viernes, marzo 31, 2006

 

La ruina nos acecha, por Catón

Mi artículo debió ser -con perdón sea dicho- "La chingada nos acecha". Ese voquible sonoroso viene del verbo "chingar", un vulgarismo mexicano que significa hacer daño, causar mal, inferir molestia o agravio. Incierto es el origen de esa palabrota. En la tertulia de la Librería Andrade, institución decimonónica de la Ciudad de México, los parroquianos debatían una tarde acerca de su procedencia. Uno la hacía derivar del náhuatl; otro afirmaba que provenía del latín. En eso acertó a pasar por ahí don Andrés Quintana Roo, bien conocido por su erudición lexicológica. "Diga usted, señor don Andrés -le preguntó uno de los contertulios-. ¿De dónde proviene la palabra 'chingar'?". "¡De la pulquería!" -respondió sin vacilar Quintana Roo. Sea cual sea el oscuro linaje de ese término, yo creo que la chingada -es decir la ruina- acecha en espera de que Andrés Manuel López Obrador gane la elección presidencial. Promesas desorbitadas, de imposible cumplimiento, ha hecho y sigue haciendo ese demagógico señor.

Dará una pensión a todos los adultos mayores del País, por el solo hecho de serlo, y a todas las madres solteras que hay en la nación. Construirá dos trenes bala que partirán de la capital de la República y llegarán el uno a Nuevo Laredo y el otro a Mexicali. Fundará 30 universidades y dos centenares de preparatorias. Hará no sé cuántas refinerías de petróleo a lo largo y ancho del territorio nacional. Tenderá carreteras que irán de todas partes a todos lados. Destinará billones y billones de pesos a los pobres. Y más cosas ofrece cuyo pago requeriría el presupuesto de todos los países del planeta y de algunos que a él no pertenecen. (Ya tiene, claro, la forma de conseguir ese dinero: les quitará su pensión a los ex presidentes).

En virtud de que AMLO no podrá cumplir esas promesas, que son a todas luces de imposible realización, tendrá que hacer algo para calmar a su clientela, y eso nos llevará a excesos como aquellos en que incurrió Echeverría en su sexenio para legitimarse como Presidente. Lo dicho: la chingada nos acecha. Tal es la mala noticia. La buena es que advierto en todas partes a donde voy una preocupación que hasta hace poco no observaba, especialmente entre los jóvenes y las mujeres, por el modo de ser de López Obrador y su evidente falta de preparación para ocupar el cargo que ambiciona. Si en los meses que faltan para la elección esa inquietud -vale decir esa conciencia- llega a sectores más vastos de la población podrá disiparse el riesgo que ciertamente representa López Obrador para la estabilidad de este país cuya economía, democracia, leyes e instituciones están prendidas con alfileres...

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