sábado, febrero 13, 2010
¿Qué valor aportan?
Ante la falta de separación entre los partidos políticos y los gobiernos, la democracia como mecanismo de representación de la voluntad de los gobernados deja de tener un sentido claro. Apoyar una candidatura para que llegue una pandilla al poder parecería ser la consecuencia de lo que hemos padecido en México en los últimos años.
Qué contraste con la filosofía y principios originales de los partidos, que se describen bellos para incumplirse en la realidad. Los postulados de los tres principales partidos son valiosos y debieran ser referencia de su actuar en el gobierno. Sin embargo, sus candidatos al llegar al poder se impregnan de envidia, ambición y un desprecio por la sociedad a la cual se deben.
Este contubernio entre los distintos niveles del gobierno y los partidos pudiera ser una de las principales causas de la falta de resultados del sector público en México y de la poca confianza y dinamismo de nuestra economía.
No importa si es en materia de seguridad, desarrollo social, económico o procuración de justicia; la ausencia de una auténtica participación social se debe en mucho a esta conspiración del poder presente de los gobiernos con el poder futuro de los partidos.
La inmunidad de los partidos al escrutinio público tiene sus orígenes en su autonomía derivada de los recursos públicos que han logrado asegurar del erario. Pero más aún tiene que ver con los arreglos, componendas y concertaciones que realizan entre diferentes niveles de gobierno para asegurar la nómina de sus interesados y olvidarse de agregar valor público a la sociedad.
Todavía tengo muy presentes las palabras de Carlos Castillo Peraza cuando, en 1994, un grupo de estudiantes le preguntaba sobre la incapacidad de mantener el poder por parte del PAN en Mazatlán en los años 90.
Sin titubear, Castillo Peraza respondió: "El gobierno de Mazatlán panista ha perdido el poder porque buscó ser un gobierno eficiente y efectivo", y agregó, "la sociedad aún no ha comprendido lo que significa tener un gobierno que genere valor público sin hipotecar el futuro y, por ende, seguirá prefiriendo opciones populistas y demagógicas que no se pueden sostener".
Decía el panista ya desaparecido: "El PAN en el gobierno deberá seguir insistiendo, ganando o perdiendo elecciones, hasta que se logre transmitir a la sociedad que el gobierno debe ser efectivo en la generación de valor para todos, y no para unos cuantos", implicando ahí su tesis de la separación del partido y el gobierno.
Esto es historia, como lo hemos visto, así como el PRI no tiene identidad fuera de la nómina del gobierno, el PAN y el PRD desvirtúan sus principios cuando alguno de sus militantes llega al poder y entierran sus fundamentos por las ansias de no perder sus posiciones en la administración.
Atrás quedaron los esfuerzos por profesionalizar la función pública. No importa si se exigen exámenes para ocupar puestos como las delegaciones federales, éstos siguen imponiéndose por dedazo. Muy pocos servidores públicos atienden la necesidad de tener un programa formal e institucional de trabajo. Se trata de colgarse de la nómina, pues el resto de la economía no encuentra valor para el funcionario desempleado.
A veces pienso que deberíamos formar los ciudadanos un fondo para pagar sueldos a burócratas ineficientes y evitar que tomen decisiones en perjuicio de nosotros. Y es que los servidores públicos son militantes políticos antes de ser profesionales del gobierno. La falta de institucionalidad produce funcionarios temporales que no se especializan en nada y son expertos en dar y exigir favores para seguir atados a una nómina.
Pega en la conciencia ciudadana que a pesar de los recursos con los que dispone, el gobierno no pueda entregar valor público en lo que hace por estar distraído con la siguiente elección.
Prevalece una falta de rendición de cuentas del poder en manos de los partidos y, por ende, los ciudadanos empezamos a cuestionarnos cuál es el valor público de la existencia de los partidos.
A pesar de los múltiples retos en el ámbito social y económico que como país tenemos, los partidos hacen todo menos definir lo que hacen por el beneficio común.
Por ello, no creo en la partidocracia con un sistema de retribuciones ajenos a las misiones de los partidos.
Así, la explicación de la justicia social priista no tiene ningún valor más allá de una retórica quemada. La subsidiariedad panista no tiene cabida cuando se pelean los grupos en el gobierno los controles de los partidos como en Nuevo León. Y la lucha por una democracia social del PRD es absurda cuando sus planteamientos no son de acciones, sino de dar siempre la contra a todo lo que suceda.
Es urgente cambiar la forma en la que se produce la gestión pública en México, empezando por separar el gobierno de los partidos políticos.
Vidal Garza
vidalgarza@yahoo.com
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Por las razones expuestas por Vidal Garza es que debemos apoyar la propuesta de reforma política del presidente Calderón. Dicha propuesta, aunque insuficiente, ataca directamente a la partidocracia dándole más poder al ciudadano apartidista que está urgido por un gobierno eficiente y efectivo. Es urgente que los ciudadanos tengamos acceso al poder por medio de las candidaturas independientes. También es benéfico que los alcaldes y legisladores puedan reelegirse, pues disminuirán el poder de las cúpulas partidistas. No debemos tener miedo a que algún cacique se enquiste en el poder, primero porque eso ya sucede en muchos municipios del país, y segundo porque es potestad de los ciudadanos elegir libremente a sus gobiernos. Es momento que los ciudadanos nos hagamos responsables también de nuestros actos empezando por el voto.
¿Tienes el valor o te vale? ¿Sigues siendo de los que se quejan de todo (impuestos, inseguridad, corrupción) pero que al mismo tiempo no se interesa en la política ni en su comunidad? Si en la política sólo está lo peor de la sociedad es porque los mejores ciudadanos no se involucran. Tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata.
Dany Portales