domingo, julio 05, 2020

 

Intentar y lograr

Guanajuato se está convirtiendo en el Chihuahua de hace 10 años, e Irapuato y otras ciudades cercanas, en el Ciudad Juárez. El primero de este mes asesinaron en Irapuato a 26 jóvenes. Mientras, AMLO celebraba su triunfo electoral con estas palabras: "Nunca se ha reprimido al pueblo ni hemos permitido masacres".

 

No ha reprimido, es cierto. Pero las masacres no necesitan permiso, como se ve con tanta frecuencia. Los enfrentamientos de las Fuerzas Armadas con criminales donde solo mueren criminales también se siguen dando. El Ejército acribilló a 13 sicarios en Nuevo Laredo el viernes.

 

La respuesta de AMLO fue fiel a su estilo: con todo respeto y aclarando que no abandonaría al pueblo de Guanajuato, culpó del problema a la Fiscalía del propio Estado y a su Gobernador. Ciertamente tienen una gran parte de la responsabilidad, pero dividiendo no se puede enfrentar al crimen.

 

El 31 de enero del 2010, en Ciudad Juárez, 60 estudiantes fueron asesinados en una fiesta. Calderón también reaccionó mal: "si los mataron es porque en algo andaban". Pronto se supo que no andaban en nada.

 

Ante la fuerte crítica mediática (hay que revisar cómo trataban al entonces Presidente), Calderón optó por encabezar el acto "Todos somos Juárez". Fue el arranque de una exitosa estrategia de seguridad. Incluía un abanico de medidas sociales para ayudar a los jóvenes a no caer en el mundo de las pandillas, coordinada desde la cabeza del Ejecutivo, con participación de los tres niveles de gobierno (el Gobernador de Chihuahua y el Presidente Municipal de Ciudad Juárez eran priistas), y con una amplia intervención de la sociedad civil.

 

Algunos podrían argumentar que Calderón era el responsable de la violencia y tenía que actuar, pero quien sea el Presidente es responsable de los problemas, propios o heredados. El crimen organizado le compete constitucionalmente a la Federación.

 

AMLO recuerda constantemente la complicada situación que heredó y los esfuerzos heroicos emprendidos para limpiar el cochinero. También nos recuerda que las condiciones sociales que llevan a la violencia están mejorando, lo cual es preocupante porque la pobreza está subiendo de forma alarmante.

 

Veo difícil que opte por una política de unidad con una estrategia renovada. Lo suyo es distraer provocando y poner toda su atención en las futuras elecciones, sin pensar en las consecuencias de mediano plazo de sus decisiones o la falta de ellas.

 

Salvo unas palabras a las horas del atentado contra Omar García Harfuch, no ha dado un enérgico mensaje de apoyo a este sí heroico servidor público. Nunca se reúne con las víctimas o sus familiares, salvo si son sus aliados políticos, como los padres de los estudiantes asesinados de Ayotzinapa.

 

El Presidente fue claro el día posterior al atentado: "no le vamos a declarar la guerra a nadie". No parece haberse enterado de que el atentado fue una declaración de guerra al Estado cuyo jefe es él. Con abrazos va a capitular. Que no le llame guerra, sino política de respeto al Estado de derecho.

 

El País necesita construir una política de Estado integral, que no solo sea tener a las Fuerzas Armadas en la calle, sino una política social pensada para las zonas de mayor violencia y con el involucramiento de todos: partidos políticos, los tres niveles de gobierno y sociedad civil. Sin inteligencia y unidad no es posible enfrentar a un crimen que cada vez respeta menos al Estado. AMLO puede empezar por encabezar un "Todos somos Guanajuato" y organizar su agenda para supervisar las acciones contra la violencia, no en dar banderazos de salida.

 

AMLO cerró su discurso de celebración a dos años de su triunfo con una cita de Lope de Vega: "en empresa de tanta gloria, solo intentarlo es victoria". Ojalá bastara con intentarlo para ser un buen Presidente. En materia de seguridad, no parece siquiera que lo esté intentando de verdad.

 

Carlos Elizondo Mayer-Serra


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