sábado, abril 03, 2010
Desigualdad y crecimiento
A pesar de que padecemos una delicada situación en materia de seguridad pública, debemos buscar aprovechar al máximo los pocos recursos que tiene el País y enfocarnos como sociedad a dos objetivos concretos: crecimiento económico y disminución de la desigualdad.
A mediados de los años 60, el economista ruso-norteamericano ganador del Nobel en 1971 Simon Kuznets demostró que la desigualdad guardaba una relación muy importante con el crecimiento económico: era positiva al inicio del desarrollo, es decir, aumentaba la desigualdad cuando se crecía económicamente, y llegaba a una inflexión cuando el crecimiento lograba revertir la desigualdad.
Esto se conoció como la curva de Kuznets, que guardaba una forma de U invertida con respecto a la desigualdad y el crecimiento.
En los 90, Deininger y Squire, del Banco Mundial, lograron levantar una muestra de más de 180 países y encontraron que la relación inversa no era tan exacta en países desarrollados. Sin embargo, sí se mantenía en naciones en vías de desarrollo, por lo que se deducía la importancia de favorecer el crecimiento económico para disminuir la desigualdad social.
Se ha estudiado en Europa, Asia y en América con las mismas conclusiones: si no hay un crecimiento económico sostenido no es posible reducir la desigualdad en la sociedad.
Hoy que medio mundo empieza a recuperar el crecimiento económico, después de la crisis financiera global, se esperaría incidir en una menor desigualdad. Sin embargo, no es tan fácil como parece.
El mismo Kuznets esbozaba que era necesario tener en cuenta las diferencias entre cantidad y calidad del crecimiento, entre sus costos y beneficios, y entre el corto y el largo plazo. En una oración nos indicaba que los objetivos de "más" crecimiento deberían especificar de qué y para qué se crecía.
Todo lo anterior suponía que se contaba con instituciones sólidas, capaces de distribuir el ingreso de manera justa y equitativa; que evitaran la corrupción, que hicieran valer el Estado de Derecho, que promovieran la justicia e impidieran la injusticia laboral, que facilitaran la creación de empleos y la inversión, que educaran ciudadanos, y que brindaran salud y seguridad pública, por ejemplo.
Por ello, en América Latina -y en especial México- no se ha podido revertir la desigualdad que padecemos, que es caldo de cultivo para muchos problemas sociales hoy.
Pero, ¿quién es responsable de distribuir mejor el ingreso? En los años 90, James Galbraith, de la Universidad de Texas, analizó este tema y concluyó junto con otros economistas que no son las empresas ni el mercado quienes en primera instancia deben valorar la distribución del ingreso antes de decidir inversiones, sino el gobierno y la sociedad.
Los errores de un gobierno en materia macroeconómica (devaluaciones, crisis financieras y económicas) impactan mucho más a la desigualdad y la agravan, pese a todos los esfuerzos a nivel de políticas sociales que se hubieran implementado, aludía Galbraith.
En suma, si un gobierno maneja con irresponsabilidad sus finanzas dañaría más la estructura de igualdad en la sociedad. Basta con observar hoy a Argentina y Venezuela.
En nuestro terreno fácilmente podríamos observar que muchos estados y municipios de México, en lugar de ayudar, están deteriorando la posibilidad de disminuir la desigualdad social con sus pésimas finanzas públicas.
Podríamos agregar la falta de coordinación en políticas sociales, por intereses partidistas, la falta de integridad de nuestras autoridades, las permanentes campañas electorales, la deshonestidad e incapacidad de funcionarios públicos, etc.; todo ello contribuye a mantener en la pobreza a miles de mexicanos cuando simplemente ayudaría dejar a un lado egoísmos y trabajar en un solo frente común.
Nuestro país padece muchas barreras para hacer que el crecimiento en la economía se traduzca en una mejor igualdad económica y social. El Gobierno es el que mejor dispone de instrumentos de distribución de ingreso, vía impuestos y programas de desarrollo social, que cualquier otro sector de la sociedad.
Sin embargo, hoy en México la tragedia de la desigualdad es que ha resultado más cómodo para el Gobierno justificarse y empujar para que el sector privado supla la responsabilidad que le toca a él.
Sería fabuloso que todas las empresas, además de arriesgar, invertir, producir y vender productos de calidad en el mercado, y estar sujetas al escrutinio de éste y de las autoridades, pudieran resolver la desigualdad social de un país. Pero entonces ¿para qué pagarían impuestos o permisos o derechos para trabajar?
Si el sector privado lo pudiera hacer, de manera que no descuidara su fin de generar riqueza, la única gran labor del Gobierno en materia social desaparecería y no vendría al caso siquiera su existencia.
Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com
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No es con subsidios y precios controlados como se combatirá la pobreza, la desigualdad. Es con crecimiento económico, generación de empleos, inversión productiva, como se reduce la pobreza.
Lamentablemente eso no es tan vistoso ni atrae tantos votantes (incultos, ignorantes) como las promesas de cosas baratas o regaladas.
Medítenlo.
Son desahogos porque el conocimiento de muchos mexicanos anula y exhibe la falsedad de sus argumentos.
Utiliza una lógica que parece sincera pero; fundamentada en falsedades. Afortunadamente; fácilmente detectables para los que deciden.
Si estás en contra, podrías usar contra argumentos en lugar de acusaciones y ataques al autor?
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