sábado, abril 29, 2006

 

Lastima Margarito ...

Jaime Sánchez Susarrey, El Norte
Lástima, Margarito

Sólo un ciego o un sordo pueden negar lo evidente. Felipe Calderón fue el
ganador del debate. Y lo fue por partida doble. Se impuso sobre Roberto
Madrazo, pero además capitalizó a su favor la ausencia de AMLO. El reto para
él era doble: debía consolidar su ventaja sobre el candidato del PRI y
aparecer como un hombre capaz de hacer propuestas viables. En ambos frentes
salió airoso. En el primero porque logró neutralizar los ataques de Madrazo
y en el segundo porque efectivamente hizo una oferta novedosa, concreta y
atractiva para la población.

Roberto Madrazo, en cambio, perdió en todos los frentes. Llegó al debate en
condiciones muy difíciles. Desde hace meses la mayoría de las encuestas lo
sitúan en tercer lugar. Los conflictos internos del PRI se multiplican en
todas partes. De ahí que Madrazo decidiera jugarse el todo por el todo.
Apostó a la confrontación directa y abierta con Felipe Calderón. Su
intención era revertir las tendencias y salir del encuentro en un virtual
empate. Nada resultó.

Los puntos más débiles de la estrategia de Madrazo fueron tres: cuestionó la
integridad y la honestidad de Calderón sin tener los elementos para probar
su dicho y, sobre todo, sin tener la más mínima autoridad moral y política.
Entró así en un terreno pantanoso que jamás debería haber pisado. Por otra
parte, subestimó desde el inicio el papel que jugaría Roberto Campa. Y por
último, lo más importante de todo: el candidato del PRI es muy vulnerable
porque tiene una enorme cola que le pisen.

Roberto Campa fue a lo suyo. Para nadie es un secreto que él y la maestra
Gordillo tienen una enorme lista de cuentas pendientes con el candidato del
PRI. Sólo un ingenuo podría suponer que el abanderado de Nueva Alianza no
aprovecharía el debate para poner en evidencia a Madrazo. De los proyectiles
que le lanzó, tres fueron letales: el candidato del PRI no paga impuestos,
se pelea recurrentemente con las mujeres y tiene a su partido hundido en la
división y la confrontación.

La otra parte de la estrategia de Campa fue presentar y defender la urgencia
de un programa de reformas (la fiscal, la laboral y la energética). Perfiló
así a Nueva Alianza como una fuerza que no ganará la Presidencia, pero que
puede jugar un papel muy importante en el Congreso para apoyar e impulsar el
proceso de modernización de México. Nada de eso es despreciable. Y menos aún
en el contexto de un Congreso dividido como el que hemos tenido desde la
segunda mitad del sexenio del Presidente Zedillo.

Patricia Mercado llegó al debate, como ella misma reconoció, con una ventaja
inicial: la de ser mujer y hablar un lenguaje de izquierda claro, pero sin
estridencias. Su renuencia a polemizar con el resto de los contendientes le
permitió capitalizar esa imagen. A final de cuentas, el objetivo fundamental
del Partido Alternativa Socialdemócrata es alcanzar su registro y
posicionarse en un nicho de mercado. Es más, su autodefinición como un
verdadero proyecto de izquierda le permitirá jalar a un sector de la
población que se identificaba tradicionalmente con el PRD, pero que no está
dispuesto a votar por AMLO. Desde esa perspectiva, el debate fue muy
ventajoso para ella.

AMLO fue, sin duda, el otro gran perdedor de la jornada. Lo fue en ausencia,
pero eso no le quita gravedad ni importancia a la derrota. López Obrador y
sus asesores tomaron la decisión de no participar en el debate hace un mes
cuando las encuestas el otorgaban una ventaja de 10 puntos. No fue entonces
la opción más democrática ni más civilizada, pero parecía un cálculo (si
bien, mezquino) racional: el puntero no quería correr riesgos ya que se daba
ya por ganador. El problema estuvo en que ese escenario cambió drásticamente
en las últimas semanas: la ventaja se redujo y la competencia prácticamente
se empató.

López Obrador y su equipo lo supieron a tiempo, pero no quisieron o no
pudieron corregir la estrategia original. En lugar de eso, AMLO se dedicó a
repetir (y lo digo con todo respeto) como chachalaca que conservaba una
ventaja de 10 puntos, que todos los sondeos de opinión estaban truqueados y
que eran parte de una conspiración previa al encuentro. Esta convicción le
sirvió para reiterar que no se presentaría al debate para evitar la celada
que le quería tender el PRIAN.

Lo absurdo del cálculo y del diagnóstico se puso de manifiesto el mismo día
del debate. El enfrentamiento a muerte entre Roberto Madrazo y Felipe
Calderón hubiera ocurrido con o sin la presencia del Peje. Para el candidato
del PRI ésta era la ocasión de oro para reponerse y alcanzar al abanderado
del PAN. No había, en consecuencia, la más mínima posibilidad de
confabulación. Sólo una mente paranoica y desconectada de la realidad pudo
obviar este hecho. Y eso fue justamente lo que hicieron AMLO y sus entornos.

El otro cálculo absurdo fue suponer que AMLO sería el centro del debate en
ausencia. Todos se referirían a él con la intención de destrozarlo. Al final
del encuentro, en consecuencia, los medios lo buscarían para que fijara su
posición y respondiera a los ataques... wishful thinkings, se dice en
inglés.

Para colmo, el posdebate se anuncia ya igual o aun más complicado para AMLO.
Acción Nacional fincará lo que resta de la campaña en reafirmar las
propuestas de Calderón y confrontarlas con la ausencia física y programática
del candidato de la Alianza por el Bien de Todos. En este caso, como en
otros: una imagen dice más que mil palabras. La silla vacía no es un
programa ni un acto de valentía, sino todo lo contrario. Y cuando ese
ejercicio haya dado de sí estaremos ya en puertas del segundo debate.

En suma, el panorama ha dado un giro de 180 grados. AMLO perdió la
iniciativa y no es evidente que tenga capacidad de reaccionar ni de corregir
el rumbo. Es incluso probable que se limite a repetir (dicho de nuevo con
todo respeto) como chachalaca que nada es verdad y que todo es efecto de un
complot. Lástima, Margarito.

opinion@elnorte.com


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