sábado, mayo 03, 2014
Reforma de fondo
Desde 1986 las instituciones que han sufrido más modificaciones en México han sido las relacionadas con los procesos electorales.
En 1996, el monopolio para acceder al poder quedó en manos de los partidos políticos, que sucumbieron a la necesidad de mantener el poder por el poder mismo. En este sentido, nuestra democracia es hoy más débil.
Uno de los temas permanentemente en discusión en nuestras elecciones es el financiamiento público a los partidos. Desde 1990, éstos han recibido dinero de quienes pagamos impuestos.
Desde el 2000, México es el país con las elecciones más costosas en América Latina.
Para darnos una idea, durante todo este 2014, el IFE (ahora INE) gastará 33 millones de pesos al día. De ahí salen los alrededor de 12 millones de pesos que a diario destinamos a los partidos políticos para su operación.
Con fiscalizaciones cada vez más cuestionadas, los recursos públicos destinados a partidos y campañas son muestra de opacidad, descontrol y deshonestidad políticas. Esto sin tomar en cuenta la industria de promoción, imagen y análisis de electorado.
Así, una buena parte de México se desvía de tareas productivas que generan valor y se distrae hacia otra improductiva como las elecciones.
En los próximos dos años se cambiarán 21 Gobernadores y más de mil municipios; se renovará todo el Congreso federal y más de 20 locales.
Habrá juego de sillas para intercambiar posiciones y una larga lista de promesas, compromisos y facturas que pagar y que cobrar, que hacen del sistema político y las elecciones una industria muy grande y oscura.
Por eso debemos cuestionar el sistema económico con el que hoy hacemos democracia, en el que no hay control de gastos de campaña y además induce a los presupuestos de los Estados y municipios a inflarse y desviarse durante las elecciones, buscando engañar al público con que los candidatos tienen un apoyo sin igual.
Padecemos un sistema económico electoral que privilegia el gasto en promoción sobre la inversión en inteligencia, ideas, propuestas realizables y honestas.
Por ello, la verdadera reforma del sistema político mexicano será la que prohíba los gastos de campaña en cualquier forma y tipo.
No puede haber ninguna transferencia económica a los partidos políticos. Su labor es trabajar con las cuotas que puedan obtener de los ciudadanos y con el tiempo voluntario que sean capaces de convencer. Así eliminaríamos el contubernio políticos-Gobierno.
Propongo que los únicos recursos públicos que gastemos sean para organizar en tiempo AAA varios debates en radio y TV abierta en todos los temas que incidan en las posiciones políticas que se elijan cada año.
Estos debates serán la única forma de comunicarse con el electorado.
Se trata de eliminar el mercado electoral: empresarios deshonestos y políticos corruptos que hacen de las elecciones su fiesta cada año. Unos entregando dinero por favores y otros ofreciendo favores por dinero.
No podrá cobrar sueldo ningún candidato ni colaborador en campaña, ya que sólo durarán un mes. No deberán haber oficinas de campaña, todas las juntas se realizarán en espacios públicos.
Para comunicarse usarán internet gratuito por WiFi, y quizá el INE les pueda prestar un celular a cada candidato para que graben sus conversaciones de campaña.
Los puestos públicos se ganarán por convencimiento a través de los debates, no por los lonches, acarreos y compra de votos. No se podrá pagar ningún anuncio, ningún desplegado, ningún spot, ninguna despensa, ningún boleto, ningún servicio a costa de la elección.
Creo que llegó el momento de voltear de cabeza al sistema electoral mexicano y decirle a quien aspira a servirnos que no puede ni podrá utilizar ningún recurso público para su promoción y campaña.
Ya basta de tanto juego político y danza de millones de pesos y confabulaciones en cada elección.
Vidal Garza Cantú
vidalgarza@yahoo.com