miércoles, julio 26, 2006

 

Deprimidos otra vez...

Cuando gente sensata e ilustrada, normalmente prudente en sus juicios, desvaría, las explicaciones simples no resultan satisfactorias. No basta el "están enojados", "fue su última oportunidad"; todas esas expresiones, aplicadas a la corte pejista de intelectuales y políticos, sin ser falsas, son insuficientes. Comprender el porqué de las comparaciones delirantes entre el 88 y el 2006, entre Pinochet y Fox; de la fidelidad a comportamientos en el mejor de los casos erráticos y volubles, cuando no desquiciados; del apoyo a un rumbo que conduce al suicidio político; comprender todo ello requiere buscar un poco más lejos que la desestimación superficial.

Quizás la respuesta yace en un dilema más profundo. Hasta 88, parecía que la salida del autoritarismo priista sería hacia la izquierda: con Cárdenas hacia un régimen más social, laico, nacionalista y plenamente democrático. Ésa era la salida deseada: no podía ser de otro modo porque si bien el "pueblo mexicano" quería democracia, también quería, en teoría, justicia social, juarismo, nacionalismo antiyanqui, entendidos todos estos nobles objetivos tal como los había definido el consenso ideológico imperante en México y en AL hacia los 80. No podía haber otra salida más que a la izquierda porque así era "el pueblo" y la mejor prueba de que eso anhelaba "el pueblo" es que correspondía perfectamente a lo que postulaban los intelectuales y políticos de izquierda.

El 94 debió de haber sido la primera señal de alarma. Volvió a ganar el PRI en una elección casi seguramente limpia e inequitativa, pero la "derecha" conservadora, mocha y entreguista llegó en segundo lugar, distanciando a la "izquierda" por 10 puntos. Pero se podía siempre argumentar que eso se debió al conflicto en Chiapas, a Salinas, a la falta de reglas justas del Gobierno.

En 2000, se complicaron más las cosas. Se jugó con reglas en las que participaron muy activa e inteligentemente muchos de esos intelectuales y políticos de "izquierda". El PRI estaba agotado y además dividido. El candidato correcto contendía por tercera vez, ahora con acceso a medios, recursos, aliados, y sin anatemas en su contra. Pero otra vez empezó a despuntar la "derecha", ahora francamente "cocacolera", guadalupana y plenamente entregada al gran capital.

La salida del autoritarismo por fin se dio, pero no como se esperaba: no hacia Cárdenas, no hacia un nacionalismo revolucionario resurrecto y purificado, no hacia un juarismo resurgido del alma misma del "pueblo", sino hacia Fox: ¡horror de horrores!, por encarnar todos los pecados aborrecidos por "el pueblo". El pequeño problema es que "el pueblo" votó por él, en contra de la mejor opinión de esa "izquierda" y, por supuesto, de los verdaderos intereses del "pueblo".

No obstante, seguía intacta la esperanza de que al comprobar las barbaridades que cometería en el poder la "ultraderecha" pro-yanqui y persignada, "el pueblo" recapacitaría y, rápidamente, rectificaría y reencontraría el camino del bien (de Todos). Lo haría con tanta o más fuerza y razón, ya que ahora contaba con un candidato carismático, vigoroso, cercano al "pueblo" y con capacidad de atraer a sectores del no "pueblo" que podrían redimir sus culpas aliándose con él. Y en esta ocasión "el pueblo" no estaba solo: en su gesta lo acompañaban otros "pueblos" de AL, unos ya liberados (Cuba, Venezuela, Bolivia) y otros en proceso.

Sin embargo, otra vez el pueblo se mostró rejego. No sólo no compartió la visión correcta de "la izquierda", sino que votó al revés. En cualquier caso, 65 por ciento del electorado no consideró que el país se encontraba en una posición postrada, desesperada, al borde del abismo. Tampoco consideró ese 65 por ciento que el "candidato de los pobres" no fuera un pobre candidato. Un candidato formidable montado en una gran ola popular, en un país en desastre, enfrentado a dos enanos políticos... no saca 35 por ciento del voto, ni gana o pierde por un punto: arrasa.

Pero además los pobres no se reconocieron en "su candidato". De acuerdo con las encuestas de salida de Gaussc, Parametría, BCG y Consulta, el perfil del votante de Calderón y de AMLO es prácticamente idéntico. Madrazo obtuvo más votos que su promedio entre los más pobres y de menor educación, y Calderón obtuvo más votos que su promedio entre los de mayor ingreso y escolaridad. Pero en el equivalente de los ocho deciles intermedios, desde los pobres a secas hasta la clase media superior, a Calderón y al Peje les fue más o menos igual. El Peje no fue el candidato de los pobres ni Calderón el de los ricos. Otra vez o alguien se equivocó o hubo trampa: "el fraude más grande de la historia".

Para propósitos de transparencia, confieso que en 88 yo hubiera querido la salida hacia la izquierda, y trabajé para ello; en 94 traté de apoyar la salida de izquierda, pero me mantuve al margen fundando con Sodi el Grupo San Ángel. En 2000 llegué pronto a la conclusión que sólo era viable la salida hacia la derecha, porque sólo Fox podía dividir a las élites y movilizar al pueblo. En 2006 supe que con una "izquierda" como ésta, ni se dividirían las élites ni jalaría el pueblo; de nuevo la salida no fue hacia la izquierda, y no lo será hasta que esta izquierda sea totalmente otra.

Un academico e intelectual de izquierda.

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