sábado, diciembre 24, 2011
Preciada libertad
Circunstancias particulares me han forzado a meditar sobre la relación entre la libertad y las malas leyes. Lo que he descubierto es sorprendente. Quizá alguien más notó esta conexión, pero no con el ángulo que yo le estoy dando ahora.
Sabemos que la libertad es un principio, una condición, un punto de partida que sirve para construir el andamiaje jurídico de un país.
La historia nos dice que ha habido millones de seres que han dado su vida en la lucha por ganar su libertad. Ahora, en Egipto, se libra de nuevo una de esas batallas en las que la gente se lanza a la calle en busca de libertad, sólo para encontrar una bala viajando en sentido contrario a gran velocidad. La libertad es un bien muy frágil.
A mí me interesa presentar la libertad como principio jurídico porque me he dado cuenta de que la preservación de la libertad personal tiene una utilidad fantástica como vacuna contra la mala legislación. En la medida en que respetamos la libertad personal, obligamos a que la legislación sea lo más eficiente y eficaz posible.
Dicho de otra forma: las malas leyes son las que nos quitan libertad innecesariamente. Y vaya que sí abundan esas leyes.
Por ejemplo, en todo lo electoral encontramos prohibiciones que resultan absurdas. Son leyes tontas e ineficientes; y lo son porque cancelan mucha más libertad que la estrictamente necesaria para obtener los resultados deseados.
Todo Estado de derecho democrático descansa sobre la premisa de que el Gobierno sólo interviene lo necesario para poner orden donde los individuos no lo pueden imponer por sí mismos.
Es el principio de subsidiariedad abrazado por el PAN, pero estrangulado por los gobiernos que no saben realmente cómo gobernar sin atropellar a la gente que deben ayudar.
Si todos lucháramos por preservar el máximo de nuestra libertad, entonces las leyes tendrían que ser óptimas y muy eficientes. Se trata de ceder al Gobierno el mínimo de facultades, es decir, de restricciones a nuestra libertad, para conseguir un objetivo común. Si el Gobierno recibe o se apropia de facultades excesivas, eso atenta directamente contra nuestro ámbito de libertad.
Debo decir que la gente que se dice "de izquierda" es una enemiga natural de la libertad. Les encantan los gobiernos grandotes y costosos.
Me he sentado a la mesa docenas de veces para negociar iniciativas de ley y los aficionados a Karl Marx son muy propensos a resolver todo coartando libertades. Por ejemplo, no creen en el mercado, para empezar.
En el otro extremo, la gente de extrema derecha tiende a favorecer soluciones como la de "credencializar" a todo mundo para tener control de lo que la gente hace. Unos y otros son enemigos de la libertad por razones diferentes.
Existen razones científicas para defender la libertad. Todos somos procesadores de información, querámoslo o no. Siendo así, entre más procesamiento nos reservemos y menos carguemos al Estado, más eficientes seremos y el Estado también.
Sin embargo, todo los días nos topamos con leyes mal hechas que centralizan el procesamiento sólo para estorbar lo que se hubiera resuelto contractualmente a través de la interacción entre personas libres e inteligentes.
Cuidado con los gobernantes o jefes que creen sinceramente que la única manera de obtener resultados es quitar libertades y decirle a la gente qué debe hacer. Por esa razón se desintegró la Unión Soviética. Ahora dieron el bandazo hasta el otro extremo y de nuevo recurren a cancelar libertades individuales.
No es difícil encontrar el punto medio entre la libertad total que se convierte en desgobierno y el control total que se traduce en dictaduras ineficaces e ineficientes. El principio debe ser dejar en manos de la gente todo lo que la gente hace mejor que el Gobierno.
En la medida en que penetren más las tecnologías de la información, mayor debe ser la libertad que nos debiera ser devuelta por el Gobierno. Ello simplemente porque nuestra capacidad de autogobernarnos ha aumentado radicalmente.
Si esto no está pasando, malo el cuento. Quiere decir que estamos perdiendo libertad en vez de ganarla.
Por ahora, que sea éste un llamado de alerta en defensa de la libertad individual.
Javier Livas
javierlivas@mac.com
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Sabemos que la libertad es un principio, una condición, un punto de partida que sirve para construir el andamiaje jurídico de un país.
La historia nos dice que ha habido millones de seres que han dado su vida en la lucha por ganar su libertad. Ahora, en Egipto, se libra de nuevo una de esas batallas en las que la gente se lanza a la calle en busca de libertad, sólo para encontrar una bala viajando en sentido contrario a gran velocidad. La libertad es un bien muy frágil.
A mí me interesa presentar la libertad como principio jurídico porque me he dado cuenta de que la preservación de la libertad personal tiene una utilidad fantástica como vacuna contra la mala legislación. En la medida en que respetamos la libertad personal, obligamos a que la legislación sea lo más eficiente y eficaz posible.
Dicho de otra forma: las malas leyes son las que nos quitan libertad innecesariamente. Y vaya que sí abundan esas leyes.
Por ejemplo, en todo lo electoral encontramos prohibiciones que resultan absurdas. Son leyes tontas e ineficientes; y lo son porque cancelan mucha más libertad que la estrictamente necesaria para obtener los resultados deseados.
Todo Estado de derecho democrático descansa sobre la premisa de que el Gobierno sólo interviene lo necesario para poner orden donde los individuos no lo pueden imponer por sí mismos.
Es el principio de subsidiariedad abrazado por el PAN, pero estrangulado por los gobiernos que no saben realmente cómo gobernar sin atropellar a la gente que deben ayudar.
Si todos lucháramos por preservar el máximo de nuestra libertad, entonces las leyes tendrían que ser óptimas y muy eficientes. Se trata de ceder al Gobierno el mínimo de facultades, es decir, de restricciones a nuestra libertad, para conseguir un objetivo común. Si el Gobierno recibe o se apropia de facultades excesivas, eso atenta directamente contra nuestro ámbito de libertad.
Debo decir que la gente que se dice "de izquierda" es una enemiga natural de la libertad. Les encantan los gobiernos grandotes y costosos.
Me he sentado a la mesa docenas de veces para negociar iniciativas de ley y los aficionados a Karl Marx son muy propensos a resolver todo coartando libertades. Por ejemplo, no creen en el mercado, para empezar.
En el otro extremo, la gente de extrema derecha tiende a favorecer soluciones como la de "credencializar" a todo mundo para tener control de lo que la gente hace. Unos y otros son enemigos de la libertad por razones diferentes.
Existen razones científicas para defender la libertad. Todos somos procesadores de información, querámoslo o no. Siendo así, entre más procesamiento nos reservemos y menos carguemos al Estado, más eficientes seremos y el Estado también.
Sin embargo, todo los días nos topamos con leyes mal hechas que centralizan el procesamiento sólo para estorbar lo que se hubiera resuelto contractualmente a través de la interacción entre personas libres e inteligentes.
Cuidado con los gobernantes o jefes que creen sinceramente que la única manera de obtener resultados es quitar libertades y decirle a la gente qué debe hacer. Por esa razón se desintegró la Unión Soviética. Ahora dieron el bandazo hasta el otro extremo y de nuevo recurren a cancelar libertades individuales.
No es difícil encontrar el punto medio entre la libertad total que se convierte en desgobierno y el control total que se traduce en dictaduras ineficaces e ineficientes. El principio debe ser dejar en manos de la gente todo lo que la gente hace mejor que el Gobierno.
En la medida en que penetren más las tecnologías de la información, mayor debe ser la libertad que nos debiera ser devuelta por el Gobierno. Ello simplemente porque nuestra capacidad de autogobernarnos ha aumentado radicalmente.
Si esto no está pasando, malo el cuento. Quiere decir que estamos perdiendo libertad en vez de ganarla.
Por ahora, que sea éste un llamado de alerta en defensa de la libertad individual.
Javier Livas
javierlivas@mac.com
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Más allá de izquierdas y derechas está el liberalismo.