viernes, noviembre 17, 2006
Que renuncie
"Es el primer acuerdo: que renuncie. Que renuncie y luego ya pactamos lo que quiera".
Gerardo Fernández Noroña, vocero del PRD
MADRID.- Los grupos radicales que han tomado control del PRD bajo la dirección de Andrés Manuel López Obrador tienen una visión muy curiosa de lo que es negociar. El único pacto posible para ellos es la renuncia incondicional del rival. Si no se les concede, continúan hostigándolo; pero, además, lo llaman intransigente.
Ésta ha sido la estrategia de negociación en el caso de Oaxaca. Si bien la APPO no es parte formal del PRD o del Frente Amplio Progresista, la identidad de propósitos entre todos ellos es clara. La exigencia de la APPO es una y muy sencilla. Ulises Ruiz, el Gobernador, debe renunciar. Sólo después de eso es posible empezar a negociar. Claro que la negociación, cuando llegue, se hará sobre la base que ha sido tradicional para la APPO: lo que se acuerde hoy es sólo el punto de inicio de lo que se negociará mañana.
La misma táctica estamos viendo en el PRD de hoy frente al nuevo Gobierno. La primera exigencia, la exigencia obsesiva, es la renuncia del Presidente electo de México, Felipe Calderón. Si el Presidente renuncia, entonces ya podrá el PRD empezar a negociar... cualquier cosa, pero a negociar. Es como si el Gobierno o el PAN exigieran la renuncia de Leonel Cota o el retiro de la política de Andrés Manuel López Obrador antes de empezar cualquier tipo de diálogo con el PRD. Los perredistas, por supuesto, rechazarían de antemano esa condición.
Pero el problema es que los radicales han logrado sacarle jugo a este tipo de negociaciones con un Gobierno débil. Estos grupos no necesariamente buscan que se les otorgue lo que piden. No hay muchos entre ellos que piensen, por ejemplo, que Felipe Calderón va a renunciar antes de empezar su Presidencia. Pero saben que pueden arrancarle concesiones y tratos especiales a un Gobierno débil. En el ánimo de aplacarlos, la autoridad ha estado hasta ahora dispuesta a premiarlos con viviendas, tratos especiales y dinero. Y esto, por supuesto, les interesa más a los líderes que la renuncia de un Presidente o un Gobernador.
No estamos viendo realmente una confrontación entre la izquierda y la derecha. Andrés Manuel López Obrador, Gerardo Fernández Noroña, los Panchos Villas, los grupos de René Bejarano en el Distrito Federal, la APPO en Oaxaca y las organizaciones que han atacado restaurantes en Oaxaca y hecho detonar bombas en la Ciudad de México no son de izquierda. No buscan mejorar el nivel de vida de los pobres. Los bloqueos de calles y carreteras, los ataques a instalaciones productivas, le hacen más daño a quienes menos tienen, a quienes no se pueden proteger económicamente, que a los ricos. Lo que buscan estos grupos es el poder o los privilegios que éste implica. Por eso su primera exigencia es siempre "que renuncie"... Ya después se podrá negociar lo que sea. Eso no es lo importante.
Los movimientos políticos que hoy estamos viendo no tienen como destinatario al actual Presidente de la República, Vicente Fox. A nadie le interesa lo que haga un Mandatario al que le quedan tan sólo dos semanas en el poder. El destinatario de los mensajes es Felipe Calderón. Se le está exigiendo su renuncia no para que renuncie de inmediato, sino para que él, atemorizado, les entregue nuevos privilegios y recursos. Pero aun cuando los entregue, la idea será seguirle haciendo imposible la vida. Quieren convertir a Felipe Calderón en el Ulises Ruiz del País en los próximos años.
Calderón no tendrá oportunidad de una luna de miel como la que gozó Vicente Fox en diciembre del 2000 y los primeros meses del 2001. No tendrá ni siquiera las tres semanas que disfrutó Ernesto Zedillo. Desde el primer día de diciembre se enfrentará a un movimiento de protesta que buscará ser espectacular y que se utilizará después como prueba de que hay ingobernabilidad en el país que debe llevar a la renuncia del Presidente. Bien podría ocurrir, así, que las calles de la Ciudad de México sean objeto de un nuevo bloqueo prolongado, peor que el del verano, que trate de repetir las condiciones que se han vivido en la ciudad de Oaxaca.
El nuevo Presidente, por supuesto, puede obviar toda la batalla si renuncia y le entrega el Gobierno a López Obrador. Con eso evitaríamos problemas, pero nos despojaría a los mexicanos de cualquier esperanza de vivir en una democracia. La otra opción es que Calderón realmente se vuelva duro en la aplicación de la ley. Es cierto que lo llamarán intransigente y lo denunciarán ante las organizaciones no gubernamentales del mundo entero. Pero la única intransigencia justificable es la que se ejerce contra la intransigencia.
Gerardo Fernández Noroña, vocero del PRD
MADRID.- Los grupos radicales que han tomado control del PRD bajo la dirección de Andrés Manuel López Obrador tienen una visión muy curiosa de lo que es negociar. El único pacto posible para ellos es la renuncia incondicional del rival. Si no se les concede, continúan hostigándolo; pero, además, lo llaman intransigente.
Ésta ha sido la estrategia de negociación en el caso de Oaxaca. Si bien la APPO no es parte formal del PRD o del Frente Amplio Progresista, la identidad de propósitos entre todos ellos es clara. La exigencia de la APPO es una y muy sencilla. Ulises Ruiz, el Gobernador, debe renunciar. Sólo después de eso es posible empezar a negociar. Claro que la negociación, cuando llegue, se hará sobre la base que ha sido tradicional para la APPO: lo que se acuerde hoy es sólo el punto de inicio de lo que se negociará mañana.
La misma táctica estamos viendo en el PRD de hoy frente al nuevo Gobierno. La primera exigencia, la exigencia obsesiva, es la renuncia del Presidente electo de México, Felipe Calderón. Si el Presidente renuncia, entonces ya podrá el PRD empezar a negociar... cualquier cosa, pero a negociar. Es como si el Gobierno o el PAN exigieran la renuncia de Leonel Cota o el retiro de la política de Andrés Manuel López Obrador antes de empezar cualquier tipo de diálogo con el PRD. Los perredistas, por supuesto, rechazarían de antemano esa condición.
Pero el problema es que los radicales han logrado sacarle jugo a este tipo de negociaciones con un Gobierno débil. Estos grupos no necesariamente buscan que se les otorgue lo que piden. No hay muchos entre ellos que piensen, por ejemplo, que Felipe Calderón va a renunciar antes de empezar su Presidencia. Pero saben que pueden arrancarle concesiones y tratos especiales a un Gobierno débil. En el ánimo de aplacarlos, la autoridad ha estado hasta ahora dispuesta a premiarlos con viviendas, tratos especiales y dinero. Y esto, por supuesto, les interesa más a los líderes que la renuncia de un Presidente o un Gobernador.
No estamos viendo realmente una confrontación entre la izquierda y la derecha. Andrés Manuel López Obrador, Gerardo Fernández Noroña, los Panchos Villas, los grupos de René Bejarano en el Distrito Federal, la APPO en Oaxaca y las organizaciones que han atacado restaurantes en Oaxaca y hecho detonar bombas en la Ciudad de México no son de izquierda. No buscan mejorar el nivel de vida de los pobres. Los bloqueos de calles y carreteras, los ataques a instalaciones productivas, le hacen más daño a quienes menos tienen, a quienes no se pueden proteger económicamente, que a los ricos. Lo que buscan estos grupos es el poder o los privilegios que éste implica. Por eso su primera exigencia es siempre "que renuncie"... Ya después se podrá negociar lo que sea. Eso no es lo importante.
Los movimientos políticos que hoy estamos viendo no tienen como destinatario al actual Presidente de la República, Vicente Fox. A nadie le interesa lo que haga un Mandatario al que le quedan tan sólo dos semanas en el poder. El destinatario de los mensajes es Felipe Calderón. Se le está exigiendo su renuncia no para que renuncie de inmediato, sino para que él, atemorizado, les entregue nuevos privilegios y recursos. Pero aun cuando los entregue, la idea será seguirle haciendo imposible la vida. Quieren convertir a Felipe Calderón en el Ulises Ruiz del País en los próximos años.
Calderón no tendrá oportunidad de una luna de miel como la que gozó Vicente Fox en diciembre del 2000 y los primeros meses del 2001. No tendrá ni siquiera las tres semanas que disfrutó Ernesto Zedillo. Desde el primer día de diciembre se enfrentará a un movimiento de protesta que buscará ser espectacular y que se utilizará después como prueba de que hay ingobernabilidad en el país que debe llevar a la renuncia del Presidente. Bien podría ocurrir, así, que las calles de la Ciudad de México sean objeto de un nuevo bloqueo prolongado, peor que el del verano, que trate de repetir las condiciones que se han vivido en la ciudad de Oaxaca.
El nuevo Presidente, por supuesto, puede obviar toda la batalla si renuncia y le entrega el Gobierno a López Obrador. Con eso evitaríamos problemas, pero nos despojaría a los mexicanos de cualquier esperanza de vivir en una democracia. La otra opción es que Calderón realmente se vuelva duro en la aplicación de la ley. Es cierto que lo llamarán intransigente y lo denunciarán ante las organizaciones no gubernamentales del mundo entero. Pero la única intransigencia justificable es la que se ejerce contra la intransigencia.
Sergio Sarmiento, El Norte