domingo, enero 22, 2012

 

No más payasadas (de los políticos)

La tragedia de la guardería ABC ocurrida en Hermosillo, Sonora, ha sido noticia nacional nuevamente por varios motivos. Primero, la semana pasada los medios reportaron que Marcia Matilde Gómez del Campo, socia fundadora de la guardería y prima de Margarita Zavala, fue absuelta del proceso penal por la muerte de 49 menores.

Segundo, circuló en internet un video del payaso "Platanito", interpretado por Sergio Verduzco, en el que se burlaba de la tragedia ocurrida a los niños como parte de su rutina en un show privado. Lo anterior fue seguido de una alharaca en las redes sociales que llevaron al autor del mal llamado chiste a ofrecer una disculpa pública y finalmente a cancelar indefinidamente algunas de sus presentaciones.

Curiosamente, la deplorable e insensible selección de material del payaso recibió más atención y originó una reacción más violenta entre la población que los resultados parciales que se han venido dando en la lucha de los afectados por la tragedia por castigar a los culpables y tratar de resarcir -en la medida de lo posible- los horrendos daños que sufrieron.

Desafortunadamente las noticias del incendio van ocupando cada vez menos espacio en los medios sin que se aprecien consecuencias concretas que nos lleven a pensar que una tragedia así no volverá a suceder. Al contrario, con una pesada resignación y sentimiento de inevitabilidad parecemos aceptar que está destinada a ser un ejemplo más de impunidad e injusticia en este país donde no pasa nada.

El contraste entre lo que le pasó al payaso y lo que les pasa a nuestros políticos cuando se les descubre algún desliz con tufo ilegal es inevitable.

Porque lo cierto es que "Platanito" no quebrantó ninguna ley. Lo que dijo, a pesar de ser de muy mal gusto y -en mi opinión- carente de humor, está protegido por las garantías de libertad de expresión y de trabajo que consagra nuestra Constitución. Evidentemente hay quienes gozan con sus actuaciones y pagan por ello, por eso lo hace.

Precisamente por ello no fue necesario que ninguna autoridad interviniera en esta ocasión para investigarlo, sacarlo del aire, multarlo o meterlo a la cárcel. La única ley que "Platanito" violó fue la del mercado. Fue tan adversa la reacción que provocó que tanto él como su productor y seguramente sus asesores y asociados le recomendaron dar marcha atrás públicamente a su irreverencia con la esperanza de no perder ese mercado que le da de comer.

El tribunal de la opinión pública no tiene reglas fijas, es expedito y puede ser inmisericorde. Para quienes viven de ella, eso basta para acatar sus fallos.

Sin embargo, quienes supuestamente deben estar más atentos a ella -los políticos- parecen ser inmunes a sus sentencias. ¿Por qué?

Contrario a los productos comerciales en una economía de mercado que deben sobresalir por sus cualidades: ser mejores, más baratos, etc., nuestros políticos operan en un ambiente de economía cerrada, donde hay escasas opciones, no existe la competencia y la aprobación del público es sólo un requisito de forma que debe ser palomeado cada tres años a lo mucho.

Su éxito está supeditado no a la aprobación popular de su trabajo en la función pública, sino al poder que tienen por los puestos que ocupan; poder que pueden usar como moneda de cambio para seguir medrando a nuestra costa.

Pareciera que el poder de la ley, la nómina, los contratos, los permisos y la fuerza pública son herramientas para perpetuar en la miseria a un pueblo abyecto, del que se espera eterna gratitud por los escasos beneficios que recibe como si fueran graciosas liberalidades del Gobierno en vez de obligaciones constitucionales legalmente exigibles.

En ese contexto, sus actos de corrupción, de negligencia, de abuso y prepotencia deben ser reconocidos como las burlas hirientes que realmente son. Payasadas que zahieren a la sociedad y que deben ser rechazadas con el mismo ímpetu que recibió el insulso Sergio Verduzco.

La diferencia es que los políticos aprovechan a los millones de mexicanos que viven en la miseria para torcer las reglas en su propio beneficio, manteniéndose en el poder. Se necesita mucho más que un airado rechazo en Twitter para vencer al mal político. Se necesita cambiar las reglas para que la gran mayoría se beneficie y no sólo unos cuantos.

También nosotros tenemos que perderle el miedo al cambio. Sólo así lograremos que toda la gente se convenza que su voto vale más que una despensa. Que a todos nos conviene más la legalidad que la transa. O la revolución.
 
José Alejandro González Garza
jagzz76@yahoo.com
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Urge una reforma política que permita las candidaturas ciudadanas, reelección de legisladores, alcaldes y gobernadores, segunda vuelta, y que los legisladores plurinominales sean seleccionados entre los mejores segundos o terceros lugares, no por listas que forman las cúpulas partidistas. Con esos incentivos alineados, entonces si habrá más probabilidades que busquen lo que la ciudadanía pida.

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