domingo, mayo 22, 2011

 

Entrones (algunos datos sobre Brasil)

Se respira un aire de éxito y de oportunidad y hasta el más modesto de los ciudadanos habla del futuro. La pregunta es qué sustenta ese optimismo tan flagrante. Brasil impresiona por la actitud de su población y porque se han creído la posibilidad del desarrollo a pesar de los obstáculos que les impone su impenetrable burocracia, la deteriorada infraestructura y la existencia de oligopolios en un mercado tras otro. Lo que más me impresionó en una reciente visita fue lo "entrones" que son y la forma en que no se dejan intimidar por las condiciones adversas: en lugar de quejarse, ven cómo le hacen para ser exitosos. El contraste con México es impactante, pero no por su estrategia de desarrollo sino por la actitud de su gente.

La explicación más obvia de su éxito reciente reside en dos circunstancias: un entorno predecible, producto de un conjunto de reformas serias aunque relativamente modestas, pero sobre todo de la continuidad en la política económica. El Presidente Cardoso llevó a cabo las reformas en los 90 y el Presidente Lula las continuó sin alterar el curso.Por otro lado, los brasileños han contado con el excepcional liderazgo de dos Presidentes, sobre todo del segundo. Lula transformó a Brasil no sólo por su decisión de mantener el rumbo, sino porque, al no cambiarlo ni implantar medidas radicales, consolidó las instituciones democráticas. Además, privilegió el futuro sobre los problemas cotidianos y convenció a la población. Actitud y liderazgo hicieron magia.

País interesante, grande y diverso, con distancias enormes, carece de una infraestructura ferroviaria, lo que satura las carreteras de camiones de carga. El comercio exterior padece de pésimos puertos y conexiones al interior. Las exportaciones más exitosas -carne, granos y minerales- funcionan porque su producción se encuentra cerca de la costa.

La pregunta obvia para un mexicano es qué han hecho ellos que sea distinto, qué les ha dado la fortaleza que hoy presumen. La diferencia reside en su actitud y el liderazgo, pues en términos estructurales hay más mito que realización. El Gobierno brasileño recauda mucho más que el mexicano (la mayoría de la diferencia son impuestos locales), pero su gasto no es muy encomiable: más dinero no ha hecho sino promover y hacer posibles proyectos faraónicos como su capital y su política industrial.

El gran proyecto de Lula fue financiar a las familias más pobres con un programa similar a Oportunidades, que contribuyó (igual que aquí) a que varios millones de personas se incorporaran a los circuitos de consumo: su objetivo explícito fue crear una sociedad de clase media. Lo que Lula no abandonó fue la promoción de la industria local: el Gobierno ha financiado la expansión de muchas empresas por el solo hecho de ser brasileñas. El gran tema es quién y cómo ha pagado esto. La respuesta es muy simple: los impuestos tan elevados le generan fondos suficientes para toda clase de proyectos pero lo hace a costa de la población. Un automóvil Corolla, que en México cuesta 256 mil, para los brasileños tiene un costo de 524 mil. No hay comida gratuita.

Ahí yace la diferencia principal: en los 80, México optó por colocar al consumidor como el beneficiario y objetivo de la política económica, mientras que el brasileño privilegia al empresario. De ese enfoque estratégico se deriva todo el resto: el Gobierno de ese país hace todo lo posible por fortalecer la capitalización de sus empresas, elevar su rentabilidad y protegerlas de la competencia. Eso no implica que el país esté cerrado a las importaciones, sino que su objetivo central reside en la construcción de una economía dirigida desde el Gobierno. El resultado es que los consumidores tienen acceso a productos mucho más costosos y de menor calidad que los mexicanos. Algún día Brasil liberalizará su mercado y eso entrañará un severo ajuste por el que nosotros ya pasamos.

En contraste con Brasil, que ha sido consistente en su estrategia económica, nosotros hemos ido dando tumbos. No hay sentido de dirección: no nos hemos atrevido a llevar el modelo ciudadano a la política, los monopolios y los privilegios. La ausencia de estrategia y de liderazgo explica en buena medida las diferentes percepciones que tenemos respecto al futuro.

Hay otra diferencia sustantiva. Aunque los números de homicidios como porcentaje de la población son peores en Brasil, la realidad es que se trata de dos fenómenos distintos. Brasil enfrenta un enorme problema de criminalidad, comenzando por Río de Janeiro, pero no es un problema que se extiende día a día como ocurre en nuestro país. Más importante: los brasileños se han empeñado en construir capacidad policiaca y han optado por formas "creativas" de enfrentar sus males, como el hecho de llevar el Mundial de Futbol y las Olimpiadas precisamente a Río, ambos proyectos concebidos, en parte, como medios para limpiar zonas saturadas de delincuentes y transformar a la región.

Quizá la pregunta importante sea si México podría hacer algo similar, es decir, fortalecer al Gobierno como factor de desarrollo y proteger y subsidiar a la planta productiva. El mercado interno de Brasil es mucho mayor al mexicano, lo que le da una relativa ventaja; pero la verdadera diferencia reside en que Brasil ha tenido una enorme fuente de financiamiento -sus exportaciones a China- que le ha permitido toda clase de proyectos (y excesos) a través del gasto. Los fondos que lograron obtener para el desarrollo de los nuevos campos petroleros le procurarán enormes flujos de dinero que podrían hacer maravillas. Nosotros hemos estado ahí: muchos recursos petroleros pero poca realización de largo plazo. El problema, allá y aquí, reside en la forma en que se emplea el dinero. Cuando cambien las condiciones externas, Brasil tendrá que realizar un gran ajuste fiscal: aunque tienen gran claridad de rumbo, no es obvio que vayan a ser más exitosos que nosotros.

México y Brasil optaron por distintos modos de interacción con el resto del mundo; sin embargo, nada garantiza que su modelo sea superior al nuestro. Lo que es claro es que el éxito reside en qué tan idónea es la estrategia para lograr el desarrollo: ninguno ha encontrado la piedra filosofal. La diferencia fundamental es de enfoque y de visión: allá tienen optimismo de sobra. Un poco de buen liderazgo con claridad de rumbo aquí también podría hacer magia.
Luis Rubio
www.cidac.org
 
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No hay lonche gratis. Yo prefiero una economía orientada en pro del consumidor (no creo que la mexicana haya llegado a ese nivel, falta mucho. Tenemos muchos monopolios públicos, estatales, y varios oligopolios) que una enfocada al productor. Todos somos consumidores, los productores son pocos en cada sector. Si, los productores generan empleo, pero las ganancias de los productores no deben darse por proteccionismo con energéticos baratos, subsidios, o aranceles a la importación. Las ganancias de los productores deben darse por vender productos de calidad, con buen servicio e innovación. Brasil tarde que temprano tendrá que dejar de proteger a su planta productiva, y entonces verán la realidad. Y México tendrá que liberalizar el sector energético estatizado e incentivar más competencia en sectores como las telecomunicaciones, entre otros. Al tiempo.


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