domingo, agosto 01, 2010

 

La educación somos todos

La confianza es un valor fundamental de las relaciones humanas desde la infancia hasta la madurez. Sin confianza no se pueden definir caminos, aspirar a realizaciones y conseguir resultados.

Junto a la confianza, lo que cada vez exhibe más deterioro en nuestro país es la educación. No sólo la educación formal, "obligatoria y gratuita" que según nuestra Constitución y los supuestos logros revolucionarios describen, sino también la educación para vivir, para ser, para respetar, para corresponder, para obedecer, para ser humanos de provecho para los demás. Vaya, la educación de la vida en México es la que hoy está muy estropeada.

Llevamos ya más de una década mirando los tristes resultados de la prueba PISA, programa de la OCDE para evaluar las capacidades educativas de los países, y nos negamos a reconocer el problema. En el 2003 el enfoque fueron las matemáticas; en el 2006, las capacidades cognitivas de ciencia, y en el 2009 la capacidad de lectura.

En México los poco más de 20 millones de niños en educación básica que hay en las aulas no están aprendiendo las habilidades matemáticas, de lectura y de aprendizaje científicas como los menores de otros países.

A pesar de que México invierte el 5 por ciento del PIB en educación pública y que el gasto promedio al año en educación básica es de mil 604 dólares por alumno (20 mil 500 pesos, aproximadamente) según la UNESCO, sus resultados en PISA son muy deficientes, incluso inferiores a países como Uruguay y Chile, y no se diga China, que gasta en educación mucho menos que México por alumno al año.

Cada año que pasa, cada intento por reformar el sistema educativo que se emprende, cada llamado de desesperación de la sociedad que busca cómo ayudar a mejorar la calidad educativa, se queda atrapado por los intereses de la clase más rica de México, el sindicato nacional de maestros.

Han pasado más de 15 años desde la descentralización educativa y los cambios que se han dado son verdaderamente ridículos.

El sistema compuesto por casi un millón de maestros de educación básica que mes a mes reciben un sueldo y trabajan, la mayoría en instalaciones decentes, simplemente no funciona como debería para remediar esta falta de calidad educativa en México.

Desafortunadamente, la falta de inteligencia en los diagnósticos busca justificar que esta carencia de calidad se debe a los pocos recursos que destinamos a la educación, lo cual ya vimos que no es cierto. También se busca justificación en argumentos poco reales como el tiempo y la calidad de los libros.

La verdad, el problema de la calidad educativa no está en el material curricular que se imparte, tampoco en los cursos de preparación que se ofrecen a los docentes, ni en la carrera magisterial o la falta de claridad en algunas de las evaluaciones como el Ceneval o ENLACE.

Tampoco me atrevería a decir que nuestro desdichado sistema educativo público tiene que ver con el patético ejemplo de que el 80 por ciento de maestros que aspiraban a serlo en Nuevo León hayan reprobado los exámenes de conocimientos básicos que un alumno de profesional hubiera fácilmente aprobado.

El problema fundamental está en la confianza de los maestros y sus líderes en realmente ser maestros. La vocación docente ha dejado de existir desde que el SNTE obligó a los maestros a la mediocridad y a la obediencia.

Son empleados de un sistema corrupto de prebendas y componendas encabezadas por una lideresa que reemplazó a otro líder igual de ineficiente y que el propio sistema actual ha petrificado en el puesto por razones electorales, no educativas.

Los maestros heredan su falta de vocación a sus hijos porque el corporativismo del SNTE así lo prefiere. Por años hemos perdido a los verdaderos maestros de tiza y talento, pero sobre todo a los maestros que se entregaban a sus clases con la inteligencia de que eran portadores de una gran tarea: formar a los mexicanos del mañana.

Por supuesto que conozco a extraordinarios maestros, que a pesar de la pérdida del valor adquisitivo de sus sueldos, ya que su sindicato año tras año les quita la mayor parte sin que ellos lo noten, se levantan al alba para transformar a los niños de México en mejores personas.

Espero que llegue un día, y pronto, en que los propios maestros le digan a su sindicato: gracias, pero ya no quiero seguir atado a una estructura que ha minado el futuro de nuestro país y de sus próximas generaciones, y que también ha destruido a los mejores maestros convirtiéndolos en simples empleados de un sindicato y no en líderes de una generación.
 
Adendo
Felicidades al sindicato del IMSS, que ha logrado ganar la batalla a favor de sus intereses y en contra de los mexicanos que trabajan por ellos. Qué vergüenza.

Vidal Garza Cantú 
vidalgarza@yahoo.com

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