sábado, septiembre 11, 2010

 

Ejemplo y envidia

Desde hace tiempo que he preferido observar los resultados de las acciones de nuestras autoridades y he dejado de escuchar lo que dicen. Lamentablemente, el juego mediático en el que nos encontramos hace a la autoridad decir cosas sólo para la foto, las cuales desafortunadamente no sabe cómo se ejecutarán.

Así es posible ver que a pesar de que los ciudadanos reclaman coordinación, generosidad y humildad de parte de sus autoridades para ordenar la Ciudad y planear una adecuada reconstrucción con los recursos públicos de todos, se disputan la autoría de las acciones.

Si pudiéramos resumir lo que representa celebrar en esta semana que está por comenzar los inicios de los movimientos sociales que dieron por resultado la Independencia y la Revolución, esto tendría que ser la inconsistencia de los logros obtenidos.

Por supuesto, no soy partidario de quienes sostienen la falta de razones para celebrar en estas épocas en las que el País recupera su dinamismo económico muy lentamente, y los problemas sociales aún siguen siendo temas pendientes.

Me parece, sin embargo, que en estos momentos de júbilo recomendado por nuestras autoridades debemos comprender que tanto la Independencia como la Revolución fueron guerras de coraje, de desesperación, pero no fueron movimientos de logros o de una búsqueda de un mejor futuro concreto. El resultado fue quitar el poder a unos para dárselo a otros, sin importar la esencia de nuestra comunidad como mexicanos.

Hoy muy pocos recuerdan la fecha que para mí es más importante en torno a la Independencia: el 27 de septiembre de 1821, día en que oficialmente termina la guerra y comienza la etapa del México independiente, paz y consolidación. ¿Por qué nos acordamos más del inicio y no del final del movimiento armado?

Creo que porque nos cuesta mucho a los mexicanos terminar lo que empezamos. Nos gusta celebrar inicios de algo, pero se nos olvida acabarlo.

Nuestra debilidad democrática e institucional en muchos ámbitos de la vida nacional parece ser el reflejo de que los valores que se ofrendaron para hacernos independientes y soberanos con derechos más plenos para la sociedad no parecen importar ahora.

En una democracia representativa madura deben ser los actores políticos los que acarreen los valores de sus representados y ser capaces de instrumentar las decisiones necesarias de beneficio común. En el autoritarismo, el responsable de las decisiones recae en una persona o un grupo de personas.

En México no tenemos claro el papel que juega otro actor fundamental en la generación de una gobernanza clara: los ciudadanos, y es que, acostumbrados a ser un poco reflejo de las órdenes de "los de arriba", de manera confortable por un lado y por otro de manera irresponsable, hemos permitido que sólo los más vociferantes, aunque carentes de principios y valores, puedan dirigir la agenda gubernamental.

Junto a ello, no existe en la Constitución y en nuestra libertad ganada hace casi 200 años ninguna obligación de formar ciudadanos. ¿Quién debe ser responsable de crear ciudadanos responsables? México transita en una democracia sin rendición de cuentas, por ejemplo, que molesta, lastima.

Es necesario buscar la dirección y los incentivos adecuados para hacer regresar el tren del trabajo conjunto, del trabajo en equipo, sin envidias o egoísmos.

Y es que la envidia, como sentimiento humano inevitable, pero no indomable, ha estado presente en el desarrollo de la vida de México, como en la de cualquier país. Sin embargo, en el nuestro parecería que ésta ha superado al ejemplo de las buenas acciones que debemos cultivar para ser una mejor sociedad.

La clave, sin duda, es cómo pensar y actuar hacia el futuro sacrificando el corto plazo.

Un primer paso es enfocar ese sentimiento de envidia en tareas constructivas. Por ejemplo, envidiar la capacidad de innovación de otros países, la rapidez con la que toman decisiones en beneficio de la sociedad, la forma en que se ponen de acuerdo.

Envidiemos la entereza de algunas sociedades de respetar la ley y las normas, debemos envidiar y actuar en consecuencia de que hace no más de 50 años muchos países asiáticos y latinoamericanos estaban peor que nosotros y han logrado avanzar bastante más que nuestro México bicentenario.

Envidiemos a los sindicatos de otros países que sí funcionan porque defienden la productividad del sistema económico, incluyendo a los trabajadores. Anhelemos e implementemos los sistemas educativos escandinavos, coreanos o uruguayos, que han logrado formar una sociedad más educada, inteligente y respetuosa de la legalidad.

Vaya, es importante envidiar lo bien que hacen otros por mejorar su situación actual y alejarnos de la queja, la petición, la confrontación que exige y no da nada; que tira, pero no construye.

Necesitamos mejores ejemplos de la envidia que motiva a ser mejores, pues abunda la que destruye por coraje e impotencia.

Vidal Garza 
vidalgarza@yahoo.com

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