martes, agosto 15, 2006
La violencia
"Hay una violencia indispensable: la violencia contra la violencia. Aunque sólo sea para evitar las fatales consecuencias de la violencia sin oposición".
André Maurois
Si Andrés Manuel López Obrador fuera un apostador, sería el tipo que siempre busca duplicar su apuesta, que nunca considera la posibilidad de un retiro táctico, que no tiene estrategia para racionalizar derrotas y usar los triunfos parciales como base para otros avances. La única opción que aparentemente conoce es la rendición incondicional del enemigo.
Este pasado domingo, el candidato de la alianza Por el Bien de Todos dio nuevas muestras de esta actitud. Él mismo parece haber aceptado que las posibilidades de que el Tribunal Electoral le dé la victoria legal en su intento por llegar a la silla presidencial son muy escasas. Por eso está incrementando sus esfuerzos de confrontación con la esperanza de que se produzca un enfrentamiento violento que termine por afectar la gobernabilidad del país.
Nadie puede llamarse a engaño. La estrategia la delineó públicamente el propio López Obrador en el Zócalo este domingo pasado.
El primer paso será mantener el bloqueo del Zócalo y del Centro Histórico de la Ciudad de México, en contraste con las declaraciones de Alejandro Encinas y otros funcionarios del gobierno capitalino que decían que el plantón podría levantarse en los próximos días ante el daño que le ha hecho a la popularidad del PRD, de Encinas y del propio López Obrador.
El segundo paso será impedir que el Presidente Vicente Fox pueda acudir al Palacio Legislativo el próximo primero de septiembre a rendir su último Informe de Gobierno.
El tercer paso, en caso de que los magistrados del Tribunal Electoral no acepten la exigencia del PRD para darle la Presidencia a López Obrador, será evitar que Felipe Calderón pueda recibir la constancia como Presidente electo.
El cuarto paso será evitar que el Presidente Fox pueda dar el grito del 15 de septiembre desde el balcón del Palacio Nacional. Será López Obrador quien ocupe el Zócalo esa noche para su propio grito.
El quinto paso será impedir que el Ejército pueda ofrecer su tradicional desfile por el Paseo de la Reforma el 16 de septiembre.
El sexto paso será mantener el bloqueo del centro de la Ciudad de México y la campaña de resistencia civil durante un tiempo indefinido. "Podríamos estar aquí por años", dijo el tabasqueño.
La estrategia sólo se detendrá si el Tribunal Electoral le entrega la Presidencia de la República a López Obrador o si decide anular la elección, porque la posibilidad del recuento voto por voto se ha agotado ya.
De hecho, las medidas de este plan ya han empezado a aplicarse. Las fuerzas perredistas buscan un gol político con cada una de estas acciones, pero si no lo logran aspiran cuando menos a que uno de sus clavados en el área chica les reditúe un tiro penal. Ayer, por ejemplo, un pequeño grupo de manifestantes encabezado por varios diputados perredistas trató de bloquear el Palacio Legislativo para ir preparando el terreno para impedir el Informe presidencial. La policía del Distrito Federal, que indirectamente recibe sus instrucciones de López Obrador, no hizo ningún esfuerzo por detener el bloqueo. Los manifestantes sabían que una vez bloqueado el ingreso al Palacio Legislativo, ya nadie se atrevería a quitarlos.
Esta vez, sin embargo, la Policía Federal Preventiva sí recibió instrucciones de impedir el bloqueo y lo levantó por la fuerza. Los perredistas de inmediato acudieron a la Procuraduría del Distrito Federal, controlada también por el PRD, para presentar denuncias por la "agresión" sufrida. Acusaron no sólo a la PFP sino al Estado Mayor Presidencial, al diputado panista y presidente de la Cámara de Diputados, Álvaro Elías Loredo, y al propio Presidente Vicente Fox.
Es poco probable que éste sea el último caso de violencia en el esfuerzo de López Obrador por obtener la Presidencia de la República a pesar del resultado de las urnas. Al secuestrar el Paseo de la Reforma y el Centro Histórico de la Ciudad de México, al abrir las casetas de pago de las autopistas y al bloquear oficinas de empresas privadas, el tabasqueño está buscando esa confrontación violenta que le pueda abrir el camino a la Presidencia por una puerta distinta a la democrática.
Hasta ahora las autoridades han tratado de evitar su responsabilidad. Las del Distrito Federal lo han hecho para apoyar las ambiciones de López Obrador; las federales, para evitar una confrontación.
Pero el choque de trenes parece inevitable. Es muy clara la estrategia de López Obrador de buscar la violencia ahora que el recurso al Tribunal Electoral parece haber fallado. Tarde o temprano el gobierno federal tendrá que tomar una decisión: o rendirse ante las exigencias de López Obrador o restablecer el Estado de derecho, lo cual muy probablemente llevará a explosiones de violencia.
¿No pidió línea?
¿Acaso empieza a surgir una diferencia entre López Obrador y Alejandro Encinas? El jefe de Gobierno del Distrito Federal ha señalado en varias ocasiones que podría haber un acuerdo para llevar a cabo la ceremonia del grito y el desfile militar del 16 de septiembre en sus escenarios tradicionales. Pero López Obrador está señalando lo contrario y está desafiando incluso a las Fuerzas Armadas. Me pregunto si Encinas no consultó con López Obrador antes de dar a conocer su posición.
Sergio Sarmiento, El Norte
sarmiento.jaquemate@gmail.com
André Maurois
Si Andrés Manuel López Obrador fuera un apostador, sería el tipo que siempre busca duplicar su apuesta, que nunca considera la posibilidad de un retiro táctico, que no tiene estrategia para racionalizar derrotas y usar los triunfos parciales como base para otros avances. La única opción que aparentemente conoce es la rendición incondicional del enemigo.
Este pasado domingo, el candidato de la alianza Por el Bien de Todos dio nuevas muestras de esta actitud. Él mismo parece haber aceptado que las posibilidades de que el Tribunal Electoral le dé la victoria legal en su intento por llegar a la silla presidencial son muy escasas. Por eso está incrementando sus esfuerzos de confrontación con la esperanza de que se produzca un enfrentamiento violento que termine por afectar la gobernabilidad del país.
Nadie puede llamarse a engaño. La estrategia la delineó públicamente el propio López Obrador en el Zócalo este domingo pasado.
El primer paso será mantener el bloqueo del Zócalo y del Centro Histórico de la Ciudad de México, en contraste con las declaraciones de Alejandro Encinas y otros funcionarios del gobierno capitalino que decían que el plantón podría levantarse en los próximos días ante el daño que le ha hecho a la popularidad del PRD, de Encinas y del propio López Obrador.
El segundo paso será impedir que el Presidente Vicente Fox pueda acudir al Palacio Legislativo el próximo primero de septiembre a rendir su último Informe de Gobierno.
El tercer paso, en caso de que los magistrados del Tribunal Electoral no acepten la exigencia del PRD para darle la Presidencia a López Obrador, será evitar que Felipe Calderón pueda recibir la constancia como Presidente electo.
El cuarto paso será evitar que el Presidente Fox pueda dar el grito del 15 de septiembre desde el balcón del Palacio Nacional. Será López Obrador quien ocupe el Zócalo esa noche para su propio grito.
El quinto paso será impedir que el Ejército pueda ofrecer su tradicional desfile por el Paseo de la Reforma el 16 de septiembre.
El sexto paso será mantener el bloqueo del centro de la Ciudad de México y la campaña de resistencia civil durante un tiempo indefinido. "Podríamos estar aquí por años", dijo el tabasqueño.
La estrategia sólo se detendrá si el Tribunal Electoral le entrega la Presidencia de la República a López Obrador o si decide anular la elección, porque la posibilidad del recuento voto por voto se ha agotado ya.
De hecho, las medidas de este plan ya han empezado a aplicarse. Las fuerzas perredistas buscan un gol político con cada una de estas acciones, pero si no lo logran aspiran cuando menos a que uno de sus clavados en el área chica les reditúe un tiro penal. Ayer, por ejemplo, un pequeño grupo de manifestantes encabezado por varios diputados perredistas trató de bloquear el Palacio Legislativo para ir preparando el terreno para impedir el Informe presidencial. La policía del Distrito Federal, que indirectamente recibe sus instrucciones de López Obrador, no hizo ningún esfuerzo por detener el bloqueo. Los manifestantes sabían que una vez bloqueado el ingreso al Palacio Legislativo, ya nadie se atrevería a quitarlos.
Esta vez, sin embargo, la Policía Federal Preventiva sí recibió instrucciones de impedir el bloqueo y lo levantó por la fuerza. Los perredistas de inmediato acudieron a la Procuraduría del Distrito Federal, controlada también por el PRD, para presentar denuncias por la "agresión" sufrida. Acusaron no sólo a la PFP sino al Estado Mayor Presidencial, al diputado panista y presidente de la Cámara de Diputados, Álvaro Elías Loredo, y al propio Presidente Vicente Fox.
Es poco probable que éste sea el último caso de violencia en el esfuerzo de López Obrador por obtener la Presidencia de la República a pesar del resultado de las urnas. Al secuestrar el Paseo de la Reforma y el Centro Histórico de la Ciudad de México, al abrir las casetas de pago de las autopistas y al bloquear oficinas de empresas privadas, el tabasqueño está buscando esa confrontación violenta que le pueda abrir el camino a la Presidencia por una puerta distinta a la democrática.
Hasta ahora las autoridades han tratado de evitar su responsabilidad. Las del Distrito Federal lo han hecho para apoyar las ambiciones de López Obrador; las federales, para evitar una confrontación.
Pero el choque de trenes parece inevitable. Es muy clara la estrategia de López Obrador de buscar la violencia ahora que el recurso al Tribunal Electoral parece haber fallado. Tarde o temprano el gobierno federal tendrá que tomar una decisión: o rendirse ante las exigencias de López Obrador o restablecer el Estado de derecho, lo cual muy probablemente llevará a explosiones de violencia.
¿No pidió línea?
¿Acaso empieza a surgir una diferencia entre López Obrador y Alejandro Encinas? El jefe de Gobierno del Distrito Federal ha señalado en varias ocasiones que podría haber un acuerdo para llevar a cabo la ceremonia del grito y el desfile militar del 16 de septiembre en sus escenarios tradicionales. Pero López Obrador está señalando lo contrario y está desafiando incluso a las Fuerzas Armadas. Me pregunto si Encinas no consultó con López Obrador antes de dar a conocer su posición.
Sergio Sarmiento, El Norte
sarmiento.jaquemate@gmail.com