sábado, mayo 08, 2010

 

Razones para Crecer

¿Existe algún límite al crecimiento económico? Este año en que México se perfila para tener uno de alrededor de entre 3 y 4 por ciento nos preguntamos por qué no crecemos más y más rápido.

Después de la caída de más del 7 por ciento que sufrió nuestra economía el año pasado, es difícil encontrar explicaciones sobre nuestra recuperación más allá del efecto rebote por la recesión vivida y la tenue recuperación de Estados Unidos.

Por ello es fundamental cuestionarnos en dónde se establecerán las bases de nuestro crecimiento. A nivel agregado podemos presenciar alguna expansión, pero necesitamos revisar lo que pasa en las familias, en las pequeñas empresas, en el accionar de los gobiernos locales, para encontrar la respuesta a qué tan serias son nuestras aspiraciones para crecer económicamente.

Estados Unidos ha fijado su crecimiento en los últimos años en la expansión de su consumo. Paradójicamente, a pesar de la crisis financiera del 2009 que impactó a todas las economías del mundo, aquel país ha mantenido "mágicamente" su senda de expansión en el consumo. Perdieron empleo e inversiones, pero no bajaron sus niveles de consumo de manera significativa.

Esto sólo es sostenible cuando el resto del mundo desea continuar dando crédito a los estadounidenses para mantener el consumo en esa dimensión y cuando no exista otra moneda con el respaldo real -y, si se quiere, místico- del dólar. No existe país en el mundo que no desee tener esa divisa, incluidos Cuba y Venezuela.

Con la debilidad registrada en la zona del euro a partir de la inminente crisis griega, esta capacidad de mantener el consumo se verá mermada, sin embargo, aún no se estima su impacto. Habrá que observar de qué manera Estados Unidos buscará mantener ese motor del crecimiento funcionando o si cambian de estrategia.

Ya apuntan a la idea de aumentar al doble del tamaño actual su capacidad exportadora de menos de 8 por ciento de su economía. Está por verse de qué instrumentos dispondrá ese país para tal fin, pues el abrumador nivel de consumo no permite una expansión exportadora tan fácilmente. Además, el mundo no parece estar listo, ni el crédito disponible, para comprar todo lo que Estados Unidos intente venderle.

La clave aquí estará en la innovación y el desarrollo del conocimiento que ayude a cumplir la demanda por nuevas formas de producción más eficientes, y de productos y servicios que necesite la población.

En México, el crecimiento económico se basa en la expansión de todos los elementos relacionados con el PIB en conjunto. Sin embargo, la relación entre consumo, inversión, gasto público y exportaciones es muy frágil. El aumento tan importante en el gasto público, por ejemplo, que intentó el Gobierno federal a principios del año pasado no ha sido un motor del crecimiento económico para el resto de la economía. Justificaciones abundan: lentitud, falta de prioridades, burocracia. Por ello debemos buscar otra forma de revolucionar el dinamismo económico.

En su libro "Salvando al Capitalismo de los Capitalistas", Raghuram Rajan y Luigi Zingales, profesores de economía de la Universidad de Chicago, argumentaban en el 2003 que para que funcionen los mercados de mejor forma es necesaria la existencia de una voluntad política que los apoye, no que se oponga a ellos.

En los últimos 30 años no ha existido una mejor forma de aumentar el crecimiento económico que liberalizando los mercados. Los países que han logrado duplicar su tamaño económico en una década lo han hecho merced a la apertura comercial. Pero esta decisión no ha sido aislada. Los exitosos lo han logrado con un liderazgo político cuyo ingrediente principal es la efectividad de las acciones del gobierno.

Esta efectividad se basa en favorecer un ambiente que permita altos niveles de inversión, ahorro, creación de empleos, competencia, movilidad de recursos, protección social, igualdad y calidad inclusiva.

También se requiere de una capacidad de transmitir confianza a la población, mucha paciencia para no alterar el rumbo por presiones sociales o de grupo temporales y un enfoque basado en el compromiso férreo por favorecer un crecimiento económico inclusivo. Esa meta es la que hoy en diferentes niveles de gobierno en México parece no estar presente.

Mientras el sector privado busca sobrevivir a la crisis financiera del año pasado, los gobiernos no han cambiado su postura clientelar y de pocos resultados. La arquitectura electoral de elecciones constantes hace desistir la voluntad política para establecer un gobierno que dé resultados y que ayude a los mercados a crecer y desarrollarse.

Razones para crecer sobran, voluntad de quienes deberían permitir el crecimiento económico, la libertad, la innovación y el desarrollo, no se ven por ningún lado.
Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com
 
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Demasiado populismo y demagogia, y poco o nada liberalismo y pragmatismo. Los políticos sólo buscan mantener el status quo, administrar la pobreza, para seguir pegados a la ubre del Erario. Por eso no hacen los cambios, las reformas que el país requiere. Y gastan millones de pesos (de nuestros impuestos) para propaganda que los justifique, así como mantener en la nómina a "intelectuales" y comentaristas que refuercen sus razones para no realizar los cambios. Medítenlo.

Comments:
Si comparamos cualquiera de las grandes cifras entre 1980 y 2010 veremos que la tendencia a la baja es casi unánime. Podríamos seguir reflexionando sobre el tema de la decadencia y nuestra muy justificada depresión, pero creo que serviría para encontrar el camino de salida saber qué provocó este lento derrumbe.

No fue una guerra devastadora como las que se vivieron entre 1810 y 1867, o la revolución de 1910 a 1929. La historia contemporánea registra que México pudo vivir entre 1930 y 1980, 50 años de paz y estabilidad. Ningún país de la importancia de México gozó durante aquellos años una paz sólida, crecimiento promedio anual de 6.3 por ciento y estabilidad política.

Aventurar que la vecindad con Estados Unidos sería la causa de nuestra decadencia es erróneo. Canadá ha prosperado a pesar de esa cercanía y en cierta forma gracias a ella. Es cierto que los efectos del TLCAN han sido negativos y que el gobierno de Estados Unidos apoyó la dictadura perfecta del PRI hasta 1996. Pero los responsables de las concesiones excesivas y de la parálisis política no son los estadunidenses, sino nuestros dirigentes.

La decadencia de México se debe a la irresponsabilidad de sus elites. En 1964 la modernización política del país era necesaria y urgente. Incluso Díaz Ordaz llegó a propiciarla, pero luego se arrepintió. Se cerró ante las demandas de democratización y cambio que él no podía controlar, y el resultado fue la tragedia de 1968 que todavía no asimilamos. Adolfo López Mateos y Díaz Ordaz se negaron a aceptar una reforma fiscal progresiva que les proponía el secretario de Hacienda Antonio Ortiz Mena. Así nuestro sistema recaudatorio se mantuvo en tasas muy bajas y con una composición inequitativa. La clase política exigió que se mantuviera (como se mantiene hasta ahora) el principio de impunidad. La corrupción creció, los abusos y saqueos llegaron a ser la parte más destacada del régimen. Hasta hoy no existe un verdadero sistema de rendición de cuentas. El país finalmente declinó, porque aquellos hombres y mujeres que debieron tomar decisiones para modernizarlo no lo hicieron en el momento oportuno. Hoy las mismas elites, con sus defensas cristalizadas, se oponen a cualquier cambio importante… Seguimos hundiéndonos.
 
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