martes, noviembre 21, 2006
Bufón
¿Farsa, parodia, drama? ¿Es guasa, pretende el humor, la hilaridad o por el contrario resbala en lo patético, en esa sonrisa dolorosa que quisiéramos evitar y no podemos? Este 20 de noviembre del 2006 podrá ser recordado como un aniversario más del levantamiento de Madero. Pero también estará allí otro recuerdo imborrable, el monumento a la vanidad, al culto a la personalidad, al neocaudillismo, a la coba sin límites, a la desproporción, a la abyección, al ridículo. El día de ayer un grupo de mexicanos, en contra de todo sentido de la legalidad, siguió a su líder. Autoproclamado "Presidente legítimo" de México, invocando para sí igual a Juárez que a Madero en comparaciones que debían provocarle vergüenza, AMLO se aleja de una mínima racionalidad política. El capricho los guía. Por ahí se encamina a la degradación de sí mismo y de su movimiento. Los costos serán altísimos.
De nada valen ya los largos años de construcción de las instituciones que hoy le reconocen al PRD múltiples triunfos, nada significan la infinidad de candados contra actos fraudulentos que ellos mismos ayudaron a concebir. La voz de un millón de ciudadanos involucrados en las elecciones tampoco tiene valor. Menos aún los razonamientos de la máxima autoridad electoral o los simples números. Y, finalmente, en un acto de enorme desprecio al sentido común, nada les importan los otros ciudadanos, el 65 por ciento que no votaron por él. Defenderían a muerte su victoria por un voto, está bien, suena democrático. Pero su derrota sólo la reconocerían si hubieran sido aplastados por millones. Ésa es su profunda convicción democrática. "Voto por Voto" si es a mi favor. En mi contra sólo los números grandes valen.
La autoproclamación, el uso de la banda, el escudo, la protesta, el espectáculo de pretensiones republicanas con ánimos de frustración hollywoodenses, las expresiones insultantes, "pelele", todo a favor, no del PRD que al contrario sangra con estos actos, sino de sus críticos. De nuevo el capricho: o se va Calderón y con él sus 15 millones de votos o no tenemos de qué hablar. Aquí el centro pareciera ser la visión de un solo hombre que define cauces y causas. No hay documentos célebres, pronunciamientos escritos, ideas o principios asentados en negro sobre blanco. Aquí estamos sujetos a la palabra de una persona, a su capacidad de leer las verdades profundas de un pueblo. Pueblo, decía Hegel, es aquella parte del estado que no sabe qué quiere. Pero el espectáculo no ha terminado.
El 1 de diciembre habrá zafarrancho. No importa que alrededor del 80 por ciento de los mexicanos condene el hecho. Hay que ser firmes en el capricho. Nada impedirá que Calderón sea Presidente en funciones y ellos lo saben. Pero cómo desperdiciar una oportunidad así, en cadena nacional, en vivo y en directo, para manifestar su exacerbada capacidad de pequeña violencia, que simplemente es violencia. Atrapados por la idea de lograr imágenes, son esclavos de la oportunidad. En las calles los gritos de las huestes del neocorporativismo plagado de corrupción. Adentro los señores legisladores que protestaron respetar la legalidad enseñando el poder de sus pulmones y de sus hombros para denigrar a las instituciones. Pero, eso sí, desde septiembre puntualmente cobran sus dietas.
El espectáculo recorrerá el mundo. México saldrá dañado, no importa. Habrá zafarrancho y habrá factura para el PRD, los dos. Calderón gobernará, qué duda cabe, y las imágenes se diluirán en la memoria. El daño estará allí, pero no para Calderón que queda como víctima, papel muy bien explotado en otros momentos por su líder. El daño será para ellos, para el PRD, que terminan como victimarios. Los años que les llevó sacudirse la impresión de violencia que rodeó al PRD están a punto de echarlos por la borda en unos cuantos minutos. Genial.
La pregunta que muchos se hacen es si nadie puede detenerlo en esta marcha suicida que a todos perjudica, pero más aún a su propia causa. ¿Cómo imaginar a AMLO candidato en el 2012 con el nutrido expediente de incitación a la violencia que ha acumulado en los últimos cinco meses? Más lo que viene. ¿Cómo le irá al PRD con estos desplantes frente a una opinión pública cuya oposición a la violencia es conocida? Quizá estamos leyendo las cosas al revés. Todos los ojos caen sobre él, pareciera el centro, el eje. Los aplausos de sus corifeos parecieran seguirlo. Él da la cara, él se arroja a la pista, a la arena; él les ofrenda la sangre y las risas. Hay aquí una relación -como lo describiera Kojeve- de amo y esclavo. Pero ¿quién es quién?
Pudiera ser a la inversa. AMLO es el títere en turno. Como lo fue Marcos. ¿Quién es hoy el todopoderoso Marcos del 94? Como si fueran productos desechables. La farsa es perfecta: él dice conducir, en realidad lo conducen. Son los radicales los que están en control. Ellos sí permanecen. No dan la cara. Sus intereses son muy diferentes. Hieren al PRD, lo lanzan a misiones suicidas. Polarizan, envenenan. Con la anarquía como objetivo dan pasos que nadie entiende. Marcos pudo haber consolidado un movimiento social-indígena sin precedente. AMLO hubiera podido ser el primer Presidente del PRD en el 2006 o en el 12. Pero, absurdo, se radicalizó y perdió. ¿Por qué? Del 2 de julio al 1 de diciembre pareciera estar provocando sistemáticamente un rechazo a la izquierda: ataca a las instituciones que antes decía defender, paralizó la ciudad que fue su plataforma, se peleó con quienes le dieron padrinazgo y hoy arrastra al PRD en un delirio sin salida. No es el patrón, es el bufón.
De nada valen ya los largos años de construcción de las instituciones que hoy le reconocen al PRD múltiples triunfos, nada significan la infinidad de candados contra actos fraudulentos que ellos mismos ayudaron a concebir. La voz de un millón de ciudadanos involucrados en las elecciones tampoco tiene valor. Menos aún los razonamientos de la máxima autoridad electoral o los simples números. Y, finalmente, en un acto de enorme desprecio al sentido común, nada les importan los otros ciudadanos, el 65 por ciento que no votaron por él. Defenderían a muerte su victoria por un voto, está bien, suena democrático. Pero su derrota sólo la reconocerían si hubieran sido aplastados por millones. Ésa es su profunda convicción democrática. "Voto por Voto" si es a mi favor. En mi contra sólo los números grandes valen.
La autoproclamación, el uso de la banda, el escudo, la protesta, el espectáculo de pretensiones republicanas con ánimos de frustración hollywoodenses, las expresiones insultantes, "pelele", todo a favor, no del PRD que al contrario sangra con estos actos, sino de sus críticos. De nuevo el capricho: o se va Calderón y con él sus 15 millones de votos o no tenemos de qué hablar. Aquí el centro pareciera ser la visión de un solo hombre que define cauces y causas. No hay documentos célebres, pronunciamientos escritos, ideas o principios asentados en negro sobre blanco. Aquí estamos sujetos a la palabra de una persona, a su capacidad de leer las verdades profundas de un pueblo. Pueblo, decía Hegel, es aquella parte del estado que no sabe qué quiere. Pero el espectáculo no ha terminado.
El 1 de diciembre habrá zafarrancho. No importa que alrededor del 80 por ciento de los mexicanos condene el hecho. Hay que ser firmes en el capricho. Nada impedirá que Calderón sea Presidente en funciones y ellos lo saben. Pero cómo desperdiciar una oportunidad así, en cadena nacional, en vivo y en directo, para manifestar su exacerbada capacidad de pequeña violencia, que simplemente es violencia. Atrapados por la idea de lograr imágenes, son esclavos de la oportunidad. En las calles los gritos de las huestes del neocorporativismo plagado de corrupción. Adentro los señores legisladores que protestaron respetar la legalidad enseñando el poder de sus pulmones y de sus hombros para denigrar a las instituciones. Pero, eso sí, desde septiembre puntualmente cobran sus dietas.
El espectáculo recorrerá el mundo. México saldrá dañado, no importa. Habrá zafarrancho y habrá factura para el PRD, los dos. Calderón gobernará, qué duda cabe, y las imágenes se diluirán en la memoria. El daño estará allí, pero no para Calderón que queda como víctima, papel muy bien explotado en otros momentos por su líder. El daño será para ellos, para el PRD, que terminan como victimarios. Los años que les llevó sacudirse la impresión de violencia que rodeó al PRD están a punto de echarlos por la borda en unos cuantos minutos. Genial.
La pregunta que muchos se hacen es si nadie puede detenerlo en esta marcha suicida que a todos perjudica, pero más aún a su propia causa. ¿Cómo imaginar a AMLO candidato en el 2012 con el nutrido expediente de incitación a la violencia que ha acumulado en los últimos cinco meses? Más lo que viene. ¿Cómo le irá al PRD con estos desplantes frente a una opinión pública cuya oposición a la violencia es conocida? Quizá estamos leyendo las cosas al revés. Todos los ojos caen sobre él, pareciera el centro, el eje. Los aplausos de sus corifeos parecieran seguirlo. Él da la cara, él se arroja a la pista, a la arena; él les ofrenda la sangre y las risas. Hay aquí una relación -como lo describiera Kojeve- de amo y esclavo. Pero ¿quién es quién?
Pudiera ser a la inversa. AMLO es el títere en turno. Como lo fue Marcos. ¿Quién es hoy el todopoderoso Marcos del 94? Como si fueran productos desechables. La farsa es perfecta: él dice conducir, en realidad lo conducen. Son los radicales los que están en control. Ellos sí permanecen. No dan la cara. Sus intereses son muy diferentes. Hieren al PRD, lo lanzan a misiones suicidas. Polarizan, envenenan. Con la anarquía como objetivo dan pasos que nadie entiende. Marcos pudo haber consolidado un movimiento social-indígena sin precedente. AMLO hubiera podido ser el primer Presidente del PRD en el 2006 o en el 12. Pero, absurdo, se radicalizó y perdió. ¿Por qué? Del 2 de julio al 1 de diciembre pareciera estar provocando sistemáticamente un rechazo a la izquierda: ataca a las instituciones que antes decía defender, paralizó la ciudad que fue su plataforma, se peleó con quienes le dieron padrinazgo y hoy arrastra al PRD en un delirio sin salida. No es el patrón, es el bufón.
Federico Reyes Heroles, El Norte, 21 de noviembre