sábado, agosto 19, 2006

 

En el límite

El tiempo pasa inexorablemente. El conteo de las 11 mil casillas ha quedado atrás. No existe ya la posibilidad de que el resultado de la elección se revierta, ni de que el Tribunal Electoral ordene la apertura de todos los paquetes y se cuente voto por voto. Las quejas de un gran fraude electoral no han sido documentadas y no lo serán en lo que resta del proceso. Tampoco hay margen para que se anule la elección. Además, la resolución del Trife será inapelable. Así que no hay vuelta de hoja: antes del primero de septiembre, Felipe Calderón será declarado oficialmente presidente electo de la República.

Eso explica la radicalización del discurso de López Obrador. Esta semana escaló un peldaño más. El martes invocó al espíritu de Emiliano Zapata y llamó a sus colaboradores a firmar la Convocatoria a la Convención Nacional Democrática que habrá de celebrarse en el Zócalo de la Ciudad de México el 15 y 16 de septiembre. No sobra recordar que el primero en utilizar esta figura fue el subcomandante Marcos en la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona.

Para justificar su decisión, AMLO citó el artículo 39 de la Constitución que establece: "la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instruye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno".

No hay, pues, que quebrarse la cabeza. Más claro ni el agua. El candidato de la coalición por el Bien de Todos se apresta a desconocer no sólo al nuevo Presidente de la República, sino al conjunto de las instituciones del Estado mexicano. En ese paquete van el Instituto Federal Electoral, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Federal Electoral y, por supuesto, el nuevo Congreso de la Unión.

Frente a esos poderes espurios, que se habrían robado la elección, la Convención Nacional Democrática tendrá las facultades de una Asamblea Constituyente que podría incluso reconocer a AMLO como el único presidente legítimo. La resistencia y la lucha no serán de unas semanas o de unos meses. AMLO se apresta, como Juárez, a recorrer la República en un carruaje defendiendo las "instituciones" que él mismo fundará en un acto solemne en el Zócalo de la Ciudad de México.

Todo esto puede parecer, y en parte es, una pacotilla. López Obrador podría convertirse a la larga en un presidente de opereta. Un presidente que, a su paso, suscite carcajadas y groserías. Pero en lo inmediato existen riesgos que es necesario advertir. Hay un sector de la población que tiene fe ciega en su candidato y que está convencido de que hubo fraude. Y no sólo eso. Las corrientes más radicales y siniestras del PRD, encabezadas por Dolores Padierna y René Bejarano, le son incondicionales y tienen la fuerza y la capacidad de realizar movilizaciones y plantones a lo largo y ancho de la Ciudad de México.

El futuro de esta estrategia depende de una serie de factores adicionales. Tres son particularmente importantes: el primero se relaciona con la instalación de la LX legislatura los días 27 y 28 de agosto. En esa fecha, los diputados y senadores del PRD tomarán posesión y protestarán cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen. Será la fracción más importante en toda la historia de ese partido. Sus integrantes enfrentarán inmediatamente el dilema de ajustarse a una práctica institucional o sumarse al proyecto insurreccional de López Obrador.

Para ningún perredista es un misterio que la aventura del mesías de Macuspana puede terminar hundiéndolos definitivamente. Los costos de las movilizaciones, los plantones y las acciones de desobediencia civil, que ya han sido anunciadas, se pagarán irremediablemente en la elección intermedia del 2009.

El segundo factor es el gobierno de la Ciudad de México. Alejandro Encinas se encuentra en una situación extremadamente difícil. Su sometimiento incondicional a López Obrador ha afectado ya su imagen y su popularidad. Su prueba de fuego será no el primero, pero sí el 15 y 16 de septiembre. En esas fechas deberá optar entre las responsabilidades de su cargo y la lealtad incondicional a López Obrador. En el Zócalo no cabe una Convención Nacional por la tarde y una parada militar por la mañana.

Tercer factor: La respuesta del gobierno federal. Hasta ahora la tolerancia ha rendido muy buenos frutos. Los excesos verbales y las acciones ilegales le han quitado la máscara a López Obrador. Muchos de los ciudadanos que votaron por él están decepcionados y aterrados con el personaje. Los costos económicos, sin embargo, han sido muy altos. Pero esa estrategia tiene un límite. El uso de la fuerza pública, como ocurrió a las afueras de San Lázaro, se va a tornar indispensable.

Los días y semanas que vienen serán cruciales. López Obrador apostará a que sus provocaciones desemboquen en enfrentamientos para denunciar al Gobierno de la República como represor y autoritario. Él sabe que ése es su mejor seguro para mantener a los perredistas moderados bajo control so pena de denunciarlos como traidores. No hay, en consecuencia, por qué esperar que abra la más mínima rendija de negociación en las fechas claves que se avecinan: 1 y 15-16 de septiembre. Antes al contrario, va a echar toda la carne al asador.

El Gobierno de la República y el Presidente electo, por su parte, deberán ponderar si pueden dejar el mando de la Policía y la procuraduría del Distrito Federal en manos de dos incondicionales de López Obrador.

Se avecinan tiempos difíciles en los que nada está decidido de antemano. Exigen prudencia, pero también mucha firmeza. Esperemos que Fox y Calderón estén a la altura de sus responsabilidades.

Jaime Sánchez Susarrey, El Norte

Comments:
Ricardo Aleman en el Universal hace un interesante analisis que recomiendo:

http://www.eluniversal.com.mx/columnas/59818.html
 
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