jueves, febrero 22, 2018
Honestidad creciente
Andrés Manuel López Obrador no engaña a nadie. Con sus dichos y hechos anuncia con toda claridad el tipo de gobierno que quiere encabezar. Si alguien, deliberadamente, quiere exculparlo por incorporar nuevos aliados que rompen su pacto implícito con los anteriores, o busca diluir propuestas económicas o de política social inviables, lo hace por autoengaño. López Obrador es, en ese sentido, absolutamente honesto. En otros sentidos de la palabra, no tanto, claro.
Ya alguna vez le comentaba cómo los políticos mexicanos, especialmente los del viejo régimen, no consideran deshonesto el uso de recursos públicos como si fuesen propios, o para la organización y desarrollo de campañas. Su concepción de corrupción se limita a quienes toman dinero para su beneficio personal.
López Obrador ha planteado sus principales ideas económicas. Considera que México debe buscar la autosuficiencia alimentaria y energética, y para ello ha delineado algunas ideas específicas, incluyendo la construcción de varias refinerías. Tiene una concepción de la política social eminentemente asistencialista, y ha anunciado diversos tipos de becas y apoyos. No le gusta la participación privada en muchas actividades, y por ello propone echar atrás la reforma energética (aunque su empresario Alfonso Romo cree otra cosa) e interrumpir la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México. Los costos de estas decisiones, que se miden en miles de millones de dólares, cree que puede cubrirlos eliminando la corrupción. Afirma que puede recuperar 500 mil millones de pesos, aunque su ámbito directo de acción, en caso de ser presidente, tiene un presupuesto apenas del doble de eso. A lo mejor incluye en sus cuentas a las empresas 'paraestatales', que duplican el monto. Es decir que cree posible ahorrar 25 por ciento del dinero que tiene el sector público federal, tan sólo reduciendo el pago a los altos funcionarios, porque al personal de base le ha ofrecido aumentos salariales. Es totalmente imposible. Ahora que si considera quitarle el dinero a los gobiernos estatales, suena más probable, pero eso implica un control sobre el Legislativo que el presidente dejó de tener hace 20 años.
Tal vez por ello ofrece ahora una nueva constitución, que será una 'Constitución Moral'. Lo hizo en evento del Partido Encuentro Social, uno de los que lo apoyan, que tiene planteamientos muy conservadores, parecidos a los del senador Chema Martínez, que ha dejado al PAN para sumarse a Morena. La vena conservadora de López Obrador, que no es nueva, se refuerza ahora como nunca antes, y hace perfectamente imaginable un intento totalitario, es decir, la conformación de un régimen personalista, amparado en creencias religiosas, y sustentado en la ruptura institucional propia del caudillo que reparte prebendas para lograrlo.
Ha convocado a líderes sindicales creados en la transición del corporativismo, como Elba Esther o Napoleón Gómez Urrutia. Ambos tienen dificultades con la justicia, muchos recursos, y la voluntad de recuperar el control de los sindicatos. Junto con ellos, se han sumado decenas de liderazgos priistas locales. La oferta de amnistía, por un lado, y el poco espacio en un PRI de ala caída, por el otro, están permitiendo que Morena se trague al PRI, empezando por lo más viejo.
Es decir que la propuesta es transparente. Las políticas públicas consisten en: una economía cerrada, con gran intervención del Estado, orientada hacia el sector primario (energía, agropecuario); una política social asistencialista; amnistía y negociación para la pacificación. En términos políticos, el régimen contará con un líder suprainstitucional, una 'Constitución Moral', y la intermediación será realizada por los viejos dirigentes corporativos, hasta hace muy poco, todos del PRI.
Algo muy parecido ocurrió en Venezuela, país al que siguen admirando varios integrantes del círculo más cercano a AMLO. Y también era evidente desde antes. Y no lo creyeron, o hasta lo promovieron. Quede dicho.
Macario Schettino