domingo, agosto 08, 2010

 

(Política de principios) "Pobreza espiritual"

Hace algunas décadas, tuvo gran repercusión en México un libro denominado El hombre mediocre, del argentino José Ingenieros. Hay un párrafo que no me resisto a reproducir: "En ciertos periodos la nación se aduerme dentro del país. El organismo vegeta; el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos. Es el clima de la mediocridad".

Me parece que hoy, más que el crimen organizado o la inseguridad, el problema más grave para México radica en la pobreza espiritual de su clase política, que adolece de una falta grave de sentido común y que no está comprometida con la verdad y con el reconocimiento de los hechos, primer deber ético. Hay una enfermedad que penetra hasta los huesos y que nos lleva a problematizar toda solución. La mezquindad partidista y la estrechez de miras han estancado el proceso para consolidar nuestra embrionaria, pervertida y precaria democracia.

Atrincherados en un discurso político que se caracteriza porque cada quien se siente dueño de la verdad, por la falta de racionalidad, porque prevalece el insulto y la descalificación, los avances resultan prácticamente imposibles. De esa manera no nos aproximamos a los acuerdos. Tenemos que repensar la política y propiciar un lenguaje diferente que pueda permitir el verdadero diálogo y conducir al consenso.

Me permitiría señalar algunos ejemplos de notables contradicciones, incongruencias y graves fallas.
Andrés Oppenheimer, en su libro México en la frontera del caos (pp. 173-174), relata que Alberto Anaya le confirmó que Carlos Salinas lo había alentado a crear el Partido del Trabajo, agregando que "México es un Estado napoleónico, paternalista", en el que "el gobierno paga todo, hasta para que lo critiquen". En ese partido está hoy Andrés Manuel López Obrador.

Un gobierno puede definirse como de izquierda o de derecha, pero la consistencia ideológica se mide por el buen o mal uso de los recursos gubernamentales. Los políticos mexicanos somos malos para administrar lo ajeno. Bastaría analizar la forma en que las dependencias de gobierno invierten los recursos del pueblo de México. Los gobiernos estatales destinan cuantiosos recursos en publicidad.

En el Estado de México, el candidato que ya se identifica con la ultraderecha, ha saturado en tal forma el territorio de esa entidad que no me extrañaría encontrar espectaculares en el Nevado de Toluca.

López Obrador presumió en su campaña para jefe de Gobierno, que le daría prioridad a la inversión que beneficiara a los pobres.

Sin embargo, en lugar de dotar de agua potable y drenaje a la delegación Iztapalapa, prefirió construir el Segundo Piso que, según se infiere por datos aislados -que no por información proporcionada por las autoridades-, su costo rebasa los cinco mmdp.

Un ejercicio costo/beneficio, además de demostrar lo poco funcional de la obra, concluiría que favorece a los sectores más pudientes del Distrito Federal. Amalia García Medina presume hacer en Zacatecas un gobierno de izquierda, pero si se analizan las grandes decisiones en materia de inversión, resulta que su gran obra es la construcción de oficinas públicas. ¿Es ésta la prioridad en un Estado con tantas carencias?

Jesús Ortega Martínez se define como de nueva izquierda. Sin embargo, en la campaña federal del 2009, la publicidad de su partido consistía en convocar a la ciudadanía a consumir los productos nacionales, idea sostenida en las primeras décadas del siglo XIX por el padre del pensamiento conservador, Lucas Alamán.
Alejandro Gómez Arias, en el remoto año de 1955, escribió que muchos "observadores sinceros", consideraban al PRI como "un organismo burocratizado, inerte, irremediablemente desprestigiado y, aunque parezca paradójico, como el más conservador de los partidos de nuestra escena política".

El PRI, hoy, confirma este diagnóstico. Se ha opuesto a todo tipo de reformas, aun a las que propuso desde el poder. Me duele en lo personal que una reforma tan noble, aprobada prácticamente por unanimidad en la Cámara de Diputados para darle efectos generales al amparo en materia fiscal, fuera frenada en el Senado por gestión de importantes despachos y de los grandes contribuyentes. Tampoco quieren aprobar una reforma energética para que haya inversión en México. Prefirieron, cuando gobernaban el país, que Pemex se asociara con la Shell para establecer una refinería en Houston.
Del PAN, ya me encargaré en otro artículo.

¿Qué propondría yo en este escenario? Que, antes de las ubicaciones ideológicas, precisemos algunos principios fundamentales: 1) Quien es deshonesto, no es de izquierda ni de derecha. Para sustentar una ideología, se requiere autoridad moral. 2) Quien es irresponsable, no realiza la tarea fundamental del político, que consiste en asumir deberes. 3) Desconfiemos de las autodefiniciones, que siempre optarán por lo más atractivo y lo más fácil. Analicemos mejor actitudes y conductas. 4) No se es de una ideología de una vez y para siempre, pues los virajes en este campo, por razones muchas veces legítimas y otras veces de intereses, ocurren en política todos los días.

En resumen, ante la confusión de hoy, retornemos a algo elemental: una política de principios.

RODRÍGUEZ PRATZ, Juan José
Revista Siempre

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