domingo, agosto 01, 2010
"Sapos y pedradas" El SNTE y su evaluación
Para resolver un problema es indispensable conocer con precisión su tamaño y todos los aspectos que nos permitirán emplear la solución más adecuada. Según el sapo es la pedrada.
Y en el caso de nuestro sistema educativo, el sapo es gigantesco y mucho muy feo.
Cuando se trata de problemas que involucran mucha gente con intereses diversos se necesita más que piedras. Sin importar qué tanta información se tenga sobre las causas del problema y sobre las posibles soluciones, es imposible avanzar si no se asume la responsabilidad compartida de los errores del pasado y si no se dan los acuerdos pacíficos para emprender el tortuoso camino hacia la solución.
El problema que tenemos muchos tecnócratas es que abordamos los asuntos concentrados en juntar piedras (información correcta) que demuestran el tamaño del problema y la lista corta de soluciones que podrían dar resultado. Hasta ahí vamos bien. Donde la puerca tuerce el rabo es cuando empezamos a repartir pedradas que generan una respuesta violenta por parte de los que resultan agraviados con la clara evidencia que recolectamos.
En principio no hay nada malo con ventanear a los que mal se desempeñan y menos aun cuando lo hacen sirviéndose con la cuchara grande de los dineros del público. Sin embargo, a menos que aprendamos a usar nuestras piedras para construir plataformas de solución en lugar de andar rompiendo cristalerías, nos iremos al cielo (o al infierno) de los elefantes muy satisfechos de haber tenido toda la razón sin haber resuelto nada.
Además, en el caso del sapo del sistema educativo mexicano, a éste no le da la gana que lo midan ni que lo cambien. Como buen monstruo sabe que mientras más se sepa sobre su tamaño y los malos hábitos que lo han hecho engordar y deformarse, mayor peligro corre de que acaben con él quienes quieren convertirlo en princesa. Lo que más miedo da al sapo es que lo midan.
Los exámenes anuales a alumnos y maestros (que se tuvo el histórico acierto de empezar a aplicar hace algunos años) son las piedras que hemos logrado juntar hasta ahora. Sin duda, los alarmantes resultados de estas pruebas son la clave para emprender el camino hacia soluciones duraderas, ya que son el espejo en que se refleja la horrenda cara del sapo. Dejar de medir con seriedad el desempeño sería renunciar a cualquier esperanza realista de mejora.
Los resultados de las pruebas Enlace y del Concurso de asignación de plazas son contundentes, la mayoría de nuestros alumnos y maestros obtienen resultados tan preocupantes como inaceptables. Esto tiene que cambiar, sin duda, sobre todo si tenemos en cuenta que pagamos un ojo de la cara por un sistema educativo por demás fracasado. Lo malo es que no existen soluciones mágicas.
Hemos sido tan malos en articular y encabezar un esfuerzo de mejora, que hasta ahora el más institucional para coordinar una solución está abanderado por los protagonistas principales del problema, esto es, la cúpula de los sindicatos magisteriales que se oponen a todo lo que ponga en peligro sus prebendas.
Cualquier perspectiva razonable de mejora requiere la participación de la aplastante mayoría de maestros y alumnos de bajo desempeño. Debemos ser muchísimo más efectivos comunicándoles a los maestros de buena voluntad (la mayoría) que la información de dichas pruebas no va a usarse para perjudicarlos. Nuestras fallas en ese sentido son claras oportunidades de demagogia. También es vital que más y más padres exijan la continuidad de las pruebas a maestros y alumnos al hacerse conscientes del valor de las mismas.
Uno de los riesgos más claros para la continuidad de las pruebas está dado por el contexto de la carrera presidencial que ha iniciado de manera más que prematura en México. Queda claro que, como siempre, las cúpulas magisteriales venderán muy caro su apoyo para inclinar la balanza.
No sería nada raro que hasta arriba de su lista de canje se encuentren enmiendas sobre la frecuencia y contenido de estas pruebas con el argumento de que no son comparables los resultados de maestros y alumnos marginados con los de maestros y alumnos más pudientes. Este tipo de cambios vestidos de razón y sensibilidad a las diferencias acabaría con el enorme valor que tiene poder conocer el desempeño relativo de cada niño y de cada maestro usando una regla confiable.
Armando Chacón
El autor es director de Proyectos del Instituto Mexicano para la Competitividad y director del portal www.comparatuescuela.org
armando.chacon@imco.org.mx
Y en el caso de nuestro sistema educativo, el sapo es gigantesco y mucho muy feo.
Cuando se trata de problemas que involucran mucha gente con intereses diversos se necesita más que piedras. Sin importar qué tanta información se tenga sobre las causas del problema y sobre las posibles soluciones, es imposible avanzar si no se asume la responsabilidad compartida de los errores del pasado y si no se dan los acuerdos pacíficos para emprender el tortuoso camino hacia la solución.
El problema que tenemos muchos tecnócratas es que abordamos los asuntos concentrados en juntar piedras (información correcta) que demuestran el tamaño del problema y la lista corta de soluciones que podrían dar resultado. Hasta ahí vamos bien. Donde la puerca tuerce el rabo es cuando empezamos a repartir pedradas que generan una respuesta violenta por parte de los que resultan agraviados con la clara evidencia que recolectamos.
En principio no hay nada malo con ventanear a los que mal se desempeñan y menos aun cuando lo hacen sirviéndose con la cuchara grande de los dineros del público. Sin embargo, a menos que aprendamos a usar nuestras piedras para construir plataformas de solución en lugar de andar rompiendo cristalerías, nos iremos al cielo (o al infierno) de los elefantes muy satisfechos de haber tenido toda la razón sin haber resuelto nada.
Además, en el caso del sapo del sistema educativo mexicano, a éste no le da la gana que lo midan ni que lo cambien. Como buen monstruo sabe que mientras más se sepa sobre su tamaño y los malos hábitos que lo han hecho engordar y deformarse, mayor peligro corre de que acaben con él quienes quieren convertirlo en princesa. Lo que más miedo da al sapo es que lo midan.
Los exámenes anuales a alumnos y maestros (que se tuvo el histórico acierto de empezar a aplicar hace algunos años) son las piedras que hemos logrado juntar hasta ahora. Sin duda, los alarmantes resultados de estas pruebas son la clave para emprender el camino hacia soluciones duraderas, ya que son el espejo en que se refleja la horrenda cara del sapo. Dejar de medir con seriedad el desempeño sería renunciar a cualquier esperanza realista de mejora.
Los resultados de las pruebas Enlace y del Concurso de asignación de plazas son contundentes, la mayoría de nuestros alumnos y maestros obtienen resultados tan preocupantes como inaceptables. Esto tiene que cambiar, sin duda, sobre todo si tenemos en cuenta que pagamos un ojo de la cara por un sistema educativo por demás fracasado. Lo malo es que no existen soluciones mágicas.
Hemos sido tan malos en articular y encabezar un esfuerzo de mejora, que hasta ahora el más institucional para coordinar una solución está abanderado por los protagonistas principales del problema, esto es, la cúpula de los sindicatos magisteriales que se oponen a todo lo que ponga en peligro sus prebendas.
Cualquier perspectiva razonable de mejora requiere la participación de la aplastante mayoría de maestros y alumnos de bajo desempeño. Debemos ser muchísimo más efectivos comunicándoles a los maestros de buena voluntad (la mayoría) que la información de dichas pruebas no va a usarse para perjudicarlos. Nuestras fallas en ese sentido son claras oportunidades de demagogia. También es vital que más y más padres exijan la continuidad de las pruebas a maestros y alumnos al hacerse conscientes del valor de las mismas.
Uno de los riesgos más claros para la continuidad de las pruebas está dado por el contexto de la carrera presidencial que ha iniciado de manera más que prematura en México. Queda claro que, como siempre, las cúpulas magisteriales venderán muy caro su apoyo para inclinar la balanza.
No sería nada raro que hasta arriba de su lista de canje se encuentren enmiendas sobre la frecuencia y contenido de estas pruebas con el argumento de que no son comparables los resultados de maestros y alumnos marginados con los de maestros y alumnos más pudientes. Este tipo de cambios vestidos de razón y sensibilidad a las diferencias acabaría con el enorme valor que tiene poder conocer el desempeño relativo de cada niño y de cada maestro usando una regla confiable.
Armando Chacón
El autor es director de Proyectos del Instituto Mexicano para la Competitividad y director del portal www.comparatuescuela.org
armando.chacon@imco.org.mx
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Lo que no se mide no se puede mejorar. La prueba Enlace y la asignación de plazas por medio de examen tienen que continuar.