domingo, abril 20, 2014
Qué poca memoria (madre)
Al analizar a una entidad, la profesión contable emplea un estado financiero que muestra el origen y la aplicación de los recursos utilizados. Además, para verificar que realmente la contabilidad refleja su situación financiera, se realizan auditorías por personas especializadas cuya misión es contribuir al sano desarrollo de dicha entidad e informar a la autoridad competente cuando hay desfalcos. Para que se actúe, claro está.
Además, en el ámbito de los Estados, al menos en el papel, tendríamos los elementos suficientes para que los ciudadanos gozáramos de un buen Gobierno y nos pudiéramos dedicar a nuestras actividades productivas.
Adicional a la técnica contable que aplica también a los Gobiernos, ya desde las épocas de los romanos se contaba con mecanismos de contrapeso para balancear el ejercicio del poder. Son tanto el Poder Legislativo como el Poder Judicial.
En la práctica no sucede así. Lo que tenemos en Nuevo León es un mal Gobierno que no ha sabido administrar los recursos, un Poder Legislativo que es su comparsa y un desentendido Poder Judicial. No les importa nada, simplemente porque los recursos no los produjeron ellos, fuimos los ciudadanos y nosotros pagaremos la deuda con nuestros impuestos.
El Gobierno estatal de Nuevo León logró romper el récord de endeudamiento, creciendo la deuda a niveles nunca antes vistos. Debido a las decisiones del Gobernador, nosotros y generaciones por venir tendremos que pagar dicha deuda.
Por si fuera poco, tendremos limitada la posibilidad de obtener endeudamiento si se llegara a requerir. Dios nos libre de otros "Gilberto" o "Alex", ya que ningún posible prestamista querrá arriesgarse a que, en otra mala gestión, se tenga por resultado el incumplimiento del pago.
En conceptos administrativos: el origen de los recursos refleja una mala administración. Peor aún, es un doble golpe al futuro del Estado: mucha deuda y poco margen de maniobra futura.
Sin embargo, si dichos recursos fueran empleados de forma juiciosa y hubieran sido utilizados para cumplir a cabalidad las obligaciones del Gobierno, como eliminar la pobreza y la inseguridad, entonces habría valido la pena. Aunque sea un esfuerzo que todos nosotros vamos a tener que hacer en años por venir. Pero no es así, o lo que es lo mismo: la aplicación de los recursos está viciada. Mal origen y mala aplicación.
Los Diputados, cuya razón de ser es la de representar a los ciudadanos, no sólo no cumplen con su función, más aún, no solamente son comparsas del Gobernador, sino que son cómplices de delitos.
De acuerdo a la Auditoria Superior del Estado -algo así como el club de las nobles intenciones porque no pueden llegar a más- no sólo hay cuentas no justificadas, hay recursos que no se explica a dónde se fueron. Eso es malversación de fondos y quien lo encubre es cómplice. No les alcanza el fuero para que a base de "cochupos" se cobijen unos a otros y se desentiendan de sus obligaciones.
Pero, desgraciadamente, estamos en la tierra del nunca jamás: nunca jamás pasa nada y nadie tiene la culpa de nada. Bueno, nosotros sí, porque se nos olvidan las cosas que pasan.
Ahí están los quesos y ¿qué pasó? Nada. Están el robo a Metrorrey, de las placas, el excesivo gasto en imagen, la ganga de una casa de 20 millones de pesos por la que se dice que sólo vale o se pagaron 7 millones de pesos (en efectivo, el resto en favores), la otra Casa de Gobierno que se renta, la Torre Administrativa, las luminarias que de no ser porque se publicó en EL NORTE se le habrían pagado a un delincuente con recursos de la ciudadanía, y los parquímetros.
Están las adjudicaciones a empresas fantasma, el reparto de despensas con recursos recolectados para campañas de ayuda, las quinceañeras y las carnes asadas. ¿Hace falta seguir con más? Sí, con los miles de maestros "aviadores".
Lo increíble no es que individuos abusivos hagan y deshagan a sus anchas, sino que a nosotros que pagamos los impuestos y pagaremos las deudas, se nos olvide. Una y otra vez. Debemos tener memoria civil y exigir la rendición de cuentas o no nos quejemos de las consecuencias.
De hecho, es nuestra obligación para con las generaciones venideras porque aquí está la semilla de los regímenes totalitarios, ésos que hacen y deshacen a sus anchas. Vamos en camino para allá y hay que ponerles un alto.
Miguel Moreno Tripp
morenotrip@gmail.com
El autor es doctor en Finanzas.