miércoles, diciembre 21, 2005

 

Escenarios

Sergio Sarmiento, El Norte

"Nunca profetices. Especialmente acerca del futuro". Mark Twain

Yo no sé quién ganará la elección presidencial del 2 de julio de 2006. Pero sí sé que lo más seguro es que el resultado sea muy cerrado. La diferencia entre el primero y el segundo lugar difícilmente será superior a tres o cuatro puntos porcentuales. Y lo más probable es que el tercer lugar no quede tampoco demasiado alejado de los dos primeros.

Un resultado estrecho hace más posible que surja algún conflicto poselectoral. El escenario en que este conflicto sería más probable sería uno en que Andrés Manuel López Obrador quedara en segundo lugar. El candidato del PRD ha venido ya haciendo trabajo para cuestionar el resultado en esa situación. Ha descalificado al IFE en varias ocasiones como árbitro de la contienda. De esta manera, si gana, podrá argumentar que lo hace a pesar del IFE; y si pierde, se lo atribuirá a un complot entre el IFE, el gobierno del Presidente Vicente Fox y quienquiera que sea el ganador.

Un triunfo de López Obrador no tendría problemas de esta naturaleza. El PAN podría quizá cuestionar la legitimidad de un triunfo de Roberto Madrazo, por las movilizaciones que el PRI puede llevar a cabo el día de la elección especialmente en los estados gobernados por el tricolor, pero es improbable que ponga en tela de duda la legitimidad de una victoria del PRD.

Hay razones para pensar que los mercados financieros nacionales, los cuales están terminando un año magnífico en este 2005, enfrenten turbulencia el año que viene como consecuencia del proceso electoral. A pesar de las declaraciones de dirigentes empresariales -e incluso del propio Secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Snow- de que aceptarán sin chistar un gobierno de izquierda, las dudas en torno a López Obrador entre los inversionistas son demasiado importantes para que se descuente con facilidad un triunfo suyo. No se puede negar que hay un "factor AMLO" que pesará negativamente sobre los mercados en el 2006 como hubo un "factor Lula" en Brasil durante la campaña presidencial del 2002. En el caso de Brasil, el nerviosismo no terminó sino hasta que el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva escogió a un gabinete moderado y tomó medidas que demostraban que gobernaría con políticas sensatas y respetando las reglas del mercado.

Los inversionistas entienden que Andrés Manuel no es un Hugo Chávez ni un Fidel Castro. Se dan cuenta también de que el sistema político y jurídico mexicano hace virtualmente imposible que un Presidente se convierta en un caudillo, modifique la Constitución y permanezca indefinidamente en el poder como Chávez o Castro lo han hecho. Pero también se percatan de que López Obrador no es parte de esa izquierda moderna que en España representaba, por ejemplo, Felipe González, y que en Chile se ha expresado en el gobierno de Ricardo Lagos. No es, por lo pronto, la izquierda capaz de impulsar las reformas de mercado que el país necesita.

Si hay un conflicto poselectoral el nerviosismo de los inversionistas nacionales e internacionales aumentará de manera significativa. Después de la tormenta la crisis se superará, como tantas veces ha ocurrido en el pasado, pero tendrá de cualquier manera un costo político y económico. Podríamos vivir de nuevo una crisis sexenal.

Lo más probable es que quienquiera que sea Presidente a partir del 1o. de diciembre de 2006 no tenga mayoría en el Congreso. Se espera que la legislatura esté dividida en tercios. Esto hará más difícil gobernar para cualquiera. Cualquier reforma, aun las que no requieran un cambio constitucional, requerirían de acuerdos entre cuando menos dos de los tres principales partidos.

Si Felipe Calderón es Presidente, enfrentará problemas similares para impulsar una agenda de reformas a los que ha tenido Vicente Fox en este sexenio. Cuando fue coordinador de los diputados federales del PAN, Calderón no fue precisamente un buen negociador. Pero, además, la oposición ideológica del PRI y del PRD a las posiciones de un gobierno panista, cualquiera que sea, sigue siendo enorme. A los legisladores de ambos partidos les cuesta un enorme trabajo aceptar una agenda de reformas de un panista.

Madrazo y López Obrador en la Presidencia tendrían, a mi parecer, mejores posibilidades de lograr acuerdos con los partidos de oposición en el Legislativo. Madrazo, sin embargo, enfrentaría el rechazo que los perredistas le han manifestado siempre. Andrés Manuel sería el Presidente que gozaría de mayor facilidad para forjar una alianza estable en el Congreso ya que el ala populista del PRI, la cual sigue siendo muy fuerte, se identifica con la retórica del tabasqueño.

Los escenarios son complejos, pero casi todos apuntan a que en el próximo sexenio, después de un periodo de turbulencia, seguiremos viviendo la parálisis política y legislativa que hemos tenido desde 1997.

Cumplir la Ley

Tiene razón Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Si los fallos del Poder Judicial no son respetados por los políticos o por los procuradores, lo único que lograremos será generalizar el incumplimiento de las leyes. Si había que darle una solución al desacato de Andrés Manuel López Obrador, ésta debió haberse mantenido dentro de la ley. La simple negativa de la PGR a acatar el fallo de los tribunales es un precedente inquietante para todos los mexicanos.

sergiosarmiento@todito.com

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