lunes, diciembre 19, 2016
Podemos empeorar (con más populismo)
"No importa qué tan mal estén las cosas, siempre puedes empeorarlas". Randy Pausch
El populismo se nutre de lo mal que están las cosas. Si la economía no crece, si no hay buenos empleos, si hay pobreza o corrupción, la gente busca de manera natural a alguien que pueda resolver todo de un plumazo. Siempre hay algún líder carismático que promete hacerlo.
Incluso las epidemias y los periodos de mal clima generaban en el pasado esta búsqueda de soluciones fáciles. Durante siglos miles de mujeres fueron torturadas y quemadas como brujas porque algún líder religioso convencía a la gente de que ésa era la manera de resolver los problemas.
Hoy los políticos populistas siguen haciendo lo mismo. Los electores recurren a ellos porque no imaginan que las cosas pueden empeorar.
Ahí está el ejemplo de Venezuela. Las cosas estaban mal sin duda en el país en 1998 cuando Hugo Chávez contendió en elecciones por la Presidencia. La economía, una de las más prósperas de Latinoamérica por décadas debido al petróleo, se encontraba en una profunda crisis en un año en que los precios cayeron por debajo de los 20 dólares por barril por primera vez desde 1973. Los dos principales partidos políticos, Acción Democrática y Copei, estaban desprestigiados.
Hugo Chávez, quien el 4 de febrero de 1992 había lanzado un intento de golpe de Estado, ganó la elección presidencial con 56.2 por ciento de los votos y una abstención de 36.5 por ciento.
Chávez corrió con suerte. Le tocó un periodo en que los precios del petróleo no dejaron de subir hasta alcanzar y rebasa los 100 dólares por barril. La economía tuvo nuevamente años de prosperidad que le permitieron reelegirse en 2000, 2004, 2006 y 2012. Su popularidad le permitió incluso lograr tras su muerte en 2013 la elección de su sucesor designado, Nicolás Maduro.
Sin embargo, los costos por el inepto manejo de la economía de ambos se han venido acumulando al grado de que hoy Venezuela tiene la mayor inflación del mundo y un brutal desplome económico. Nadie en 1998 podría haber imaginado que las cosas podían empeorar tanto.
La idea de que un político puede arreglar todos los males de la sociedad con medidas populistas ha estado presente desde hace mucho tiempo. Hace más de dos milenios esta propuesta le permitió a Julio César conquistar el poder y volverse un dictador en la antigua república romana. Tanto a Benito Mussolini como a Adolf Hitler les hizo posible en la primera mitad del siglo 20 tomar control de Italia y Alemania.
Hoy vemos una nueva corriente populista en el mundo que se refleja en el Brexit y, sobre todo, en el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos.
Una característica de todos los populistas que aspiran al poder es su insistencia de que todo está mal, en un momento en que la mayoría de la gente está dispuesta a creerlo. El que Estados Unidos tenga una de las tasas de crecimiento más vigorosas de un país desarrollado, una inflación diminuta y una de las tasas de desempleo más bajas del mundo no impidió el triunfo de Trump con su mensaje: "Make America great again".
Independientemente de lo mal que esté la situación, sin embargo, los populistas ocultan el hecho de que las cosas pueden empeorar. En México vemos unas circunstancias perfectas para el populismo. El bajo crecimiento, la corrupción, el desánimo y la desconfianza ante la clase política y las instituciones son un caldo de cultivo ideal.
El problema es que una vez que el populismo se apodera de un país, es muy difícil descartarlo... aunque las cosas empeoren de manera dramática.
Sergio Sarmiento