sábado, agosto 04, 2018
Gobierno embrión
Bien podríamos llamarle una fertilización in vitro, porque en este momento ya no sabemos quién es el papá ni quién es la mamá. Está apenas tomando fuerza el embrión de Gobierno cuyo ADN resulta todo un misterio.
En el futuro Gabinete habrá de todo, como en botica. Empresarios, dinosaurios, académicos, izquierdosos, activistas, de todo un poco. Lo que no sabemos es cuáles genes prevalecerán en la futura criatura.
La última vez que se hizo una mezcolanza así fue cuando Plutarco Elías Calles armó al que después sería el PRI.
Nótese la fuerza del oxímoron revolucionario-institucional. En la contradicción todos caben. Como en la genialidad de Shakespeare: ser y no ser, al mismo tiempo.
Por eso debe preocuparnos esta paz inercial. Los mercados están tranquilos. Los empresarios alineados. Hay mucha gente celebrando y otros resignados. La hipótesis que da acomodo a las ambivalencias a mí me da escalofríos. Estamos ante el renacimiento del PRI a través de Morena.
Ricardo Pascoe Pierce, conocido intelectual de izquierda, fortalece esta hipótesis al dar santo y seña del viejo vínculo entre Andrés y el Dr. Zedillo. Sellaron su alianza desde que Andrés sirvió de opositor a Roberto Madrazo en Tabasco.
Poco tiempo después en los pleitos de Zedillo con los hermanos Salinas, Andrés improvisó la famosa frase de la "mafia del poder" que tantos réditos le dio finalmente en su última campaña.
El enigma del Gobierno embrión también está fortalecido por lo que puede llamarse la doble personalidad de Andrés.
En su versión de personaje noble. Andrés ha demostrado una abnegación hacia la gente más desfavorecida del País. En ese carácter visitó poblados y rancherías para estar en contacto y llevar esperanza.
Ese mismo Andrés es el que ha invitado a desayunar al contendiente José Antonio Meade como símbolo de la necesidad de sanar cualquier roce producto de las campañas. Pero hay muchas otras instancias de Andrés, el buena gente.
El segundo Andrés es el personaje burlón, cerrado, impositivo. Es el presidente de partido que actúa como dueño, sin tomar en cuenta lo que piensen sus súbditos.
Es el mismo que ha colocado a sus hijos mayores como coraza o filtro para acceder a su señoría, esto dicho por personas que alguna vez se sintieron parte del grupo íntimo y ahora han perdido el derecho de picaporte.
Entonces el Gobierno embrión tiene muchos genes que podrán activarse o no, según el humor y las ganas del patrón.
Tan puede confiar en Alfonso Romo como principal contacto y asesor en materia de desarrollo económico como asesorarse de un fundamentalista de izquierda para sacar todo el jugo posible a la predisposición constitucional en esa dirección.
Un factor que debe estar influyendo en esta indefinición del Gobierno en embrión es el hecho de que, aunque todos lo dan como candidato electo virtual, el hecho es que aún no se cruza la banda presidencial. Y ese ornamento ha trastornado a más de uno.
Ya hay quienes empiezan a ver en el futuro Gobierno un poder omnímodo, con las dos Cámaras a la orden. Con los tres partidos principales en la lona, Andrés Manuel López Obrador prácticamente podrá hacer lo que quiera con México y llevarlo en la dirección que se le antoje.
Si Fox pidió apoyo a un equipo técnico para hacer nombramientos, Andrés no ha siquiera realizado una investigación de fondo para develar los esqueletos en el clóset de varios de sus señalados.
Por los nombramientos caprichosos, las ocurrencias planeadas y la extroversión mostrada, todo indica que el Gobierno embrión no será el que lleve a México a una nueva etapa de desarrollo, sino uno que trate de emparejar la desigualdad quitando al rico para dar al pobre.
Si hay que caracterizar lo que nos espera es un Gobierno que reparta el pastel antes que pensar en hacerlo más grande. Optará por las salidas fáciles, populistas.
Javier Livas
javierlivas@prodigy.net.mx