viernes, junio 22, 2007
La víctima
Durante su largo trayecto como único partido en el poder, el PRI utilizó la pobreza como elemento de la propaganda, ayudando a crear una cultura de victimización, en la cual el tricolor sirvió de dador de beneficios a aquellos que merecían recibirlos por el simple hecho de ser las víctimas de la historia.
Esta anquilosada y dañina postura ahora la sustenta el PRD. El discurso perredista se compone de quejas y lamentaciones, más estridentes mientras menos justificadas, porque la explotación de la sensación de ser víctima ha sido una maniobra propagandística exitosa. Es, de hecho, la táctica de la extrema derecha estadounidense, una larga queja sobre cómo los liberales han ultrajado los derechos y valores de los maltratados derechistas.
El mensaje perredista es peligroso porque es un manipuleo. Al igual que el PRI (de antaño?), igual que los ultraderechistas de EU, igual que los pioneros de la revolución rusa que lamentaban cualquier periodo de paz en la Rusia zarista, la tirada no es quitar el estatus de víctima a sus seguidores, sino usarlo para acceder al poder, desde cuya cima pueden darse dádivas que ayuden a mantener el partido en el poder. La combinación del discurso de la víctima y la posibilidad de recompensarla con privilegios que "se merece" no es más que la vieja estrategia priista vestida con otros ropajes.
Es un mensaje eficaz. Existen grandes sectores de la cultura mexicana que tienden hacia rasgos de depresión y de masoquismo, siendo este último la sensación constante de ser siempre la víctima de las circunstancias. Los movimientos políticos exitosos siempre han contado con una comprensión muchas veces inconsciente de estas tendencias psicológicas en una cultura.
El ejemplo moderno más espectacular de tal dominio fue Adolfo Hitler, cuyos discursos iban directamente hacia las necesidades y sufrimiento de un pueblo abatido, de una economía destruida, pero no para enaltecer a ese mismo pueblo, sino para utilizar sus más oscuros impulsos humanos y darles rienda suelta bajo un esquema que legitimizaba su expresión. Lo pudo hacer porque fomentó de entrada el sentimiento de vejación del pueblo alemán, una vejación en gran medida real.
La pobreza también es real. ¿Pero cómo se explica que países terriblemente pobres, como Irlanda, Corea del Sur, China y la India, hayan logrado salir adelante cuando comenzaron tan abajo, mientras México, con tantas ventajas potenciales, parece atrapado en un estancamiento? En parte, porque la cultura de la víctima no permite salir adelante. La víctima, víctima es. Se vuelve su identidad, su razón de ser, una forma de vida.
¿Por qué creen ustedes que el discurso del PRD nunca incluye el reconocimiento de que las reservas petroleras se acaban, y pronto? Porque, al hacerlo, tendría que abordar la noción de que los grandes victimarios -llámense iniciativa privada, capital extranjero, o simplemente una visión más pragmática- tienen algo qué ver con las soluciones. Por ende, los líderes perredistas no las desean.
Una mayor prosperidad para los mexicanos, acceso a una buena educación, servicios de salud universales, oportunidades de entrenamiento técnico, el desarrollo económico regional, una justicia liberal y equitativa -todo lo que podría terminar con la victimización de ser pobre-, es anatema para el PRD a menos que se logre sólo mediante sus propias fórmulas.
Su herramienta es la propaganda. Pero la propaganda no aspira a soluciones. Nos hace a todos sus víctimas.
Karen Batres, 22 de junio 2007
karen_batres@gmail.com
Esta anquilosada y dañina postura ahora la sustenta el PRD. El discurso perredista se compone de quejas y lamentaciones, más estridentes mientras menos justificadas, porque la explotación de la sensación de ser víctima ha sido una maniobra propagandística exitosa. Es, de hecho, la táctica de la extrema derecha estadounidense, una larga queja sobre cómo los liberales han ultrajado los derechos y valores de los maltratados derechistas.
El mensaje perredista es peligroso porque es un manipuleo. Al igual que el PRI (de antaño?), igual que los ultraderechistas de EU, igual que los pioneros de la revolución rusa que lamentaban cualquier periodo de paz en la Rusia zarista, la tirada no es quitar el estatus de víctima a sus seguidores, sino usarlo para acceder al poder, desde cuya cima pueden darse dádivas que ayuden a mantener el partido en el poder. La combinación del discurso de la víctima y la posibilidad de recompensarla con privilegios que "se merece" no es más que la vieja estrategia priista vestida con otros ropajes.
Es un mensaje eficaz. Existen grandes sectores de la cultura mexicana que tienden hacia rasgos de depresión y de masoquismo, siendo este último la sensación constante de ser siempre la víctima de las circunstancias. Los movimientos políticos exitosos siempre han contado con una comprensión muchas veces inconsciente de estas tendencias psicológicas en una cultura.
El ejemplo moderno más espectacular de tal dominio fue Adolfo Hitler, cuyos discursos iban directamente hacia las necesidades y sufrimiento de un pueblo abatido, de una economía destruida, pero no para enaltecer a ese mismo pueblo, sino para utilizar sus más oscuros impulsos humanos y darles rienda suelta bajo un esquema que legitimizaba su expresión. Lo pudo hacer porque fomentó de entrada el sentimiento de vejación del pueblo alemán, una vejación en gran medida real.
La pobreza también es real. ¿Pero cómo se explica que países terriblemente pobres, como Irlanda, Corea del Sur, China y la India, hayan logrado salir adelante cuando comenzaron tan abajo, mientras México, con tantas ventajas potenciales, parece atrapado en un estancamiento? En parte, porque la cultura de la víctima no permite salir adelante. La víctima, víctima es. Se vuelve su identidad, su razón de ser, una forma de vida.
¿Por qué creen ustedes que el discurso del PRD nunca incluye el reconocimiento de que las reservas petroleras se acaban, y pronto? Porque, al hacerlo, tendría que abordar la noción de que los grandes victimarios -llámense iniciativa privada, capital extranjero, o simplemente una visión más pragmática- tienen algo qué ver con las soluciones. Por ende, los líderes perredistas no las desean.
Una mayor prosperidad para los mexicanos, acceso a una buena educación, servicios de salud universales, oportunidades de entrenamiento técnico, el desarrollo económico regional, una justicia liberal y equitativa -todo lo que podría terminar con la victimización de ser pobre-, es anatema para el PRD a menos que se logre sólo mediante sus propias fórmulas.
Su herramienta es la propaganda. Pero la propaganda no aspira a soluciones. Nos hace a todos sus víctimas.
Karen Batres, 22 de junio 2007
karen_batres@gmail.com
Etiquetas: demagogia, economia, pobreza, populismo, PRD, PRI