sábado, abril 29, 2006

 

Podio Vacio

Gerardo Puertas Gómez, El Norte
Podio vacío    

La soberbia hunde a las personas. Y, en el caso específico de los políticos, tarde o temprano conduce al fracaso.

Ésa es la lección fundamental que nos deja el debate de la y los aspirantes a la Presidencia de la República.

El gran perdedor, en mi opinión, es el candidato de la Alianza por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador.

Su ausencia no es sólo el desperdicio de una excelente oportunidad para presentar sus propuestas y para contrastarlas con las de sus adversarios.

No es, tampoco, únicamente un error de táctica tomado en un momento en el que su liderazgo en las encuestas era contundente.

La decisión de dejar de presentarse en el encuentro, resuelta con total libertad y con plena conciencia, representa mucho más que eso. Debemos estar conscientes de ello.

Es un rechazo a dos elementos esenciales del modelo democrático: respeto a la ciudadanía y voluntad de diálogo.

Que un aspirante a ejercer un cargo público de elección popular opte por no participar en un debate televisivo con sus homólogos es un pésimo precedente.

Manda una señal que, como integrantes del cuerpo ciudadano, hemos de saber leer en su dimensión más profunda.

López Obrador prefiere no exponer ni explicar ante las y los votantes, en el foro organizado por el IFE, los principios y los programas que cimientan su candidatura y que, de obtener el triunfo en las urnas, le servirían para construir sus acciones de gobierno.

Envía un mensaje que, como miembros del electorado, debemos entender en su raíz más honda.

El candidato de la Alianza por el Bien de Todos opta por no contrastar ni defender delante de la opinión pública, en la instancia que le ofrece la autoridad comicial, los propósitos y los proyectos que sostienen su oferta política y que, si alcanza mayoría relativa de sufragios, serían base para su gestión administrativa.

Una y otra actitudes son negativas. Constituyen síntomas de un síndrome preocupante que, por desgracia, parece íntimamente identificado con la personalidad del aspirante: el menosprecio por las instituciones y por las formas propias de la democracia.

Grave es que cualquier individuo desconozca o rechace algunos de los valores democráticos fundamentales.

Más grave todavía es que tal posición sea adoptada, precisamente, por un individuo que desea gobernar.

El abanderado tiene el derecho a decidir a cuáles eventos desea acudir y de cuáles prefiere ausentarse.

A usted y a mí nos corresponde saber interpretar el significado de su asistencia o de su inasistencia.

¿Qué revela la postura del exJefe de Gobierno del Distrito Federal? ¿Oportunidad perdida? Desde luego. ¿Error de táctica? Sin duda.

Pero esencialmente muestra un político que, ante las preferencias electorales señaladas por las encuestas y delante de la posibilidad de ganar la elección, deja ver un rasgo oscuro de su personalidad.

¿Si así se conduce Andrés Manuel López Obrador cuando es candidato, cómo actuaría de llegar a ser Presidente de la República?

La soberbia hunde a las personas. Y, en el caso de los políticos, conduce al fracaso de ellos y de sus gobiernos. Ésa es la lección que deja el debate. Y la lectura que, a mi juicio, debe hacerse del podio vacío.


gerardo_pg@terra.com.mx




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