martes, julio 11, 2006

 

Perder ganando

¿Cuál es el límite? La Alianza por el Bien de Todos está en su derecho de impugnar las supuestas irregularidades habidas en la elección. Auténticamente es por el bien de todos: sólo desnudando anomalías y posibles delitos electorales es como podremos arrinconarlas. Todo sistema electoral se perfecciona por actos de tracto sucesivo. En el 88 las actas no quedaban en manos de los partidos. En el 91 los partidos carecían de representantes en un buen número de las casillas. Las zonas alejadas tuvieron que ser cubiertas por un auténtico ejército de observadores. La Fiscalía Especial es otro paso. Denunciar irregularidades y anomalías es obligado e imprescindible para el avance democrático. Allí no hay discusión. Pero se plantea algo distinto.

¿Cuál es el límite, dónde está la frontera que divide lo que es un acto jurídico responsable de una treta política para desorientar a la opinión pública? ¿De verdad creen que hubo irregularidades intencionales en 50 mil de las 130 mil casillas? De verdad creen que el PREP, el conteo y el cómputo distrital -cuyos resultados coinciden al dedillo- fueron manipulados? Piensan entonces que hubo un silencioso golpe de Estado en el IFE que involucró a cientos de servidores públicos, incluidos científicos de gran renombre, golpe de Estado del cual nadie se dio cuenta por cierto, ni ellos. Una operación central de ese tipo involucraría a decenas de miles de ciudadanos. Allí el asunto no cuadra. ¿Ignorancia o perversidad? No todas las aventuras que parecen quijotescas terminan bien. Don Quijote leyó novelas de caballería, AMLO encuestas a destiempo. Convertido en Presidente virtual durante dos años se vio mucho tiempo en la silla presidencial. Los medios colaboraron a ello mes a mes: 10,15, 20 puntos de ventaja. Pero ¿quiénes eran los competidores reales, en qué situación? Faltaba mucho por definir. ¡Voy ganando! Soy indestructible, acabaré con las pensiones de ex presidentes, aumentaré el gasto social, construiré refinerías, trenes, carreteras, abajo los ricos, vivan los pobres, ¡viviré en Palacio!

Convencido por las remotas cifras inició su marcha a la Presidencia desde el corazón del país que ya gobernaba. Pero había un pequeño problema: las verdaderas campañas comenzaron en enero y, por supuesto, las tendencias se movieron. No iba sólo. Esa realidad ya no gustó: "cuchareadas", "manipuladas". Amañadas las contrarias, válidas las favorables, una grave y delatadora negación de la realidad. Las cifras mostraron una competencia reñida, por eso AMLO estuvo arriba en varias ocasiones y no protestó. También estuvo abajo y fingió demencia. Fue entonces cuando habló de esas encuestas fantasmales que le daban 10 puntos de ventaja, ¿Existían, les creía? Embebido en sus lecturas nocturnas el caballero cabalgaba hacia la Presidencia. Nada lo detendría.

Llegó el día de la verdad: casi un millón de representantes de partidos, más de 900 mil ciudadanos involucrados en las casillas, todos testigos de primera mano; 800 consejeros distritales; 24 mil observadores nacionales y, por si fuera poco, casi 42 millones de votantes que saben por quién votaron: 65 de cada 100 no lo hicieron por él. En el camino AMLO arroja lodo a los consejeros electorales del IFE, al padrón electoral, al PREP, al conteo rápido, al cómputo distrital. ¡Todo es una porquería! Los 236 mil votos a favor de Calderón no valen. Nada de que un voto es un voto. Los más de 27 millones que votaron en su contra tampoco, él es el elegido, tiene que serlo. Quien no lo sepa vive en el error. Síganme los valientes ¡Vamos contra todo y todos! ¡Fraude, fraude, fraude!

Es la mejor elección histórica del PRD, hoy es segunda fuerza en el Legislativo. Una vez más, muy holgadamente, se lleva la capital y más de 14 millones de votos para la Presidencia. Pero el caballero andante declara fraude generalizado, llama "traidor" a Fox y "pelele" a Calderón y, en pocas palabras, se regresa a la política cerril que cuestiona al marco institucional. Como la realidad no me gusta abro lanzas contra todos. De los costos para el PRD mejor ni hablamos: pueden perder habiendo ganado.

Es hora de definiciones. Esperemos que el Tribunal haga su trabajo. Si AMLO gana, todos a defenderlo. Pero como dice el dicho, no se puede mamar y dar de topes: o el PRD se define como una oposición leal o regresaremos a la duda válida sobre su lealtad institucional que tan malos resultados les dio en las urnas. ¡Ha sido un gran triunfo del PRD! ¿Qué va primero: las imaginerías o las instituciones que el PRD ayudó a construir durante décadas? Si no se corrige el rumbo y se convoca a la descalificación a priori, sin pruebas, de las instituciones estaremos ante uno de los más grandes retrocesos de la vida política del país. Los auténticos demócratas no pretenden subvertir las instituciones, no mienten a sabiendas del daño general que causan.

Ahora resulta que no vale el sufragio de decenas de millones de mexicanos; tampoco las actas firmadas por decenas de miles de ciudadanos; ni los números a los que arribaron miles, ni los ojos vigilantes de otros tantos. "Respeten nuestros resultados" fue la consigna de AMLO el dos de julio. Sólo Él conoce la verdad. Sólo Él sabe lo que es justicia. Sólo Él accede a los deseos de los mexicanos. Sólo Él se preocupa por los pobres. Sólo Él puede ser el próximo Presidente. Sólo Él es demócrata. Sólo Él es honesto y, finalmente, sólo Él sabe sumar.

Pobre Don Quijote, nada tiene que ver en esta historia.
 
Federico Reyes Heroles, El Norte


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