lunes, septiembre 18, 2006

 

El mesías y el dictador, el abrazo videograbado

 
Imaginemos por un momento que un hombre de negocios mexicanos, que acusa a fuerzas gubernamentales de estar chantajeándolo, fuera a Medio Oriente, a Irak por ejemplo, para escapar de esas persecusiones. Al llegar, pese a que tiene todos sus papeles en regla, es ilegalmente detenido por las fuerzas de seguridad y recluido en una mazmorra tipo Abu Grihab. Allí está incomunicado durante semanas, despojado de todas sus pertenencias, no se le permiten contactos con el exterior y menos aún un abogado defensor; allí es sometido a torturas físicas y psicológicas. Los carceleros en medio de todo eso le ofrecen un trato: para quedar bien con un amigo, adversario del detenido, quieren filmar su “declaración” donde repite, textual, la versión que su enemigo. La filmación se hace, incluso se graban hasta los ensayos del “interrogatorio” y queda finalmente, un paquete de más de 40 horas ilegales de “confesiones” arrancadas bajo presión. Pero los carceleros no cumplen su palabra e ilegalmente, una vez más, lo envían a su país de origen, donde es encarcelado por sus propios enemigos, y una vez más incomunicado, se le prohíbe cualquier contacto con los medios para hacer llegar su versión de los hechos y la justicia se ensaña con él aunque no tiene elementos para culparlo. De todas maneras, logra explicar públicamente cómo se obtuvieron esas grabaciones, qué le habían pedido que dijera y cuál fue el objetivo de sus captores al realizarlas.

Pasan más de dos años, sigue encarcelado y sin contactos con los medios, su familia, incluso, es objeto de un atentado que las propias autoridades encargadas de investigarlo tratan de desvirtuar cuando anuncia que podría dar a conocer más información sobre las corruptelas de las mismas. Y repentinamente, cuando sus enemigos políticos están a punto de entrar en una debacle total, resucitan el viejo video, pero lo presentan tan mal que es evidente la edición, la manipulación, los recortes de distintos momentos del larguísimo interrogatorio, de forma tal que de las 40 horas quedan sólo 10 minutos mal editados. Y eso es presentado como prueba irrefutable para demostrar que hubo un complot contra los sufridos enemigos del empresario detenido.

Si eso ocurriera, los defensores permanentes de las buenas causas se alzarían; reclamarían por la violación de los derechos humanos del perseguido; rechazarían cualquier evidencia obtenida ilegalmente, bajo prisión, coacción y tortura de un detenido político, acción ejercida, además, por un gobierno dictatorial y reclamarían con enjundia la libertad del detenido. Pero como ese detenido se llama Carlos Ahumada, como sus perseguidores están encabezados por López Obrador, como los corruptos de la historia son sus principales operadores; como la dictadura que detuvo y torturó a Ahumada es la de Fidel Castro y no el gobierno estadounidense, y como López Obrador está desesperado no sólo porque perdió las elecciones sino porque todo su tinglado se está hundiendo, surge, llegada de La Habana vía Caracas, la cinta para tratar de salvar algo. Y algunos medios, que también están tratando de salvar sus pertenencias del naufragio, se prestan a divulgarla en forma acrítica.

Si se tuviera que presentar una sola prueba de que López Obrador es cualquier cosa menos un político progresista y tolerante, allí estaría su actitud ante las denuncias de Ahumada: a todos sus colaboradores corruptos, desde Gustavo Ponce Meléndez hasta René Bejarano y Carlos Imaz, los apoyó, a uno lo ayudó a escapar, a los otros no los persiguió y le dio la libertad, a sus esposas les dio cargos privilegiados en el gobierno, a sus seguidores los colocó entre los más fieles. Jamás le ha reclamado, siquiera, que digan qué hicieron con el dinero que recibieron. Ahumada, puede ser culpable o inocente, pero se lo ha perseguido como sólo pueden hacerlo los inquisidores, los que persiguen consideran que se ha violado la fe. López Obrador, que se compara modestamente con Jesús, Gandhi y Luther King, se parece más a Torquemada: ha permitido que ilegalmente entren al reclusorio los medios “amigos” para fotografiar en paños menores a Ahumada, pero nos ha prohibido a los periodistas que hemos solicitado una entrevista con él (o él con nosotros, en forma destacada a Ciro Gómez Leyva y a quien esto escribe) realizarla. Es un prisionero que a dos años y medio de su detención sigue incomunicado y que no ha podido dar su versión de los hechos, mientras que López Obrador y sus incondicionales siguen utilizando material ilegal, producto de una detención también ilegal (incluso para los niveles de la dictadura cubana), que sólo puede provenir de la isla como una forma de intervenir en los asuntos internos de México.

Es vergonzoso que las autoridades del DF sigan siendo parte de esta maquinación digna de un gobierno totalitario; que mantengan incomunicado de esta manera a un preso obviamente político; que López Obrador quiera utilizar este tipo de cintas, con ese origen, para tratar de levantar su deteriorada imagen, aunque después de dos años y medio ni siquiera nos ha dicho en qué utilizaron él y los suyos ese dinero y si estaban extorsionando a Ahumada, como él dice, y si éste “sólo” los estaba corrompiendo; que el gobierno cubano siga interviniendo de una forma tan obvia en nuestra vida política y que alguno de los seguidores de Fidel todavía se quejen de que la administración Fox no envió “una nota diplomática preguntando por la evolución de la salud de Fidel” (sic); que algunos medios utilicen en forma acrítica, fuera de contexto, sin cuestionamiento alguno, una información que manipulada y obtenida bajo coerción. Es la mejor muestra del deterioro ético de una corriente política que alguna vez se dijo progresista y de izquierda. ¿Qué esperan para regresar a los cauces que le dieron prestigio y legitimidad moral en el pasado?

Por: Jorge Fernández Menéndez
Publicado en: Periódico Excelsior Fecha: Lunes, 21 de Agosto de 2006


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