domingo, marzo 25, 2018

 

Chapulinato

Juan Sánchez Azcona usó la palabra "porfiriato" para referirse al régimen de Porfirio Díaz en su periódico México Nuevo (1909-1910), que acabó clausurado. Secundó el movimiento de Francisco I. Madero, del que después fue secretario particular. Pero Madero no usa porfiriato en su libro de 1908 "La Sucesión Presidencial en 1910". Sánchez Azcona (o quien haya sido el inventor) pudo haberse inspirado en la palabra "virreinato".

 

Alfonso Reyes (XXII, 437-439) dice que porfiriato era un neologismo de uso ocasional hasta que Daniel Cosío Villegas lo popularizó. Sugiere otro modelo: "triunvirato". Tanto triunvirato como virreinato y porfiriato se usan como nombre del periodo histórico correspondiente a un régimen político.

 

En 1911, el porfiriato terminó con la renuncia del Presidente Díaz ante la revolución. En 1928, cuando Plutarco Elías Calles terminó su Presidencia, y el sucesor electo (Álvaro Obregón) fue asesinado, decidió retirarse a una posición por encima de los Presidentes, y se llamó a sí mismo Jefe Máximo de la Revolución.

 

Se habló entonces de un "maximato", que duró hasta 1936, cuando el Presidente Cárdenas lo expulsó del País. Muchos años después, hubo un presunto "salinato" de Carlos Salinas de Gortari, pero terminó antes de empezar, porque su candidato a sucederlo (Luis Donaldo Colosio) fue asesinado en 1994.

 

Los Gabinetes presidenciales en México siempre han sido inestables, pero en el siglo 20 los cambios se hacían desde arriba. El presidencialismo no toleraba que los aspirantes se movieran por su cuenta.

 

Había reglas no escritas, pero imperiosas: "Nadie le dice No al Señor Presidente". "Nadie le renuncia al Señor Presidente". "Todo se perdona, menos la traición". En particular, para los aspirantes a subir: "El que se mueve, no sale". La autopromoción era discretísima y peligrosa. Se consideraba insubordinación.

 

Hace unos años, cuando empezó la autopromoción descarada y el salto de unos puestos a otros por iniciativa propia, la nueva realidad no tenía nombre. Para señalarla, se habló de "chapulines", quizá porque el chapulín de milpa (Sphenarium purpurascens) da saltos descomunales para su pequeñez.

 

La metáfora contrasta con la tradición sumisa del presidencialismo, en el que los ascensos se esperaban mansamente de un sexenio a otro; aunque también se daban en el mismo sexenio, por necesidades del Señor Presidente, que movía sus piezas.

 

En el "chapulinato" hay seis elementos. La indisciplina: Los cambios no sumisos, sino buscados por iniciativa propia. La impaciencia: No esperar al término del periodo correspondiente al puesto que se ocupa. La deslealtad: Pasar de una lealtad a otra, igualmente relativa, transitoria o nula. El oportunismo: No tener inconveniente en cambiar de ramo, especialidad, facción o partido. El éxito: El ascenso como botín logrado, no como premio recibido. La impunidad: ¿Qué se le puede exigir al que estuvo de paso?

 

La acelerada rotación de funcionarios (desde arriba o por iniciativa propia) hace inestable la administración. En el sexenio de Enrique Peña Nieto, de los 29 puestos del Gabinete ampliado, únicamente seis han tenido un solo titular. Los otros 23 han tenido dos, tres y hasta cuatro.

 

Con Procuradores que duran año y medio, ¿cómo puede haber procuración de justicia? Las fuerzas armadas (ésas sí con un solo titular) no pueden volver a sus cuarteles, a pesar de las críticas peñistas a la "guerra de Calderón" y la promesa de un cambio de enfoque, que nunca se vio. Con Secretarios de Hacienda que duran dos años, ¿cómo puede haber impulso al crecimiento?

 

Cabe decir algo semejante de las Secretarías de Relaciones Exteriores, Educación Pública, Función Pública y Sedatu; de Pemex, la CFE, el IMSS, el ISSSTE o la Comisión Nacional de Seguridad. Han tenido tres titulares, con una duración promedio inferior a dos años. Ya no se diga Sedesol, que ha tenido cuatro.

 

La inestabilidad puede observarse en José Antonio Meade, que ha sido titular de tres Secretarías sucesivas en menos de cinco años y ahora tiene una cuarta posición: candidato a la Presidencia.

 

En el virreinato había un rey al que se le rendían cuentas. En el porfiriato y el maximato, un General. En el chapulinato hay un vacío de autoridad. En torno al vacío, zumban y giran los enjambres de chapulines aspirantes a más. Para los chapulines, no se trata de gobernar y hacerlo bien, atendiendo las oportunidades y problemas del País. Se trata de saltar a otra posición con más poder y presupuesto.

 

Gabriel Zaid


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