sábado, septiembre 09, 2006

 

Seis puertas

 
Puerta trasera
 
Decía don Jesús Reyes Heroles que en política la forma es fondo. Y no le faltaba razón. Felipe Calderón, en calidad de Presidente electo, no puede ni debe andar a salto de mata. Su presencia en el Tribunal Electoral para recoger la constancia de su victoria era indispensable. Como también será indispensable que tome posesión, con todas las de la ley, en San Lázaro. De otro modo, su Presidencia se verá marcada y sometida a todo tipo de presiones.

La investidura presidencial tiene normas y rituales que se tienen que respetar y hacer respetar. López Obrador lo sabe muy bien. De ahí su estrategia de una "guerra de baja intensidad" que le merme dignidad al hoy Presidente electo y mañana Presidente en funciones. Por eso no se debe ceder ni un ápice. Menos aun cuando todos estos mitotes ocurren en la Capital de la República y se traducen en imágenes que circulan por todo el País y por el resto del mundo.

 
 
Puerta fácil
 
 
La nueva correlación de fuerzas en el Congreso se define por tres características fundamentales: 1) el PAN tiene mayoría relativa en ambas Cámaras; 2) el PRD se convirtió en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados; 3) la alianza del PAN con el Partido Verde, Convergencia, Nueva Alianza y Alternativa Socialdemócrata permitiría la formación de un bloque mayoritario. La estabilidad del mismo dependería de la naturaleza de la negociación: si se integra un gobierno de coalición con todas (o con algunas de) esas fuerzas, se podría hablar de una mayoría estable. Esa situación sería inédita y rompería con lo que ocurrió durante la segunda mitad del gobierno de Ernesto Zedillo y la totalidad del sexenio de Vicente Fox. La probabilidad de que ese bloque mayoritario se concrete en los meses que vienen no es menor.

 
 
Puerta grande
 
 
El proceso de modernización económica y política de México ha sido, en lo fundamental, el efecto de una convergencia. Entre 1988 y 1997 se concretó una serie de reformas. Todas fueron aprobadas por el ala modernizadora del PRI y Acción Nacional. El entendimiento se rompió en 1997 y desde entonces a la fecha no se ha podido reconstituir. Hoy se abre una ventana de oportunidad. Felipe Calderón tiene un buen entendimiento con las corrientes modernizadoras del PRI. Pero no sólo eso. La mayoría de los gobernadores priistas están en la sintonía del diálogo y la negociación con el Presidente electo. Varios de ellos apoyan las reformas estructurales (fiscal, energética y laboral). Además, en la conciencia de los priistas más lucidos existe la certeza de que la estrategia de oposición a ultranza, que siguieron bajo el gobierno de Fox, es una de las causas que explican su derrota en la pasada elección presidencial. En suma, Calderón puede apostar a reconstituir la convergencia modernizadora con el PRI y sobre esa base formar un amplio bloque mayoritario estable o, cuando menos, aprobar las reformas pendientes.

 
 
Puerta falsa
 
 
No se debe confundir el uso legítimo de la fuerza pública con la represión y el autoritarismo. Hacerlo mina al estado de derecho y abre la puerta a la violencia y a la inseguridad. Lo que ocurre en Oaxaca es un ejemplo lamentable y extremadamente riesgoso de esa confusión. El vacío de poder que se vive en ese estado se ha traducido ya en el surgimiento de una "zona liberada" que está siendo controlada por grupos armados clandestinos. Suponer que la paz y el orden se van a recuperar mediante el diálogo y la negociación es una gran ingenuidad, por no decir estupidez. Los límites de lo aceptable se rompieron hace mucho tiempo. Cada día y semana que pasa no hace más que fortalecer a los grupos radicales. La única alternativa es restaurar el orden y la paz mediante la intervención de la Policía Federal Preventiva y, en su caso, del Ejército. El Estado mexicano debe recuperar en Oaxaca el monopolio legítimo de la violencia para imponer la ley. Porque lo que allí está ocurriendo constituye ya un riesgo mayor para la seguridad nacional.

 
 
Puerta doble
 
 
La mayoría de los intelectuales de izquierda que se manifestaron o que votaron por AMLO se han deslindado de los excesos del rayito de esperanza. Ha habido incluso algunos actos públicos de contrición: "yo que soy una persona educada, de clase media alta, altruista y soñadora, que creí y confié en Andrés Manuel, no puedo, lo digo con profunda tristeza, seguir apoyándolo porque sus acciones recientes me han confirmado lo que anunciaban sus detractores más acérrimos". Otros menos contundentes han sido expulsados del Edén por haber criticado el plantón, vaya, ya ni siquiera se les permite pasear por esa "zona liberada" que es el Zócalo de la Ciudad de México.

El rompimiento parece, pues, definitivo. Y sin embargo, uno no puede dejar de formular varias preguntas: ¿qué habría pasado con todos ellos si su candidato hubiera ganado la presidencia de la República? ¿No estarían, acaso, sentados a la diestra y la siniestra del hombre que cambiaría, por fin, a México? ¿Desenvainarían la pluma para defender a los periodistas, intelectuales y empresarios que el nuevo Presidente electo perseguiría por el solo hecho de haberse opuesto a su candidatura o guardarían un cómodo y cómplice silencio?

 
 
Puerta astral
 
 
AMLO, hay que entenderlo, ya emprendió su último viaje. La metamorfosis que ha experimentado desde la noche del 2 de julio era completamente previsible. La derrota jamás ha sido aceptable para él. Su cosmovisión es simple y, por lo mismo, consistente. Él, la encarnación de la esperanza y de las aspiraciones de los más pobres, no puede ser derrotado en las urnas y por las buenas. El pueblo nunca se equivoca; siempre está del lado bueno. Por eso el fallo del Tribunal Electoral le ha confirmado lo que sabía desde el inicio: hubo fraude, la elección le fue arrebatada por un complot de los de arriba. La vía legal ha quedado atrás y cancelada. Sigue ahora la madre de todas las batallas. La purificación de la vida pública y la renovación de las instituciones no se harán desde la presidencia de la República, sino desde abajo. La suerte está echada. El pueblo en movimiento lo investirá Presidente legítimo de México y a partir de ese momento el objetivo inmediato será derrocar al mal gobierno y fundar un nuevo orden institucional. En el largo plazo la historia y el pueblo terminarán por imponerse. En el corto, sin embargo, cabe la posibilidad de la derrota. ¡Patria o muerte, venceremos!

 
(Post scriptum: Toda inmolación es, a final de cuentas, una forma de expiación. Freud dixit).
 
Jaime Sánchez Susarrey, El Norte


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