domingo, julio 23, 2006
Siete falsedades
1. Hubo un gran fraude electoral. Falso. AMLO y el PRD no han presentado ninguna evidencia consistente. Los ejemplos de irregularidades son aislados. Unas cuantas urnas en un mar de 130 mil casillas. Peor aún. Las quejas contra los resultados de la elección presidencial no se han extendido a las elecciones de diputados y senadores. Sin embargo, fueron los mismos ciudadanos los que contabilizaron los votos en los tres casos. ¿Cómo explicar, entonces, que haya habido irregularidades mayúsculas en una urna y no en las otras? ¿Por qué unas actas están alteradas y las otras son inmaculadas? Es simplemente imposible. No hay lógica ni coherencia. La denuncia de que hubo un gran fraude no es más que eso... un gran fraude.
2. AMLO es un político pragmático con el que se puede negociar; no hay que cerrarle las puertas. Falso. No hay ningún elemento en su biografía política que avale esta afirmación. Antes al contrario, toda su trayectoria está plagada de protestas y movilizaciones. Jamás ha creído en las instituciones. Desconfía de ellas por principio. Pero no sólo eso. Su estructura psicológica no le permite reconocer la realidad. De haber alcanzado la Presidencia, los pronósticos más negros y ominosos se habrían cumplido. Su reacción frente al fracaso confirma lo que algunos advertimos. Es un líder mesiánico que prefiere inmolarse a aceptar la derrota. Su apuesta es el todo por el todo. No hay mediaciones ni matices. Ahora ya nadie lo puede dudar: AMLO es un gran peligro para México.
3. El conteo voto por voto y casilla por casilla despejará las dudas y abrirá la puerta para que Andrés Manuel reconozca su derrota; de otro modo, las sonrisas se convertirán en puños y habrá conflictos e inestabilidad. Falso. López Obrador se comprometió públicamente en tres ocasiones (con Adela Micha, Víctor Trujillo y López-Dóriga) a aceptar su derrota aun cuando fuese por un solo voto de diferencia. No cumplió. Hoy exige el recuento de nuevo, pero no se compromete a aceptar el resultado. Por el contrario, denuncia que la elección está viciada de origen y que bajo ninguna circunstancia reconocerá a Felipe Calderón como un Presidente legítimo. A confesión de parte, dicen los abogados, relevo de pruebas.
4. AMLO y el PRD no pretenden anular la elección; lo que quieren es limpiar el proceso y confirmar que es él quien efectivamente obtuvo la mayoría. Falso. López Obrador, dentro de su demencia, sabe que es imposible que la ventaja de 244 mil votos a favor de Calderón se revierta. Sus colaboradores más cercanos también lo entienden. Su estrategia de abrir todos los paquetes electorales y contar voto por voto busca crear confusión. Porque una vez que aparezca un nuevo resultado, utilizarán ese dato como un argumento más de que hubo un gran fraude y que la elección es un cochinero. Su objetivo fundamental está en otra parte: anular la elección para que AMLO pueda competir de nuevo dentro de 14 ó 18 meses. De hecho, un fallo del Trife anulando los comicios es el único escenario que le resulta admisible al candidato de la Alianza por el Bien de Todos.
5. La resistencia es pacífica; la violencia y la presión por medio de las movilizaciones y las protestas es inexistente. Falso. AMLO amenazó públicamente, ante 1 millón de personas en el Zócalo, a la familia de Felipe Calderón. A los tres días, el candidato victorioso fue objeto de una agresión por un grupo de mujeres y de jóvenes. López Obrador no sólo no la condenó, sino que la justificó: los ciudadanos están irritados por el fraude, le dijo a Loret de Mola. Ahora sabemos, además, que el más violento de los agresores se llama Diego Valle y trabaja en la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. Todo indica, pues, que el ataque fue orquestado. El mensaje ya fue enviado y es muy claro: mis amenazas, Felipe, no son vanas, cuídate y cuida a tu familia. Y ustedes, el resto de los ciudadanos, incluidos empresarios, periodistas e intelectuales, tomen nota: porque si esto hago a plena luz del día con el candidato vencedor, imagínense lo que puede sucederles a ustedes.
6. La anulación de la elección y la designación de un Presidente interino que convocara a nuevos comicios dentro de 15 meses sería un mal menor; porque de otro modo, habrá inestabilidad, conflictos y Felipe Calderón no podrá gobernar. Falso. La anulación de la elección y la designación de un Presidente interino es el peor de los escenarios. Crearía inestabilidad política y financiera. La fuga de capitales y la devaluación estarían a la orden del día. El País se hundiría en una nueva y larga campaña por la Presidencia de la República en un clima de confrontación y polarización sin precedente. Las presiones sobre los medios de comunicación y sobre el Presidente interino serían enormes. Lo que hoy estamos viendo es apenas la punta del iceberg. AMLO encabezaría personalmente los movimientos para sitiar al Estado. A final de cuentas, él no cree en la imparcialidad de ninguna institución. Los opositores y críticos serían perseguidos y amenazados. Sería, en suma, ponerle la alfombra a una insurrección disfrazada de campaña electoral.
7. Los nuevos comicios son la única forma en que puede haber una reconciliación nacional. De ellos resultará un ganador indiscutible que será reconocido por sus oponentes y podrá gobernar con plena legitimidad. Falso. No hay, de nuevo, ningún elemento que abone esta tesis. Y no lo hay por una razón muy simple: si AMLO pierde otra vez, desconocerá los resultados y clamará fraude. No importará entonces, como no importa ahora, lo absurdos o estúpidos que resulten sus pruebas y sus argumentos. La única elección que López Obrador reconocerá como válida y legítima será aquella que lo convierta en Presidente de la República; todas las demás, no importa cuántas veces ocurran ni cómo se realicen, serán siempre espurias y confirmarán que hay un complot en su contra.
Corolario. Lo que hoy está en juego es el futuro de la República y de las instituciones democráticas que se han venido edificando a lo largo de décadas. Para preservarlas hay que ajustarse a la ley. Los conflictos no se van a solucionar cediendo a los chantajes ni a las presiones. Ya basta. Porque si se trata de evitar la confrontación a cualquier costo, más vale declarar a Andrés Manuel López Obrador Presidente electo desde ahora y proponerle al nuevo Congreso que el 1 de septiembre lo eleve a Presidente vitalicio. Sólo de ese modo su Alteza Serenísima tendrá satisfacción plena y regresará a la República la calma, la paz, la esperanza y, sobre todo, la alegría, sí señor, la verdadera alegría.
Jaime Sanchez Susarrey, El Norte
2. AMLO es un político pragmático con el que se puede negociar; no hay que cerrarle las puertas. Falso. No hay ningún elemento en su biografía política que avale esta afirmación. Antes al contrario, toda su trayectoria está plagada de protestas y movilizaciones. Jamás ha creído en las instituciones. Desconfía de ellas por principio. Pero no sólo eso. Su estructura psicológica no le permite reconocer la realidad. De haber alcanzado la Presidencia, los pronósticos más negros y ominosos se habrían cumplido. Su reacción frente al fracaso confirma lo que algunos advertimos. Es un líder mesiánico que prefiere inmolarse a aceptar la derrota. Su apuesta es el todo por el todo. No hay mediaciones ni matices. Ahora ya nadie lo puede dudar: AMLO es un gran peligro para México.
3. El conteo voto por voto y casilla por casilla despejará las dudas y abrirá la puerta para que Andrés Manuel reconozca su derrota; de otro modo, las sonrisas se convertirán en puños y habrá conflictos e inestabilidad. Falso. López Obrador se comprometió públicamente en tres ocasiones (con Adela Micha, Víctor Trujillo y López-Dóriga) a aceptar su derrota aun cuando fuese por un solo voto de diferencia. No cumplió. Hoy exige el recuento de nuevo, pero no se compromete a aceptar el resultado. Por el contrario, denuncia que la elección está viciada de origen y que bajo ninguna circunstancia reconocerá a Felipe Calderón como un Presidente legítimo. A confesión de parte, dicen los abogados, relevo de pruebas.
4. AMLO y el PRD no pretenden anular la elección; lo que quieren es limpiar el proceso y confirmar que es él quien efectivamente obtuvo la mayoría. Falso. López Obrador, dentro de su demencia, sabe que es imposible que la ventaja de 244 mil votos a favor de Calderón se revierta. Sus colaboradores más cercanos también lo entienden. Su estrategia de abrir todos los paquetes electorales y contar voto por voto busca crear confusión. Porque una vez que aparezca un nuevo resultado, utilizarán ese dato como un argumento más de que hubo un gran fraude y que la elección es un cochinero. Su objetivo fundamental está en otra parte: anular la elección para que AMLO pueda competir de nuevo dentro de 14 ó 18 meses. De hecho, un fallo del Trife anulando los comicios es el único escenario que le resulta admisible al candidato de la Alianza por el Bien de Todos.
5. La resistencia es pacífica; la violencia y la presión por medio de las movilizaciones y las protestas es inexistente. Falso. AMLO amenazó públicamente, ante 1 millón de personas en el Zócalo, a la familia de Felipe Calderón. A los tres días, el candidato victorioso fue objeto de una agresión por un grupo de mujeres y de jóvenes. López Obrador no sólo no la condenó, sino que la justificó: los ciudadanos están irritados por el fraude, le dijo a Loret de Mola. Ahora sabemos, además, que el más violento de los agresores se llama Diego Valle y trabaja en la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. Todo indica, pues, que el ataque fue orquestado. El mensaje ya fue enviado y es muy claro: mis amenazas, Felipe, no son vanas, cuídate y cuida a tu familia. Y ustedes, el resto de los ciudadanos, incluidos empresarios, periodistas e intelectuales, tomen nota: porque si esto hago a plena luz del día con el candidato vencedor, imagínense lo que puede sucederles a ustedes.
6. La anulación de la elección y la designación de un Presidente interino que convocara a nuevos comicios dentro de 15 meses sería un mal menor; porque de otro modo, habrá inestabilidad, conflictos y Felipe Calderón no podrá gobernar. Falso. La anulación de la elección y la designación de un Presidente interino es el peor de los escenarios. Crearía inestabilidad política y financiera. La fuga de capitales y la devaluación estarían a la orden del día. El País se hundiría en una nueva y larga campaña por la Presidencia de la República en un clima de confrontación y polarización sin precedente. Las presiones sobre los medios de comunicación y sobre el Presidente interino serían enormes. Lo que hoy estamos viendo es apenas la punta del iceberg. AMLO encabezaría personalmente los movimientos para sitiar al Estado. A final de cuentas, él no cree en la imparcialidad de ninguna institución. Los opositores y críticos serían perseguidos y amenazados. Sería, en suma, ponerle la alfombra a una insurrección disfrazada de campaña electoral.
7. Los nuevos comicios son la única forma en que puede haber una reconciliación nacional. De ellos resultará un ganador indiscutible que será reconocido por sus oponentes y podrá gobernar con plena legitimidad. Falso. No hay, de nuevo, ningún elemento que abone esta tesis. Y no lo hay por una razón muy simple: si AMLO pierde otra vez, desconocerá los resultados y clamará fraude. No importará entonces, como no importa ahora, lo absurdos o estúpidos que resulten sus pruebas y sus argumentos. La única elección que López Obrador reconocerá como válida y legítima será aquella que lo convierta en Presidente de la República; todas las demás, no importa cuántas veces ocurran ni cómo se realicen, serán siempre espurias y confirmarán que hay un complot en su contra.
Corolario. Lo que hoy está en juego es el futuro de la República y de las instituciones democráticas que se han venido edificando a lo largo de décadas. Para preservarlas hay que ajustarse a la ley. Los conflictos no se van a solucionar cediendo a los chantajes ni a las presiones. Ya basta. Porque si se trata de evitar la confrontación a cualquier costo, más vale declarar a Andrés Manuel López Obrador Presidente electo desde ahora y proponerle al nuevo Congreso que el 1 de septiembre lo eleve a Presidente vitalicio. Sólo de ese modo su Alteza Serenísima tendrá satisfacción plena y regresará a la República la calma, la paz, la esperanza y, sobre todo, la alegría, sí señor, la verdadera alegría.
Jaime Sanchez Susarrey, El Norte