viernes, abril 06, 2012
Suicidio
"Nadie recordaría al buen samaritano si sólo hubiera tenido buenas intenciones. También tenía dinero". Margaret Thatcher
El suicidio de Dimitris Christoulas, un jubilado de 77 años de edad, ha revivido las protestas populares en Grecia por la austeridad en el gasto público. Una nota encontrada en su bolsillo decía: "Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida".
Unos mil 500 manifestantes protestaron esta semana de manera violenta en Atenas. En Christoulas encontraron al mártir que necesitaba un desgastado movimiento de los indignados. Lo interesante, sin embargo, es que las manifestaciones, a pesar de que siguen siendo violentas, cada vez reúnen a un menor número de activistas. Los propios griegos parecen saber que no hay forma de escapar a los programas de austeridad. Están conscientes de que no pueden seguir esperando que los alemanes los rescaten una y otra vez.
Hay quien dice que los problemas de Grecia y otros países de Europa demuestran la inviabilidad del Estado de bienestar que se ha construido en buena parte del continente. Pero la verdad es muy distinta. Algunos países con generosos programas sociales, como Suecia, Noruega y Alemania, han tenido buenos desempeños económicos a pesar de todos los problemas. Grecia simplemente gastó más de lo que tenía y pensó que podía depender indefinidamente de los subsidios de otros países de la región.
El caso de Grecia no debe ser necesariamente ajeno a los mexicanos. México ha venido construyendo una serie de programas sociales a lo largo de los últimos años. En esto nuestro País está entrando a un camino que el mundo entero parece estar siguiendo, conforme los Estados nacionales adquieren los recursos y la capacidad técnica para hacerlo.
Los políticos mexicanos tienen un incentivo enorme para establecer nuevos programas sociales. Éstos generan votos y el apoyo de grupos organizados corporativistas. Los gobiernos, sin embargo, deben considerar si realmente tienen la capacidad financiera para sostener estos programas en el largo plazo. De otra forma pueden generar crisis como la de Grecia y situaciones dramáticas personales para quienes, como el jubilado griego que se suicidó el miércoles, se acostumbran a vivir de estos programas sociales cuando el Estado ya no los puede pagar.
Los programas sociales no generan riqueza. Simplemente ayudan a paliar los efectos de la pobreza. Los países que con mayor rapidez han superado la pobreza en las últimas décadas, como Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, han dedicado muchos más recursos a promover la inversión y a aumentar la competitividad que a generar programas sociales.
Aun así, parece imposible que en un país con pretensiones de modernidad y justicia social como México no se dediquen montos importantes a programas sociales. Algunos de ellos, como los que llevan a la universalización de los servicios de salud, parecen indispensables. Otros, sin embargo, constituyen apoyos a personas que no lo necesitan. El mayor subsidio que otorga el Gobierno federal mexicano es el de los energéticos -electricidad y gasolina- que beneficia abrumadoramente a los grupos más prósperos de la sociedad. Supera a Oportunidades y otros programas que favorecen a los más pobres.
La crisis de Grecia debe ser una advertencia para todos. Pero la lección no es que deban abandonarse los programas sociales, sino que éstos deben tener un financiamiento sólido y deben enfocarse a cubrir las necesidades sociales más importantes. Gastar el dinero en subsidiar la gasolina de los automovilistas no tiene ningún sentido para un país en el que tenemos todavía la necesidad de dar servicios médicos de calidad a millones de mexicanos pobres.
Sergio Sarmiento
El suicidio de Dimitris Christoulas, un jubilado de 77 años de edad, ha revivido las protestas populares en Grecia por la austeridad en el gasto público. Una nota encontrada en su bolsillo decía: "Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida".
Unos mil 500 manifestantes protestaron esta semana de manera violenta en Atenas. En Christoulas encontraron al mártir que necesitaba un desgastado movimiento de los indignados. Lo interesante, sin embargo, es que las manifestaciones, a pesar de que siguen siendo violentas, cada vez reúnen a un menor número de activistas. Los propios griegos parecen saber que no hay forma de escapar a los programas de austeridad. Están conscientes de que no pueden seguir esperando que los alemanes los rescaten una y otra vez.
Hay quien dice que los problemas de Grecia y otros países de Europa demuestran la inviabilidad del Estado de bienestar que se ha construido en buena parte del continente. Pero la verdad es muy distinta. Algunos países con generosos programas sociales, como Suecia, Noruega y Alemania, han tenido buenos desempeños económicos a pesar de todos los problemas. Grecia simplemente gastó más de lo que tenía y pensó que podía depender indefinidamente de los subsidios de otros países de la región.
El caso de Grecia no debe ser necesariamente ajeno a los mexicanos. México ha venido construyendo una serie de programas sociales a lo largo de los últimos años. En esto nuestro País está entrando a un camino que el mundo entero parece estar siguiendo, conforme los Estados nacionales adquieren los recursos y la capacidad técnica para hacerlo.
Los políticos mexicanos tienen un incentivo enorme para establecer nuevos programas sociales. Éstos generan votos y el apoyo de grupos organizados corporativistas. Los gobiernos, sin embargo, deben considerar si realmente tienen la capacidad financiera para sostener estos programas en el largo plazo. De otra forma pueden generar crisis como la de Grecia y situaciones dramáticas personales para quienes, como el jubilado griego que se suicidó el miércoles, se acostumbran a vivir de estos programas sociales cuando el Estado ya no los puede pagar.
Los programas sociales no generan riqueza. Simplemente ayudan a paliar los efectos de la pobreza. Los países que con mayor rapidez han superado la pobreza en las últimas décadas, como Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, han dedicado muchos más recursos a promover la inversión y a aumentar la competitividad que a generar programas sociales.
Aun así, parece imposible que en un país con pretensiones de modernidad y justicia social como México no se dediquen montos importantes a programas sociales. Algunos de ellos, como los que llevan a la universalización de los servicios de salud, parecen indispensables. Otros, sin embargo, constituyen apoyos a personas que no lo necesitan. El mayor subsidio que otorga el Gobierno federal mexicano es el de los energéticos -electricidad y gasolina- que beneficia abrumadoramente a los grupos más prósperos de la sociedad. Supera a Oportunidades y otros programas que favorecen a los más pobres.
La crisis de Grecia debe ser una advertencia para todos. Pero la lección no es que deban abandonarse los programas sociales, sino que éstos deben tener un financiamiento sólido y deben enfocarse a cubrir las necesidades sociales más importantes. Gastar el dinero en subsidiar la gasolina de los automovilistas no tiene ningún sentido para un país en el que tenemos todavía la necesidad de dar servicios médicos de calidad a millones de mexicanos pobres.
Sergio Sarmiento
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No se puede gastar más de lo que ingresa. Así es con los individuos, empresas o gobiernos. Te puedes endeudar para adquirir activos que generarán más ingresos, pero no puedes endeudarte para gasto corriente o subsidios generalizados. La crisis en países europeos es de deuda soberana, se endeudaron más allá de sus capacidades para mantener un nivel de gasto social, subsidios, que como sociedad no podían financiar. Como la gente que saca una tarjeta de crédito y no la sabe usar, gasta en lujos, la lleva al tope, y luego no puede pagarla. El crecimiento no puede financiarse con deuda, no es sostenible y tarde que temprano hay que pagar. Y los que terminan pagando son los pobres y la clase media. Así pasó en México entre 1970 y 1982, exceso de deuda para incrementar burocracia y subsidios. Y luego se vino la década perdida de los 80's que fueron de crisis constante, la cruda, para pagar la borrachera de gobiernos populistas paternalistas irresponsables.