lunes, septiembre 18, 2006

 

La farsa

Lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral.

Es una farsa que se juegue con el sueño legítimo de "cambio" de miles o de millones de mexicanos que anhelan, sin duda, un México mejor. Es una farsa que con la demagogia fácil de un caudillo iluminado se les haga creer que, por encima de las más elementales reglas de la convivencia política y de las reglas de la democracia, puedan elegir, a mano alzada, sin discusión alguna, sin alternativas, y sin más razón que su intolerancia a la derrota y su desprecio a las reglas aceptadas por todos, a un supuesto "presidente legítimo".

Es una farsa que se hable de una Convención Nacional Democrática cuando lo que presenciamos el pasado sábado en el zócalo capitalino no fue sino una demostración de la capacidad de engañar a una importante porción de la sociedad y de colocar los recursos públicos de las instituciones -esas que tanto desprecian- para derribar precisamente las instituciones democráticas. Es una farsa que se hable de "democracia" cuando lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral, de miles de personas a las que se llevó a convalidar una de las más grotescas y antidemocráticas concentraciones de que se tenga memoria. ¿De dónde salieron los millones y millones de pesos para un montaje de esa naturaleza, para pagar los nada baratos costos de esa farsa? Salieron de la otra farsa, la de cobrar o desviar dinero público, que luego se trasladan a la causa de la farsa democrática.

Es una farsa que en respuesta a un supuesto o real fraude electoral, se responda con otro fraude de legitimidad presidencial, igual o peor de ofensivo, ilegal y atentatorio de la vida institucional que aquel que supuestamente combaten. Es una farsa que los partidos políticos otrora coaligados para competir con las reglas del juego -PRD, PT y Convergencia-, que ganaron posiciones en el Congreso, que viven del dinero público, cuyos grupos parlamentarios se negaron a dejar el cargo y las dietas, y cuyas dirigencias también viven de ese dinero de todos, hoy salgan con la farsa de que respaldan al "presidente legítimo". ¿Son o no partidos y legisladores institucionales?

Es una farsa que se digan de izquierda, revolucionarios y demócratas políticos como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Dante Delgado, Alberto Anaya, Ricardo Monreal, Arturo Núñez -todos vinculados con los gobiernos del PRI, responsables de la ruina del país, que persiguieron al FDN y al naciente PRD-, y que hoy se autoproclamen como los próceres de la nueva izquierda mexicana, que en nombre de esa izquierda enarbolen las banderas de una corriente política que por décadas fue perseguida por los hoy modernos cruzados de la democracia. Es una farsa que intelectuales y académicos ya no quieran acordarse de quiénes son y qué representaron para la izquierda, en sus respectivos momentos, los Camacho, Ebrard, Delgado, Anaya, Monreal y Núñez, entre muchos otros que también hoy se han "purificado" gracias al "movimiento".

Es una farsa que el "presidente legítimo", proclamado al amparo del artículo 39 constitucional -sin tomar en cuenta los artículos 40 y 41-, pretenda convertirse en los próximos días en el principal promotor, propagandista y acarreador de votos de la causa de su paisano tabasqueño Raúl Ojeda, el candidato al gobierno de aquella entidad, que sí competirá por el gobierno bajo las reglas establecidas, que sí usará el dinero público, que sí aceptará el resultado -siempre y cuando le sea favorable-, pero que tendrá como su promotor al "presidente legítimo". ¿Qué no fue la intervención ilegal del presidente Fox el mayor reclamo para argumentar el fraude? Hoy el autoproclamado "presidente legítimo" hará lo mismo. Más que farsa, más que un chiste, ese parece un síntoma de esquizofrenia.

Es una farsa que se hable de resistencia civil pacífica -no sólo por la concepción primigenia del concepto-, cuando todos saben que para perseguir al presidente electo se han diseñado grupos de choque que buscan precisamente exaltar el supuesto carácter "represivo" del gobierno "ilegal y espurio". Es una farsa que se cuestione la "imposición" de Calderón como un "gobierno espurio" y que al mismo tiempo una minoría no mayor al 2% de los potenciales electores mexicanos y que no llega al 1% del total de la población -en el supuesto del millón de delegados-, pretenda imponer lo que ellos llaman "presidente legítimo".

Es una farsa que los convencionistas del 16 de septiembre -a quienes nadie escuchó, nadie tomó en cuenta y sólo les pidieron alzar la mano, como en las viejas asambleas del PRI que siempre cuestionó la izquierda- hayan votado por reclamos fundamentales como "acabar con el presidencialismo y sus excesos, y por someterlo a un estricto marco de responsabilidades", y con sólo levantar la mano avalaran los excesos del "presidente legítimo" que no se apega a marco alguno, sea legal o de responsabilidades sociales y políticas básicas, que sólo representa a sus leales y simpatizantes, y que rechazan una mayoría.

"Farsa", para los desmemoriados, según el Diccionario de la Lengua Española significa: "Comedia", "Pieza cómica breve", "Obra cómica chabacana y grotesca", "Compañía de farsantes, cómicos", "Mentira". Al tiempo.

 

Ricardo Alemán, El Universal

aleman2@prodigy.net.mx


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