sábado, octubre 26, 2019

 

Tres dificultades que vienen

Percibo tres problemas que impactarán a México: la imposibilidad para el País de crecer más, la desconfianza en las instituciones, que se traduce en problemas para gobernar, y la crisis de los partidos políticos que inhabilitan la interacción de la sociedad con sus aspiraciones.

 

El Fondo Monetario Internacional recortó la semana pasada las expectativas de crecimiento para la economía mexicana que había anticipado en julio. Ahora nos sitúan en un crecimiento de tan sólo 0.4 por ciento este año y 1.3 por ciento para 2020.

 

Vale señalar que el FMI también bajó la expectativa de crecimiento del mundo de 3.2 a 3 por ciento para este año.

 

Es decir, México, siendo la treceava más grande economía del mundo, y la tercera entre las emergentes, está creciendo siete veces menos rápido que el resto de los países.

 

Para el FMI, el crecimiento de México se desaceleró bruscamente durante el primer semestre del 2019 debido a la elevada incertidumbre política, decisiones contradictorias del Gobierno y la baja ejecución del presupuesto.

 

No hay otra salida para este problema: para crecer más necesitamos invertir más. El 80 por ciento de la inversión en México es de los empleadores mexicanos. Un 13 por ciento lo conforma la inversión extranjera directa y el restante 7 por ciento viene de la inversión pública que el Gobierno realiza con nuestros impuestos. Sin poder impulsar una mayor inversión, es inútil hablar de que México crecerá.

 

El segundo problema es el aumento en la desconfianza en las instituciones. Si se pierde la confianza de la sociedad con las autoridades y viceversa, menos tendremos crecimiento inclusivo. Hoy parece que se respeta a los que piensan como el actual régimen y no a los que difieren.

 

Esta pérdida de respeto entre nosotros produce menos ciudadanos, menos deliberaciones justas, menos políticas públicas sensatas, impunidad selectiva y un peor sistema de impartición de justicia.

 

El Índice de Estado de Derecho en México 2018 de The World Justice Project (WPJ) presenta datos incluso de la disparidad entre los Estados de México. En una escala de 0 a 1, Yucatán aparece como el mejor evaluado con 0.45, mientras que Guerrero es el peor rankeado con 0.29.

 

A nivel mundial, con la misma métrica, Dinamarca se colocó a la cabeza con 0.90 y el peor fue Venezuela con 0.28, muy cerca de Guerrero, por cierto.

 

La debilidad de la gobernabilidad ha expuesto frustraciones y división entre la sociedad. Recientemente, en América Latina los Gobiernos han buscado reformas y ajustes fiscales para obtener mayores ingresos y estabilidad. Esto ha desatado olas de inconformidades como las provocadas por el aumento de las tarifas del Metro -sumadas a otras demandas ciudadanas- en Chile o la decisión de Ecuador de poner fin a los subsidios en gasolina, reflejando la fragilidad de las autoridades para gobernar y la poca tolerancia de la sociedad ante los cambios racionales.

 

En Brasil, el saldo es positivo con una reforma a pensiones que le liberará importantes recursos al Gobierno para invertir.

 

Este panorama de fragilidad está permeando en los partidos políticos que hoy viven una crisis de propósitos e identidad, y que en México se refleja con las 80 solicitudes de nuevos registros.

 

Seguramente, muchos nuevos partidos obtendrán su registro y, aunque pudiera ser positivo para la democracia y la competencia, me parece muestra de la nula capacidad de construir consensos y liderazgos por el verdadero quehacer de este País.

 

Para enfrentar estos tres problemas, necesitamos ciudadanos comprometidos con generosidad y solidaridad, y un Gobierno honesto, eficiente y que cumpla la ley. Ciudadanos capaces de ayudar a su país más allá de sus responsabilidades directas. Gobiernos capaces de tomar decisiones que no destruyan valor y ayuden a mejorar las condiciones de todos no de unos cuantos.

 

Vidal Garza Cantú


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