jueves, mayo 03, 2007

 

Sindicatos: ni representatividad ni discurso

Fue una buena medida la del presidente Calderón Hinojosa de acabar con los actos oficiales en la conmemoración del Primero de Mayo. Lo fue en la forma y en el fondo. En la forma, porque la celebración ya no tenía sentido alguno, menos aún cuando se terminaba realizando en recintos cerrados, en los cuales siempre había duda sobre a quién invitar y a quién no o esperando algún tipo de provocación, como le ocurrió en más de una oportunidad al entonces presidente Fox.

Pero es más importante el fondo del tema. Al no haber un acto oficial, al no poder concentrar antes el apoyo y ahora la oposición a un personaje, el sindicalismo, todo, de todos los colores políticos, exhibió su alarmante falta de discurso y de propuestas. Las movilizaciones fueron raquíticas: las del Congreso del Trabajo y la CTM, la de la UNT y la de la CROC y el sindicato minero. Apenas unos cientos de manifestantes en cada una de ellas y una serie de discursos vacíos, sin sustento, sin propuestas, en las cuales lo mismo se habló de la globalización que del capitalismo, sumando palabras que no podían establecer una idea coherente, como si pareciera una suerte de escritura automática de los poetas surrealistas, pero sin el sentido estético de aquéllos.

Los sindicatos cetemistas, queriendo mostrarse como opositores y, al mismo tiempo, preocupados por el grado de cercanía con el gobierno. Su dirigente, Joaquín Gamboa Pascoe, pidiendo una alianza con "los inversionistas, para oponerse a la globalización" (sic). La CROC haciendo la apología del sindicato minero y de Napoleón Gómez Urrutia. La UNT, con un discurso que parecía sacado del peor socialismo real, con una intervención de los líderes del SME, que nadie diría que son parte de una empresa quebrada y con pésimo servicio, en buena medida por la desidia del sindicato y su falta de compromiso en lograr una empresa y un servicio eficientes para la sociedad. Un discurso pronunciado por quienes detentan el mejor contrato colectivo del sector público (y privado) del país y trabajan en una empresa quebrada, que financiamos todos con nuestros impuestos.

Al día siguiente, grupos formados, más que por sindicalistas, por militantes de sectores como el CGH, realizaron cortes a la circulación en la capital del país, para oponerse a la nueva ley del ISSSTE y demostraron, una vez más, que su discurso poco tiene que ver con la ciudadanía: ni poder de convocatoria ni capacidad de movilización. Sólo estrategias de presión que intentan levantar, con mentiras, un tema que no es parte del interés de la gente.

En todo caso, el punto es saber el porqué de la radicalización de esos grupos. El problema con la reforma del ISSSTE es que llevará a modificar los contratos colectivos de otras instituciones, entre ellas, el sindicato de la UNAM y el de la UAM, el del IMSS y, por supuesto, tendría que llevar a una reforma radical en el SME y en Luz y Fuerza del Centro.

La mayoría de esos contratos colectivos y de esos sistemas de pensiones son insostenibles y se trata en todos los casos de empresas o instituciones públicas cuyos déficits son cubiertos por la sociedad. Si esos recursos se utilizaran para mejorar los servicios o, en cuanto a las universidades, la educación pública, el tema no estaría en el debate, pero, pese a los esfuerzos que se realizan cotidianamente en todas ellas, la mayor parte de esos recursos terminan en el gasto corriente y en manos de las organizaciones sindicales y sirven para financiar contratos que ninguna empresa privada podría sostener. El mejor ejemplo es Francisco Hernández Juárez y las condiciones laborales que ha aceptado en el contrato colectivo de Teléfonos de México. No es un mal convenio, al contrario: es de los mejores de las empresas privadas en el país y Hernández Juárez supo adaptar las demandas de su gremio a la realidad de sus empresas. El problema es que el mismo Hernández Juárez demanda, desde la presidencia colegiada de la UNT, reivindicaciones para el sector público que no reclama en el caso de su sindicato y la empresa que representa. Es un lamentable doble discurso.

No hay ni un discurso ni una política sindical coherente y ello ha generado una pérdida de representatividad notable de los sindicatos. El número de afiliados es cada día menor, su representatividad también disminuye en forma constante y, esa ausencia de claridad, marcada por una posición absolutamente partidista de todas esas centrales, está llevando a que ningún sindicato crezca, ninguno se renueve, ninguno atraiga a nuevos afiliados y la enorme mayoría de las nuevas plazas laborales, no sólo quedan fuera del esquema gremial, sino que tampoco existe interés de los nuevos trabajadores y las empresas de involucrarse en una trama en la que ninguno de los dos tiene nada que ganar y sí mucho que perder.

Paradójicamente, fue en el mensaje que envió un día antes del Primero de Mayo el presidente Calderón donde se terminó hablando de los temas reales que aquejan a los trabajadores y no fueron abordados por los innumerables oradores de los actos del CT, la UNT y la CROC, con sus respectivos aliados: de los jóvenes que están buscando trabajo, de las madres que cumplen doble o triple jornada, de las personas mayores o de la tercera edad que quieren seguir siendo productivas y no encuentran un trabajo digno. Para ninguno de ellos, para los jóvenes que constituyen la nueva fuerza laboral; las mujeres que participan cada día más en ella; las personas que quieren seguir siendo productivas pasados los 50 años, no hubo ni una palabra en las marchas y en los mítines. Y es que los sindicatos, simplemente, no tienen ni propuestas ni políticas para ellos. Hoy lo único que buscan es conservar sus privilegios, aunque cada día representen menos a los trabajadores y disminuya dramáticamente el número de afiliados.

Jorge Fernández Menéndez, Excelsior, 3 de mayo 2007

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