martes, julio 14, 2020

 

El verano de nuestro descontento (económico)

La ruina de la inversión

El dato de abril sobre la inversión fija bruta (Inegi) puso de manifiesto lo anticipado por los analistas: un desplome dramático (-37 por ciento). Aclaro que se previó la dirección, pero no la magnitud. Aparte de la caída coyuntural, las estadísticas correspondientes muestran más de un año de variaciones negativas, y un cuatrienio previo de virtual estancamiento. Esto seguramente se traducirá en una reducción de la tasa potencial de crecimiento de la economía, ya de por sí muy pequeña. Las dislocaciones sufridas por el aparato   productivo, debido al Covid-19 y a las políticas públicas adoptadas para acotarlo, impactarán en el mismo sentido. Las estimaciones (conjeturas razonadas) referentes al largo plazo, sitúan el crecimiento anual promedio en algo así como 2% anual. La perspectiva es muy preocupante, por no decir alarmante.

 

Hay quienes opinan que la entrada en vigor del T-MEC significará un cambio favorable en el entorno. Ciertamente, el flamante acuerdo reduce parte de la incertidumbre reinante - aunque conlleva algunos riesgos nuevos-. Como quiera, a juzgar por lo sucedido en el pasado (no tan) cercano, es razonable apuntar que los factores causales del raquitismo   de la formación de capital son mayormente internos.

 

Una encuesta de Banxico sobre expectativas (01/07/20), cuantifica lo que sabemos por la mera observación casual: la situación económica está mal y tenderá a empeorar, y no es momento para invertir.

 

De paso, en mayo, para reconfirmar la gravedad del caso, la producción industrial se cayó 30 por ciento en términos anuales (Inegi).

 

Con las debidas disculpas para Shakespeare (Ricardo III), este es apenas el verano de nuestro descontento.

 

 

Más Estado: otro libro y la inversión

La semana pasada incluí en mi artículo una lista de libros recomendables sobre el crecimiento de la participación del Estado en la economía. Debí añadir uno muy bueno: Government versus Markets, de Vito Tanzi. El siguiente párrafo, tomado del prefacio, ilustra su tesis central: "...si los gobiernos dirigieran sus esfuerzos más a promover la eficiencia y la equidad de los mercados, y menos a reemplazarlos a causa de sus presuntas 'fallas', podrían reducir significativamente sus gastos y sus impuestos, y continuar ofreciendo a los ciudadanos los bienes y servicios públicos que sólo la intervención estatal puede proveer eficientemente". La cita admite un par de calificaciones, pero su núcleo, según creo, es sólido.

 

Un ejemplo a la Tanzi

Reemplazar a las empresas privadas por empresas gubernamentales ha sido una tentación recurrente en México. (Una decisión reciente de la CFE ilustra el punto). Ello tiende a reducir tanto la eficiencia como el dinamismo de la economía. Además, enturbia el ambiente para la inversión de los particulares.

 

Un gobierno-empresario simplemente no tiene los incentivos "correctos" para operar: sus decisiones están fatalmente politizadas. De ahí se derivan su típico exceso de personal; su rigidez administrativa; su debilidad financiera crónica; su lentitud de respuesta frente a cambios en la demanda; su torpeza como inversionista; etc. Esta lista hipotética de defectos parece una descripción de Pemex en la actualidad. Y me temo que será aplicable, entre otros casos, al tren de la selva. Ojalá me equivoque.

 

Everardo Elizondo


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