miércoles, julio 19, 2006

 

Kafka en patines

Las leyes no son perfectas, pero sí son menos imperfectas que el solo criterio de una persona, porque en las leyes se reflejan –aún de manera imperfecta- las tradiciones, experiencias y criterios de varias generaciones, incluso las opiniones de expertos o inexpertos en el tema, logrado generar un criterio común. Digo que las leyes son imperfectas por el solo hecho de estar dictadas por humanos con el fin de limitar la conducta de los propios humanos en contra de los derechos de otros iguales a ellos. Lo humano no es perfecto, solo simplemente perfectible.

 

Ahora bien, el problema de fondo en la situación post-electoral en la que vive nuestro país provocada por Andrés Manuel López Obrador no es mas que parte de una estrategia bien calculada –ante un resultado sorpresivo e inesperado para él y sus huestes- de escalamiento de la violencia y asalto al estado de derecho para obtener por la “vía política” lo que no logró en las urnas, suplantando las instituciones del estado liberal democrático –sistema electoral, Congreso, tribunales-- directamente por la “voluntad popular” expresada en las plazas, es decir, por su propia voluntad absoluta como caudillo y salvador del pueblo.

 

Lo increíble de todo esto, es la postura que han tomado algunos “intelectuales”, “artistas” y “periodistas” apoyando el conteo “voto por voto” por parte del TRIFE cuando el propio López Obrador no incluyó este agravio en su denuncia. ¿Cómo un juez puede fallar sobre una litis que no le ha sido planteada? Si lo hace, estaría faltando a un principio fundamental en la impartición de justicia: resolver con estricto apego a derecho.

 

Por otra parte, la demanda de la coalición “Por el Bien de Algunos (ya no de todos…”), ante la falta de evidencias y pruebas concretas para sostener su dicho, apelan a “causales abstractas” –al buen estilo Hegeliano- para demostrar la consumación de un “gran fraude electoral” pero solo en la elección de Presidente, en lo demás no hubo fraude aunque fueron los mismos funcionarios y representantes en las casillas, el mismo IFE el que organizó las elecciones, las mismas computadoras en las que se procesaron los datos y los mismos ciudadanos que votaron en cada casilla. ¿No un parece absurdo? López Obrador más que un “Mesías Tropical” como lo ha calificado sensatamente Enrique Krauze, parece una versión de “Kafka en patines sobre los pantanos de Tabasco” – con todo respeto para Kafka y los patines también-.

 

Llama también la atención, que por ejemplo en la marcha del domingo, en donde, según se dice marcharon más de un millón de personas, se encontraban presentes el Jefe de Gobierno de la Ciudad en funciones y el electo. ¿Es congruente que quien preside el Gobierno de una entidad, encabece una manifestación que causa tantos problemas y estragos a sus gobernados?; ¿con qué calidad moral podrán ellos exigir a sus gobernados que respeten las instituciones comenzando por las que ellos encabezan?; ¿no es propio de un parodia tener una autoridad que viola la ley y exige cumplirla? Ese es AMLO: mentor profesional de la cultura de la ilegalidad.

 

López Obrador se comporta como un verdadero impostor de la causa democrática, ha tomado actitudes de anti-prócer de la democracia y es alguien que está provocando que el estado de derecho se violente, demostrando con esto que en efecto es un peligro para México.

 

Presionar a la autoridad a través de movilizaciones sociales para obtener un resultado favorable a una causa es un acto tanto inmoral como irresponsable y de tal magnitud que raya en el delito. Que la autoridad ceda ante esos chantajes y obsequie un fallo positivo para el que presiona, sería tan irracional y antiético que nos pondría a las puertas de vivir en una verdadera selva social en donde el más fuerte, el que más movilice, el que más acarree y el que más ruido haga, será el vencedor. ¡Qué retraso!; ¡qué tragedia!

 

Saludos,

 

Jaime Quintanilla

 


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