martes, noviembre 02, 2010

 

Los muertos (de Calderón)

"La manera de morir puede ser más triste que la propia muerte." Marcial
 
La portada del semanario Proceso de esta semana anuncia su artículo principal con una frase lapidaria y vendedora: "Los muertos de Calderón". En el interior, el reportero Rodrigo Vera nos recuerda que "la guerra contra las drogas emprendida por Felipe Calderón" ha dejado más muertos que muchas guerras de nuestra historia: los 23 mil de la de Independencia, los también 23 mil de la invasión de Estados Unidos, los 8 mil de la Guerra de Reforma y los 436 de la Guerra Sucia de la década de los 70.

El "Ejecutómetro" de Grupo REFORMA señala que tan sólo hasta el 29 de octubre se han registrado en este 2010 un total de 9 mil 872 homicidios vinculados al crimen organizado. Esto contrasta con los 2 mil 119 de todo 2006, el último año de Gobierno de Vicente Fox. La suma de muertos del 1 de enero del 2007 al 29 de octubre de este 2010 asciende ya a 23 mil 941.

La situación es grave, pero me parece injusta la frase "los muertos de Calderón". Ésta sugiere que el Presidente de la República se pone a ametrallar a inocentes en distintos lugares del País. No son los "muertos de Calderón": en todo caso, son las víctimas de distintas bandas del crimen organizado.

Uno puede cuestionar una política de combate a las drogas que no ha reducido el consumo, pero sí ha generado violencia, pero tampoco es únicamente la política del Presidente Calderón. La estrategia ha sido desarrollada en Estados Unidos desde hace décadas y se ha aplicado en la mayor parte del mundo con pésimos resultados.

El Presidente Calderón tiene obligación de cumplir la ley y ésta prohíbe el uso y comercio de ciertas drogas. De hecho, puede decirse que el Presidente ha tenido más éxito que cualquier predecesor en este esfuerzo. Hay más narcotraficantes muertos y detenidos, así como más decomisos y de mayor cuantía, que nunca antes en la historia del País. El problema, como lo demuestra la historia desde las detenciones de Ernesto Fonseca, Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero en la década de 1980, es que matar o aprehender a un capo no reduce el flujo de drogas, sino que produce guerras entre quienes buscan ocupar el lugar del viejo jefe.

La violencia producto del narco había ya empezado a aumentar desde antes del inicio de la Presidencia de Calderón. En los últimos años del Gobierno de Vicente Fox las ejecuciones en Michoacán, Tamaulipas y Sinaloa se dispararon. Fue entonces cuando empezamos a ver ejecutados cuyas cabezas eran arrojadas en centros nocturnos. Por eso los operativos conjuntos entre el Ejército y las policías locales, que el Presidente Calderón inició en diciembre del 2006, fueron tan ampliamente aceptados por las poblaciones de esos estados. De hecho, estos operativos siguen siendo más aplaudidos que cuestionados.

Pero si bien no pienso que sea correcto decir que los ejecutados de este sexenio son "los muertos de Calderón", es importante que entendamos que la violencia no disminuirá mientras no se modifiquen los factores que la provocan. La mayoría de los homicidios del crimen organizado son consecuencia de luchas por el poder, por el control de territorios, que surgen después de que algún capo importante es detenido o cae muerto. La actual estrategia no disminuirá la violencia, sino la aumentará. La única forma de reducirla sería legalizar las drogas, y no sólo en México sino principalmente en Estados Unidos; pero parece cada vez más difícil que esta medida pueda llevarse a cabo en un futuro razonable.
 
El referéndum
Hoy se realizará en California, Estados Unidos, el referéndum sobre la posible legalización de la mariguana para usos recreativos. En un principio las encuestas de opinión sugerían un apoyo sólido a la llamada Propuesta 19. Ayer, sin embargo, el periódico Los Angeles Times citaba una encuesta de la empresa Field que mostraba que un 49 por ciento de los posibles votantes sufragaría en contra, mientras que sólo un 42 por ciento lo haría a favor.

Sergio Sarmiento 
www.sergiosarmiento.com

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Difiero un poco con Sarmiento en el sentido que presenta a la legalización como la panacea. Si bien es cierto (o yo lo considero así) una hipotética legalización (y tendría que ser de todas las drogas, no sólo de la marihuana) reduciría la violencia en el corto mediano plazo pues bajarían los ingresos de los criminales, en el largo plazo mientras no mejore el sistema de impartición de justicia y se disminuya sensiblemente la impunidad, el problema del crimen organizado seguiría aún con las drogas legalizadas. Simplemente los criminales se moverían a otros delitos que les dejen altas ganancias. Ellos ya no dejarán la vida criminal porque les legalicen las drogas, están acostumbrados a esa vida y al dinero fácil y rápido. Simplemente se dedicarían aún más al secuestro, extorsión, contrabando, robo de autos, trata de personas, etc.
 
 


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