sábado, octubre 26, 2019

 

Crecimiento, Sr. Presidente

México, otrora la economía más grande de América Latina y el modelo a seguir de muchos países sudamericanos, ahora luce diluido, sin rumbo y falto de pensamiento estratégico.

 

Nuestro País está desvinculado de América del Sur y mira sólo hacia el Norte; amarrado con Estados Unidos y Canadá en su papel de maquilador y subcontratista. México ha demostrado poca capacidad para crear marcas propias, desarrollar canales de distribución e invertir en propiedad intelectual y diseño.

 

Políticamente, el Gobierno de México es visto por los medios internacionales como populista. AMLO se sigue acomodando en el puesto y su arma más potente es el carisma y el uso de símbolos, pero aún no decide utilizarlos para liderar un movimiento hacia el crecimiento económico.

 

Sí, el crecimiento económico. Repito, el crecimiento económico. Éste debe ser su foco y el principio guía de nuestro País.

 

Creo poder imaginar el conflicto tan grande de prioridades que debe enfrentar un Gobierno. ¿Qué es primero? ¿La seguridad, la pobreza, la educación, la delincuencia, el avance tecnológico, la regularización de la economía informal, la investigación, el turismo, la manufactura, los servicios?

 

Y la tentación a decir que todo es prioritario es grande, pero también es una receta para la mediocridad.

 

Si todo es importante, nada acaba por ser importante; si no hay renuncia, no hay estrategia; si no hay priorización, no puede pasar nada diferente.

 

Señor López Obrador: véndanos un sueño de crecimiento y enfoque al Gabinete hacia esa meta. Usted ya implementó una buena parte de sus ideas con fines sociales, y esto está bastante bien, pero se le ha olvidado que las clases sociales bajas también progresan al estar invertidos en una ola de crecimiento y que pueden ser altamente beneficiadas.

 

La meta de México tiene que ser el crecimiento económico. Si la economía crece, crecen los empleos, la educación, la inversión, el pago de impuestos y la riqueza en general. Si hay crecimiento y oportunidades, la gente deja de estar a la defensiva y busca subirse a la ola de progreso.

 

Con un crecimiento sostenido se alinean los factores económicos y la población se reenfoca a sectores rentables, de alto potencial y no se diga legales. Y también crece algo que es clave: la autoestima nacional y la expectativa de logro. Para qué perseguir el american dream si tenemos todo para crear nuestro mexican dream.

 

El crecimiento es algo medible y con impactos directos en sus ciudadanos. Cowen, de la Universidad George Mason, afirma que a un crecimiento anual de 5 por ciento, los estándares de vida se duplican aproximadamente cada 14 años.

 

La meta de México tiene que ser el crecimiento; tiene que ser su obsesión, su narrativa predominante, su principal noticia, su máxima referencia y plan a cumplir.

 

Si la meta de México fuera crecer, la agenda automáticamente quedaría establecida y alineada: ¿Cómo vamos a crecer? ¿Dónde somos más competitivos? ¿Qué sectores son los de mayor crecimiento? ¿Cuáles nos están frenando? ¿Qué decisiones se tienen que tomar para catalizar el crecimiento? ¿A qué tenemos qué renunciar?

 

Una meta concreta unifica criterios, establece una visión y asigna recursos. Una meta bien vendida, nos haría cambiar el discurso de Nación y hablaríamos menos de violencia, política estéril y trivialidades. Queremos hablar de éxito, de progreso, de mejorar el nivel de vida de nuestra familia, de triunfar. Queremos estar orgullosos de crecer con México.

 

Si en México no crecemos, decrecemos; si no construimos, nos autodestruimos; si no tenemos un rumbo claro y medible, caemos en la inercia, cedemos a fuerzas inferiores y nos perdemos en lo irrelevante.

 

Horacio Marchand


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