando la Cámara de Diputados discutía una reforma en materia educativa que no le gustó nada a López Obrador, su subsecretario de Gobierno, Martí Batres, organizó con la diputada Dolores Padierna la toma violenta de San Lázaro.
Al Poder Judicial lo insultó hasta cansarse. Al Presidente de la Suprema Corte lo hostigó, lo calumnió y acusó de todo lo que le quiso. A los jueces y magistrados no los bajó de corruptos que actuaban con línea en contra suya.
A los medios de comunicación no les fue mejor cuando se publicaron cosas que no eran de su agrado. Llamó a boicotear la línea editorial de Crónica. Usó la publicidad como elemento de cooptación y de chantaje. Insultó a otros medios de comunicación que publicaron encuestas que no eran de su agrado. Así trató López Obrador a los poderes. ¿Cómo los va a tratar cuando tenga todo el poder? ¿Qué va a pasar con el país si gana López Obrador? Pues eso va a pasar: será el fin de las instituciones y el resurgimiento del régimen de caudillos.
Con la economía, igual. ¿De dónde va a sacar López Obrador los 352 mil millones de pesos adicionales al presupuesto, que necesita para cumplir sus cinco ofertas básicas? Va a optar por el gasto deficitario, porque no tiene de otra si no quiere hacer reformas. Así lo hizo en el DF.
Para quienes han advertido del riesgo que implica la opción demagógica de López Obrador, va a ser muy triste escribir dentro de unos años que “teníamos razón”, o apuntar que “se los dije”. Para el PRI y el PAN es ahora o nunca. Tiene toda la razón Josefina Vázquez Mota cuando afirma que lo que está en juego no es un cambio de gobierno en Los Pinos, sino que está de por medio el destino del país por los próximos 40 años. Por eso resulta alentador el cambio en la propaganda de Madrazo y en la de Calderón. Directo a desenmascarar a López Obrador, que no quiere debatir.
Vamos a ver si al fin se percatan de que es absurdo que PRI y PAN se entrelacen en un pleito, pues sólo favorece a López Obrador. Que no tiene caso pelearse por el segundo lugar. Que si gana el PRI no desaparecen las instituciones. Y si gana el PAN no desaparece el PRI ni se abolla la democracia. Les guste o no, ha sido la confluencia de PRI y PAN la que ha logrado las reformas modernizadoras del país, y sólo entre esas dos fuerzas se van a poder dar las que faltan. A ningún lado van a llegar Calderón con spots que hablan de sus manos limpias, de su familia y de su pasión por México. Madrazo está en el limbo si cree que gana algo con gastarse su dinero en anuncios de que él sí puede hacer las cosas y que es buen corredor de fondo. Es posible, y deseable, que ya se hayan dado cuenta que les declararon la guerra. Y que López Obrador y su equipo actúan en consecuencia: en la guerra, para ellos, todo se vale.
Especialmente, en este caso, mentir. Por eso dicen un día que Vázquez Mota es hipócrita y cínica al pasar de la Secretaría de Desarrollo Social a la coordinación de la campaña de Calderón. Y dos semanas después incorporan a la secretaria de Desarrollo Social del GDF a la campaña de López Obrador. Por eso atacan al PRI y al PAN por corruptos, cuando el funcionario mejor pagado de la empresa constructora Quart era el secretario de Finanzas de López Obrador.
Por eso quieren que Fox no hable ni en discursos, pero Encinas invita a la gente a participar en los programas sociales, a través de volantes que llevan impreso el lema de la candidatura de López Obrador.
Por eso dicen que no tienen dinero, pero llevan cinco años en campaña financiándose con recursos públicos.
Por eso chantajean al IFE, y éste se dobla.
Por eso mantienen relación con el gobierno de Chávez, que alienta las células bolivarianas en México, que les van a servir si el resultado electoral no les es favorable.
Por eso promueven movilizaciones sindicales al punto de amenazar con un paro nacional. ¿O cuál es el motivo de la agitación de sindicatos, entonces? ¿La defensa de un dirigente minero con cuentas bancarias en tres continentes? Claro que no. Napoleón Gómez Urrutia es sólo un pretexto. Un pretexto para mantener viva la llama de las movilizaciones y tensar el ambiente. “Calentar el brazo” para lo que viene, diría un beisbolista.
Tácticas de guerra, todas. Van hacia Palacio Nacional por las buenas o por las malas. Y a ver quién lo saca de ahí después de seis años. Salvo que Madrazo y Calderón acaben de despertar. Parece que sí.
Pablo Hiriart, La Cronica, lunes 13 de marzo 2006
phiriart@cronica.com.mx
Para el PRD y sobre todo para su candidato a la Presidencia, es ahora o nunca para lanzarse sobre Palacio Nacional. De preferencia con base en votos, pero si no, igual van a ir adelante. Las señales son abundantes de que se preparan en dos frentes: en el legal de los comicios, y en el de la calle y las movilizaciones desestabilizadoras. Para el PRI y para el PAN tampoco hay mañana, porque así se lo han planteado el PRD y su candidato.
Les han declarado la guerra. Y en las guerras hay triunfadores y perdedores. Un triunfo de López Obrador es el fin de la alternancia. La instauración del “referéndum revocatorio” del mandato también sirve para ratificarlo y prolongarlo, como Chávez en Venezuela. El PRI no aguanta una persecución en forma como es la que se viene con López Obrador, acompañada de coptación de cuadros que se quieran purificar pasándose a las filas del lopezobradorismo. Madrazo tiene razón, un triunfo de López Obrador es el fin del PRI. No debió decirlo el candidato, pero eso es otra cosa. Y el PAN tampoco resiste una embestida desde el poder a la manera en que lo insinúa López Obrador contra los banqueros y “los de arriba”. Para los panistas un triunfo de López es volver a vivir arrinconado, con votaciones marginales como las que tenían hasta el gobierno de Miguel de la Madrid.
Un triunfo de López Obrador es el fin de la división de poderes como la que de manera incipiente e imperfecta tenemos. ¿Cómo trató López Obrador al Poder Legislativo durante su gobierno en el DF? A la Asamblea capitalina la sometió con su partido. Ahí los “representantes populares” hacían la voluntad de López Obrador y ninguna otra. A su partido, el PRD, le hizo pasar la vergüenza de echar para atrás leyes que sus asambleístas habían promovido y aprobado.
Al Congreso federal lo trajo a patadas. Cada vez que la Comisión Permanente aprobó por mayoría un punto de acuerdo que lo exhortaba a apegarse a las leyes, contestó desafiante: “A mí esos puntos de acuerdo me hacen lo que el viento a Juárez”. Y cuando la Cámara de Diputados discutía una reforma en materia educativa que no le gustó nada a López Obrador, su subsecretario de Gobierno, Martí Batres, organizó con la diputada Dolores Padierna la toma violenta de San Lázaro.
Al Poder Judicial lo insultó hasta cansarse. Al Presidente de la Suprema Corte lo hostigó, lo calumnió y acusó de todo lo que le quiso. A los jueces y magistrados no los bajó de corruptos que actuaban con línea en contra suya.
A los medios de comunicación no les fue mejor cuando se publicaron cosas que no eran de su agrado. Llamó a boicotear la línea editorial de Crónica. Usó la publicidad como elemento de cooptación y de chantaje. Insultó a otros medios de comunicación que publicaron encuestas que no eran de su agrado. Así trató López Obrador a los poderes. ¿Cómo los va a tratar cuando tenga todo el poder? ¿Qué va a pasar con el país si gana López Obrador? Pues eso va a pasar: será el fin de las instituciones y el resurgimiento del régimen de caudillos.
Con la economía, igual. ¿De dónde va a sacar López Obrador los 352 mil millones de pesos adicionales al presupuesto, que necesita para cumplir sus cinco ofertas básicas? Va a optar por el gasto deficitario, porque no tiene de otra si no quiere hacer reformas. Así lo hizo en el DF.
Para quienes han advertido del riesgo que implica la opción demagógica de López Obrador, va a ser muy triste escribir dentro de unos años que “teníamos razón”, o apuntar que “se los dije”. Para el PRI y el PAN es ahora o nunca. Tiene toda la razón Josefina Vázquez Mota cuando afirma que lo que está en juego no es un cambio de gobierno en Los Pinos, sino que está de por medio el destino del país por los próximos 40 años. Por eso resulta alentador el cambio en la propaganda de Madrazo y en la de Calderón. Directo a desenmascarar a López Obrador, que no quiere debatir.
Vamos a ver si al fin se percatan de que es absurdo que PRI y PAN se entrelacen en un pleito, pues sólo favorece a López Obrador. Que no tiene caso pelearse por el segundo lugar. Que si gana el PRI no desaparecen las instituciones. Y si gana el PAN no desaparece el PRI ni se abolla la democracia. Les guste o no, ha sido la confluencia de PRI y PAN la que ha logrado las reformas modernizadoras del país, y sólo entre esas dos fuerzas se van a poder dar las que faltan. A ningún lado van a llegar Calderón con spots que hablan de sus manos limpias, de su familia y de su pasión por México. Madrazo está en el limbo si cree que gana algo con gastarse su dinero en anuncios de que él sí puede hacer las cosas y que es buen corredor de fondo. Es posible, y deseable, que ya se hayan dado cuenta que les declararon la guerra. Y que López Obrador y su equipo actúan en consecuencia: en la guerra, para ellos, todo se vale.
Especialmente, en este caso, mentir. Por eso dicen un día que Vázquez Mota es hipócrita y cínica al pasar de la Secretaría de Desarrollo Social a la coordinación de la campaña de Calderón. Y dos semanas después incorporan a la secretaria de Desarrollo Social del GDF a la campaña de López Obrador. Por eso atacan al PRI y al PAN por corruptos, cuando el funcionario mejor pagado de la empresa constructora Quart era el secretario de Finanzas de López Obrador.
Por eso quieren que Fox no hable ni en discursos, pero Encinas invita a la gente a participar en los programas sociales, a través de volantes que llevan impreso el lema de la candidatura de López Obrador.
Por eso dicen que no tienen dinero, pero llevan cinco años en campaña financiándose con recursos públicos.
Por eso chantajean al IFE, y éste se dobla.
Por eso mantienen relación con el gobierno de Chávez, que alienta las células bolivarianas en México, que les van a servir si el resultado electoral no les es favorable.
Por eso promueven movilizaciones sindicales al punto de amenazar con un paro nacional. ¿O cuál es el motivo de la agitación de sindicatos, entonces? ¿La defensa de un dirigente minero con cuentas bancarias en tres continentes? Claro que no. Napoleón Gómez Urrutia es sólo un pretexto. Un pretexto para mantener viva la llama de las movilizaciones y tensar el ambiente. “Calentar el brazo” para lo que viene, diría un beisbolista.
Tácticas de guerra, todas. Van hacia Palacio Nacional por las buenas o por las malas. Y a ver quién lo saca de ahí después de seis años. Salvo que Madrazo y Calderón acaben de despertar. Parece que sí.
Pablo Hiriart, La Cronica, lunes 13 de marzo 2006
phiriart@cronica.com.mx