viernes, noviembre 01, 2019

 

El relato del fracaso

Hay que reconocer que la mañanera del miércoles, si no algo inédito, sí resultó un ejercicio de comunicación notable, orquestado por los gurús de la narrativa de la Cuarta Transformación, en donde el Secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, presentó un "cortometraje" para contar la versión oficial del operativo fallido en el que las Fuerzas Armadas terminaron rindiéndose ante el narcotráfico en Culiacán el pasado 17 de octubre.

 

El General Cresencio Sandoval no escatimó en detalles y apoyos visuales para explicar lo sucedido, a través de una amplia cronología que inició en la solicitud de extradición del presunto narcotraficante por parte del Gobierno de Estados Unidos, y concluyó en la decisión colegiada por parte del Gabinete de Seguridad de abortar la operación y liberar al hijo de "El Chapo" Guzmán.

 

La estrategia de la referida mañanera fue muy clara: saturar con detalles, ampliar la cronología de los hechos mucho más allá del Día D, para intentar que no se centrara la atención en las horas críticas y en el hecho concreto de la decisión de cancelar la operación. Fue un relato vistoso, y hasta cierto punto convincente, para justificar el resultado final del operativo: un rotundo fracaso.

 

La explicación parecía la del presidente de una compañía en la que se hablaba de todas las bondades de ésta, la capacidad y entrega de los colaboradores, la trascendencia de una misión importante y los pasos para concretarla, para después explicar que algunos factores externos muy críticos que no estaban previstos obligaron a abortarla.

 

El Presidente López Obrador salió desde luego a defender la narrativa y a criticar a todas aquellas voces que cuestionaban la decisión de replegar a las Fuerzas Armadas ante la respuesta violenta del Cártel de Sinaloa.

 

"Hay forma de garantizar la paz, en la que podamos resolver los problemas sin violencia, que no se violen los derechos humanos, que se use de manera regulada la fuerza, que sea en legítima defensa, que no haya ese afán autoritario y fascistoide que prevalecía", señaló.

 

Se sostuvo en que la 4T representa un Gobierno humanista y que la inseguridad no se combate con la violencia. Días después del fracaso de Culiacán, el Presidente habló inclusive del cristianismo, al que prácticamente comparó con su proyecto político, al decir que el cristianismo es amor, justicia social y humanismo. La misma "doctrina" que su Gobierno, y en la cual se basó para tomar la decisión de claudicar ante la delincuencia organizada en Sinaloa.

 

El Presidente ataca a todo aquel que lo cuestiona por lo sucedido el 17 de octubre, acusándolo de ser poco humano, al desestimar que si el operativo se hubiera concluido hubieran muerto muchas personas. El dilema no es ése.

 

Ningún crítico del Presidente anhelaba un derramamiento de sangre inocente, sino eficacia y contundencia para atrapar a los criminales, más allá de discursos moralizantes y falaces.

 

Es la postración ante los delincuentes y la falta de una estrategia eficaz en materia de seguridad lo que seguirá suscitando miles de muertes en México, no la acción contundente de los cuerpos de seguridad, que para eso están, para poner orden y garantizar la paz en un marco de legalidad.

 

El Presidente sigue hablando de los muertos de Calderón y del fracaso de Peña en materia de seguridad, pero tal parece que su discurso de "abrazos, no balazos" nos ha llevado a un escenario mucho peor que el de Gobiernos anteriores.

 

Es cierto que por un operativo fallido no se puede juzgar la estrategia de seguridad de un Gobierno, el problema es que en este caso no se aprecia ninguna estrategia, sí en cambio, un discurso de amor y paz que sólo tendría dos explicaciones posibles: un mesianismo delirante o un pacto de impunidad de la 4T con algunos grupos criminales.

 

Guillermo Velasco Barrera


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