sábado, junio 16, 2012
Recrear la izquierda
Faltan dos semanas y un día para las elecciones presidenciales de México. La mayoría de las encuestas dicen que entre el 20 y 25 por ciento del electorado sigue indeciso.
Su vacilación no es para menos. Los mexicanos nos vemos obligados a elegir entre un corrupto con cara bonita, una mujer sin posibilidades reales de ganar y un demagogo que promete como si creyera en Santa Clos.
Desconfiados del PRI, hartos del PAN y escépticos del PRD, los 79 millones 454 mil 802 mexicanos registrados para votar pronto tendremos que tachar la opción menos mala.
Como dijo Denise Dresser en una conferencia en Cancún: "Busquen la fruta menos podrida, vayan a las urnas, tápense la nariz y voten".
Independientemente del resultado el 1 de julio, lo que México necesita es una izquierda moderna, inteligente y libre de rencores obsoletos.
Hace falta una opción atractiva para los votantes deseosos de encontrar en la boleta presidencial a un representante de las corrientes social-demócratas como las que caracterizaron José Luis Rodríguez Zapatero en España, Michelle Bachelet en Chile y Lula da Silva en Brasil.
El PRD debe renovarse. Conquistar las urnas desde una posición que deje de culpar a "los complots" y "las mafias" de cada fracaso electoral. Que elimine de su léxico los términos "Presidente legítimo" y "Presidente espurio", pero sobre todo que elimine el presidencialismo.
Una izquierda sin dogmas ni populismos ni radicalismos. Que se encuentre en las calles, pero también en las oficinas, escuelas y hogares. Que deje de anclarse en una sola persona.
"Aparento más edad. Tengo nada más 58 años. Lo que pasa es que estoy aflojado en terracería", dijo Andrés Manuel López Obrador durante el segundo debate presidencial.
Bastante traqueteado, agotado, él mismo reconoce su desgaste.
Propone restablecer la ineficiente Compañía Luz y Fuerza del Centro que nos costaba alrededor de 3 mil millones de dólares anuales y Felipe Calderón logró liquidar. Sacrifica las finanzas del País a cambio de votos de millones de electricistas. Un regreso al pasado con tal de ganar.
Junto con sus incondicionales Diputados del PRD, se manifiesta en contra de las reformas laborales que le otorgarían poder al obrero y se lo quitarían al líder sindical.
Rechaza cambios estructurales que generarían más empleos, crecimiento, y por lo tanto menos pobreza, como sería la apertura del monopolio petrolero.
El domingo pasado prometió crecer al 6 por ciento anual, crear un millón 200 mil nuevos puestos de trabajo al año y "becas para todos". Un mundo feliz.
Pero de la cuchara a la boca se cae la sopa. Desde una izquierda rupturista con las instituciones, proveniente del nacionalismo revolucionario de los años 70 y basada en la idea de un Estado paternalista, sus palabras suenan simplemente como sueños guajiros.
De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la población en pobreza incrementó de 44.5 a 46.2 por ciento entre 2008 y 2010. Solamente en dos años, 3.2 millones de mexicanos que no eran pobres ahora ya lo son.
Después de Chile, México tiene la desigualdad más alta de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), según datos del 2011 de este organismo.
Las gráficas de la OCDE muestran que la distribución inequitativa del ingreso creció desde mediados de los 80 hasta finales del 2000, justo cuando aún gobernaba el PRI. Durante los sexenios del PAN, la diferencia entre la población disminuyó, pero a un ritmo paulatino y poco palpable.
Urge agilizar la erradicación de la pobreza y crear condiciones de bienestar para todos a través de un modelo de gobierno que haga de los más humildes su prioridad.
"Las mayorías son fluidas y pueden moverse a la izquierda; pero sólo si la izquierda se mueve hacia el centro", escribió Carlos Fuentes para El País después de las elecciones presidenciales de 1994 cuando Ernesto Zedillo obtuvo la victoria.
Dieciocho años más tarde, tres sexenios después y con una nueva elección en puerta, su frase sigue vigente. El PRD sigue igual, las caras son las mismas.
Tendremos que esperar hasta el 2018 para posiblemente vislumbrar la izquierda que México tanto necesita.
Celina Canales
canalescelina@gmail.com
Su vacilación no es para menos. Los mexicanos nos vemos obligados a elegir entre un corrupto con cara bonita, una mujer sin posibilidades reales de ganar y un demagogo que promete como si creyera en Santa Clos.
Desconfiados del PRI, hartos del PAN y escépticos del PRD, los 79 millones 454 mil 802 mexicanos registrados para votar pronto tendremos que tachar la opción menos mala.
Como dijo Denise Dresser en una conferencia en Cancún: "Busquen la fruta menos podrida, vayan a las urnas, tápense la nariz y voten".
Independientemente del resultado el 1 de julio, lo que México necesita es una izquierda moderna, inteligente y libre de rencores obsoletos.
Hace falta una opción atractiva para los votantes deseosos de encontrar en la boleta presidencial a un representante de las corrientes social-demócratas como las que caracterizaron José Luis Rodríguez Zapatero en España, Michelle Bachelet en Chile y Lula da Silva en Brasil.
El PRD debe renovarse. Conquistar las urnas desde una posición que deje de culpar a "los complots" y "las mafias" de cada fracaso electoral. Que elimine de su léxico los términos "Presidente legítimo" y "Presidente espurio", pero sobre todo que elimine el presidencialismo.
Una izquierda sin dogmas ni populismos ni radicalismos. Que se encuentre en las calles, pero también en las oficinas, escuelas y hogares. Que deje de anclarse en una sola persona.
"Aparento más edad. Tengo nada más 58 años. Lo que pasa es que estoy aflojado en terracería", dijo Andrés Manuel López Obrador durante el segundo debate presidencial.
Bastante traqueteado, agotado, él mismo reconoce su desgaste.
Propone restablecer la ineficiente Compañía Luz y Fuerza del Centro que nos costaba alrededor de 3 mil millones de dólares anuales y Felipe Calderón logró liquidar. Sacrifica las finanzas del País a cambio de votos de millones de electricistas. Un regreso al pasado con tal de ganar.
Junto con sus incondicionales Diputados del PRD, se manifiesta en contra de las reformas laborales que le otorgarían poder al obrero y se lo quitarían al líder sindical.
Rechaza cambios estructurales que generarían más empleos, crecimiento, y por lo tanto menos pobreza, como sería la apertura del monopolio petrolero.
El domingo pasado prometió crecer al 6 por ciento anual, crear un millón 200 mil nuevos puestos de trabajo al año y "becas para todos". Un mundo feliz.
Pero de la cuchara a la boca se cae la sopa. Desde una izquierda rupturista con las instituciones, proveniente del nacionalismo revolucionario de los años 70 y basada en la idea de un Estado paternalista, sus palabras suenan simplemente como sueños guajiros.
De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la población en pobreza incrementó de 44.5 a 46.2 por ciento entre 2008 y 2010. Solamente en dos años, 3.2 millones de mexicanos que no eran pobres ahora ya lo son.
Después de Chile, México tiene la desigualdad más alta de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), según datos del 2011 de este organismo.
Las gráficas de la OCDE muestran que la distribución inequitativa del ingreso creció desde mediados de los 80 hasta finales del 2000, justo cuando aún gobernaba el PRI. Durante los sexenios del PAN, la diferencia entre la población disminuyó, pero a un ritmo paulatino y poco palpable.
Urge agilizar la erradicación de la pobreza y crear condiciones de bienestar para todos a través de un modelo de gobierno que haga de los más humildes su prioridad.
"Las mayorías son fluidas y pueden moverse a la izquierda; pero sólo si la izquierda se mueve hacia el centro", escribió Carlos Fuentes para El País después de las elecciones presidenciales de 1994 cuando Ernesto Zedillo obtuvo la victoria.
Dieciocho años más tarde, tres sexenios después y con una nueva elección en puerta, su frase sigue vigente. El PRD sigue igual, las caras son las mismas.
Tendremos que esperar hasta el 2018 para posiblemente vislumbrar la izquierda que México tanto necesita.
Celina Canales
canalescelina@gmail.com
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AMLO y los partidos que lo respaldan: PRD, PT y MC, NO representan una verdadera izquierda progresista y moderna. Siguen anclados en discursos trasnochados de lucha de clases, populismo, paternalismo y nacionalismo setentero. Muchos creen que AMLO representa el cambio, pero criticar las mañas del PRI y del PAN no significa que seas un cambio para bien. Regresar a las políticas populistas, paternalistas, y mercantilistas que ya se aplicaron en México en la docena trágica (1970 a 1982) no es un cambio para bien. Es un regreso a la peor época del PRI, al PRI de Echeverría y de López Portillo.